¿Quién dijo miedo? Tu abuelo quiere WhatsApp y está en tu mano ayudarle
Cada vez son más los abuelos que escriben a su nieto por WhatsApp para preguntarle qué tal le ha ido el día o reciben las fotos que les envía su hijo mientras está de vacaciones. Los teléfonos inteligentes ya no son solo cosa de jóvenes, pero la facilidad de los ancianos para entender y manejar un ‘smartphone’ no suele ser la misma que la de sus parientes de menor edad.
Una prueba de que las nuevas tecnologías son un factor de riesgo de exclusión digital es que en España solo el 12% de los mayores de 55 años afirman haber accedido alguna vez a internet desde su teléfono móvil. La media europea está incluso un punto por debajo, de acuerdo con los datos del último informe sobre el desarrollo de la sociedad de la información de la Fundación Orange.
Pero no hay que tirar la toalla, los números no lo son todo. Un teléfono de última generación no tiene por qué ser un mal regalo para tu padre o tu abuelo, aunque antes de ir a la tienda vas a tener que darle alguna que otra vuelta de tuerca. “Se crearon esos móviles muy sencillos con botones grandes que para determinados grupos son muy funcionales, pero hay otros segmentos que los rechazan porque transmiten que los mayores no se enteran de nada”, explica Mireia Fernández-Ardèvol, investigadora en la Universitat Oberta de Cataluña (UOC) y directora del grupo de Tecnologías Móviles y Retos (g)Locales.
Sin embargo, más allá de los dispositivos a los que se refiere la experta, varias marcas ya ofrecen terminales más modernos adaptados para mayores o que pueden configurarse para simplificar su uso. “Los ‘smartphones’ pueden tener las teclas igual o más grandes, el texto se puede ampliar según la conveniencia y tienen bastantes funcionalidades útiles también para ellos”, prosigue.
En esencia, de lo que se trata es de facilitarles el acceso a las diferentes opciones a pesar de que nunca hayan utilizado un móvil táctil o de que tengan algunas dificultades extra, como las ocasionadas por problemas de visión, audición o memoria. Lo que sí es cierto es que ya no hace falta ceñirse a los típicos teléfonos con pantallas diminutas y teclas gigantescas que ni siquiera permiten navegar por internet.
Uno de los primeros pasos para elegir un terminal es decidir con qué sistema operativo queremos que funcione. En este sentido, Windows Phone es bastante intuitivo y puede ayudar a las personas de avanzada edad, pero las opciones de configuración o las aplicaciones que pueden instalarse para facilitar su uso son más bien escasas.
Teclas y textos mucho más grandes
Un ejemplo de modificación que incluyen casi todos los terminales es el aumento del tamaño de letra para que sea más legible. Por su parte, los teléfonos Apple permiten que los textos adquieran una dimensión incluso mayor que la considerada grande de manera estándar. Sin embargo, el sistema operativo iOS tienen una pega en este sentido: solo algunas aplicaciones adoptarán el nuevo estilo.
En el caso de Android la opción sí funciona para todas las aplicaciones y menús del teléfono. Por ejemplo, casi todos los Samsung Galaxy ofrecen la posibilidad de configurarlos en ‘modo fácil’ para simplificar su uso, restringir el número de iconos que aparecen y cambiar el estilo de letra.
“Para el tema de las dimensiones de los dedos hay algunos teléfonos que permiten ampliar el teclado”, asegura Fernández-Ardèvol. “Serían incluso mejores que los antiguos teléfonos más convencionales porque puedes adaptar la dimensión del interfaz”. Un ejemplo de esta funcionalidad es Big Launcher, una herramienta que modifica completamente el diseño de la pantalla para que aparezcan iconos mucho más grandes. Está disponible para versiones de Android posteriores a la 2.1 y, aunque tiene una versión de prueba gratuita, la aplicación completa es de pago. Lo mismo ocurre con Phonotto, con características similares.
Juan David Vega y algunos de sus compañeros de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria decidieron ir más allá cuando desarrollaron Simplé, un tema o configuración para Android bastante similar a Big Launcher pero que introduce una particularidad: se puede configurar de forma remota. El equipo presentó la herramienta durante la última edición de 'Hack for Good', un 'hackathon' para diseñar servicios o aplicaciones que aporten soluciones a alguna cuestión social.
Así, Simplé puede configurarse desde otro terminal a través de una aplicación. “La persona que tiene el teléfono está conectada directamente con la otra persona y con el servicio de emergencia mediante el botón de SOS”, explica Vega. El sistema serviría, por ejemplo, para que un cuidador o familiar pudiera controlar el móvil.
Además, incluye particularidades similares a las de otras herramientas. Una de ellas es que admite pulsaciones prolongadas: “A veces la sensibilidad táctil de las nuevas pantallas no permite saber si se ha activado una tecla y por eso la mantienen apretada mucho tiempo”, explica Francisco Pavón, profesor de nuevas tecnologías en el Aula Universitaria de Mayores de la Universidad de Cádiz (UCA).
Por esta razón, Vega y el resto del equipo decidieron que en su ‘launcher’ las pulsaciones largas no tuvieran asignada ninguna función adicional. “En Android si tocas el icono de una aplicación esta se abre, pero si lo mantienes pulsado varios segundos aparece la opción de eliminar o desinstalar”, aclara.
Para pensar el esquema de este tipo de interfaces alternativas, es importante tener en cuenta las costumbres o posibles problemas que puede tener la gente mayor a la hora de manejar un dispositivo táctil. Otra adaptación pensada para que Simplé fuera más intuitivo es la de retorno automático. “Al finalizar una acción o trascurrido un tiempo de inactividad frente a algún texto, como un mensaje, era más cómodo y lógico que el móvil volviera a su pantalla de inicio y dar esa actividad como acabada”, dice el canario.
Aunque actualmente el proyecto está parado -“somos estudiantes y el tiempo que empleamos en la universidad nos impide desarrollar un trabajo de estas dimensiones”- la idea de estos jóvenes es un ejemplo de las directrices a seguir para adaptar un terminal a los requerimientos de aquellas personas a las que puede costarles lidiar con uno convencional.
Simplicidad y aplicaciones para fines concretos
Sin abandonar la línea de la sencillez, una aplicación que vale tanto para Android como para iOS es Silverline, que permite dejar unos iconos básicos en la pantalla del teléfono, como la cámara y la agenda, y añadir algunas aplicaciones extra. Dispone de un sistema de avisos para recordar a quien lo necesite que debe tomarse la medicación y un geolocalizador para ubicar al portador del móvil.
Otra opción es instalar Kytephone. Mediante esta herramienta puede verse en otro dispositivo la ubicación del portador del móvil, limitar el uso de algunas aplicaciones o diseñar una agenda adaptada para la persona que vaya a usarlo. Aunque en teoría está pensada para niños, también se adecúa a las necesidades de un adulto de avanzada edad.
Además de las simplificaciones, hay herramientas que responden a necesidades más específicas. Un ejemplo es VoiceOver, para iOS, que nombra de viva voz el icono que se ha pulsado; y su análogo para Android, TalkBack, que comunica al usuario qué elemento de la pantalla se ha seleccionado.
Existe también un calendario para tomar la medicación, MediSafe, que avisa con una alarma a la hora indicada; o Prime Alert, una especie de sistema de emergencia que puede activarse manualmente o automáticamente cuando el dispositivo no ha registrado ningún movimiento durante un largo periodo de tiempo, cuando sufre varios zarandeos bruscos o si los cascos se desprendan violentamente. Se le puede indicar que haga sonar una alarma, o que haga una llamada de emergencia o envíe mensajes de texto a ciertos contactos de la agenda.
Si, además de las aplicaciones, buscamos un teléfono ya de por sí adaptado a las necesidades de los más mayores sin renunciar a las ventajas de un ‘smartphone’, existen varias opciones disponibles en el mercado y otras que están por llegar. La mayoría de las empresas que fabrican estos móviles son menos conocidas que los grandes gigantes tecnológicos como Samsung o el mismo Apple.
El Emporia Life Touch, el PhoneEasy 740 de Doro o el SmartConnect de la compañía francesa Kapsys son algunos ejemplos. En general, todos los modelos presentan características similares: sistema operativo Android, teclados desplegables y pantallas que muestran un número limitado de grandes iconos que se disponen según las preferencias del usuario. En el Mobile World Congress del año pasado, Fujitsu dio a conocer el Stylistic S01, que vibra cuando se selecciona una opción.
Si preferimos las grandes empresas de siempre, habrá que esperar un poco más. En febrero, Samsung presentó un teléfono táctil simplificado, el Galaxy Core Advance. El 'smartphone', que tiene un escáner óptico que reconoce los textos escritos y los lee en voz alta, ya está a la venta en Corea. Lo que todavía no está claro es cuándo aterrizará en las tiendas españolas (si es que aterriza).
El último paso: ¿cómo se utiliza?
Después de elegir el móvil, viene otra parte igual o más importante: el aprendizaje. “No hay nadie incapacitado para asimilar cómo funcionan los ‘smartphones’ y utilizarlos”, asegura la investigadora de la UOC. Fernández-Ardèvol señala que hay varios factores que influyen en el proceso. “Además de los problemas de usabilidad, un aspecto importante es que los adultos nos frustramos y si vemos demasiados problemas lo acabamos abandonando”, indica.
La experta cree que, independientemente de la edad, el contacto previo con otras tecnologías determinará en gran medida si una persona tiene un mapa mental aproximado de cómo va a funcionar un dispositivo. “Dependiendo del grado de uso de otros teléfonos móviles, tabletas o incluso ordenadores, les costará más o menos aprender a utilizar uno nuevo”.
Pavón coincide con la experta a la hora de establecer esta diferenciación en el aprendizaje. “En los siete años que llevo dando la asignatura de nuevas tecnologías para mayores he encontrado a personas que manejan el móvil mejor que yo y otras que solo lo utilizan si de verdad le ven una utilidad”, cuenta el profesor.
Otro aspecto es el del miedo a romper el aparato. En este caso, Fernández-Ardèvol compara la situación con la experiencia de un niño. “Mientras que los más pequeños ponen los dedos en la pantalla sin miedo y exploran, en los adultos aparece una actitud de precaución, de ‘para no estropearlo mejor no toco’, que previene el aprendizaje”. Así, solo cuando superan esa reticencia hay un avance real en el conocimiento del dispositivo.
Una pieza clave para que de verdad se decidan a hacerse con un teléfono inteligente o utilizarlo es la motivación, que puede llegar por varios caminos. “Uno de los motivos es la presión social”, dice la investigadora. Este fenómeno se ve influenciado por los círculos más cercanos, tanto los familiares como los de amistad. “Cuando a tu alrededor todas las personas de tu edad empiezan a tener ‘smartphones’ y a usar WhatsApp, tú también quieres tener uno para no sentirte excluido”.
Del lado de la familia, destaca especialmente el papel de los parientes más jóvenes. “En clase siempre he tratado de buscar un objetivo, como puede ser ponerse en contacto con los hijos, los nietos o familiares que están en el extranjero”, indica Pavón. Según el experto de la UCA, el WhatsApp puede resultar una herramienta muy útil para acercarse a estas personas y recibir fotos o “el vídeo de cómo su nieto se tomaba la última papilla”, porque lo que motiva a los mayores es la satisfacción de que utilizar las nuevas tecnologías les sirva para algo.
Además, los familiares “suelen ser los que le regalan el dispositivo, lo configuran o resuelven dudas”, afirma Fernández-Ardèvol. Esta complicidad entre jóvenes y mayores puede ayudar especialmente en el proceso de aprendizaje. “Las relaciones intergeneracionales son importantes en este sentido; la confianza que tienen en sus nietos, que son nativos digitales”, asegura el profesor gaditano. El secreto parece estar en tener paciencia y no utilizar términos complicados como ‘hardware’ o ‘software’ que son difíciles de comprender. “Hay que ir paso a paso y asentar cada objetivo conseguido”, prosigue Pavón.
Algunas características de los teléfonos, como la multitarea, pueden resultar también complicadas para los mayores que nunca antes los han utilizado. “Provocan desorientación y no saber exactamente lo que se está haciendo o cómo volver al inicio”, señala docente. El miembro de la UCA explica que una de las mayores recompensas que encuentran sus alumnos es simplemente darse cuenta de que son capaces de hacer una tarea en el teléfono y de que controlan el aparato.
En cualquier caso, hay una barrera que construye la propia sociedad y que, como afirma la investigadora, se ve reflejada en los medios de comunicación. “Existen prejuicios sobre cómo lo hace una persona mayor y gente que asume que no aprenderá, sin darle la oportunidad de que pruebe”, señala Fernández-Ardèvol. “A veces se da a entender que el abuelo no se entera de nada e igual resulta que se entera de mucho, pero como creamos esa idea determinados colectivos de mayores acaban evitando los teléfonos y así no encuentran los usos que realmente les son útiles”, continúa.
Para desechar estas teorías agoreras, nada mejor que aceptar los retos y desafíos de las nuevas tecnologías, y darles a los mayores la oportunidad de utilizarlas. Como dice la investigadora, “por qué no van a tener un teléfono con pantalla táctil donde puedan utilizar WhatsApp o mirar el mapa cuando tengan que ir a algún sitio”.
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