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La reforma de Rajoy le daría al PP gallego la hegemonía urbana que perdió en los 90

Feijóo, en un acto con Conde Roa y Albor en sus años de oposición

David Lombao

Cualquier cosa menos inocua. La reforma electoral por la que el PP gallego lleva apostando desde hace lustros para ilegalizar los gobiernos de coalición en los ayuntamientos, la misma que Mariano Rajoy acaba de comenzar a agitar a apenas 10 meses de las próximas elecciones, provocaría un verdadero vuelco del panorama político en las ciudades gallegas en tres de los cuatro últimos comicios locales. Otorgarle las alcaldías a la fuerza más votada, con independencia de los votos y ediles logrados por el resto de fuerzas municipales, haría de las urbes del país un territorio prácticamente monocolor de la derecha, excepto en 2003.

Lo que, en palabras de Alberto Núñez Feijóo en la Fundación FAES, está concebido para impedir que “un candidato que perdió claramente las elecciones se convierta en alcalde” mediante “pactos en los despachos” implicaría, por ejemplo, que 1999 no fuera el año en el que el fraguismo comenzó a experimentar su declive en las ciudades. Cambios de gobierno tan relevantes como los de Lugo y Pontevedra nunca se habrían producido, los socialistas habrían perdido el bastón de mando en Compostela y el BNG nunca habría accedido a él en Vigo y Ferrol. Tal sería el cambio que el PP pasaría de gobernar en aquel año solo una ciudad, Ourense, a hacerlo en todas menos en A Coruña.

Tras unas elecciones, las de 2003, en las que apenas mudaría nada con la doctrina que Rajoy pretende implantar –en Vigo comenzó gobernando el PSdeG de Ventura Pérez Marino, pero el Bloque le retiró su apoyo–, en 2007 ignorar el juego de las mayorías volvería a teñir de azul seis de las siete ciudades del país. Aunque la izquierda fuera más votada no podría acceder a la alcaldía de Ourense gracias a la coalición de PSdeG y BNG. El Bloque tendría que dejar de gobernar Pontevedra a pesar de, junto con los socialistas, sumar más votos que los conservadores. En Santiago, Gerardo Conde Roa accedería ya entonces al poder y Corina Porro continuaría ejerciéndolo en Vigo.

Algo semejante sucedería en 2011. En Vigo, Porro encadenaría su segundo mandato y en Pontevedra los de Feijóo lograrían de nuevo la Alcaldía a pesar de tener el mismo número de ediles que el BNG, algo idéntico a lo que pasaría en Ourense con el PSdeG. El Ayuntamiento de Lugo retornaría también a manos de los populares que, en vez de dirigir tres ciudades y ser oposición en cuatro, gobernarían en las siete. Según Feijóo, una operación con estos resultados sería positiva porque “por algo hay que empezar”, si bien él es partidario de que este sistema se extienda también al Parlamento de Galicia y a las Cortes Generales.

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