Marc Seguí regresa a Mallorca: “Llega un momento en el que te das cuenta de que vas corriendo y es algo que no quiero hacer”
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“Quiero que todos los pasos que dé sean con confianza”. Marc Seguí (Palma, 1998) lo tiene claro y atiende a elDiario.es con la calma que lo acompaña en esta etapa, un momento de reflexión profunda justo antes de cerrar su No tengo prisa Tour en Es Gremi, Mallorca, su isla natal. Aunque la gira se despide de los escenarios, para él esto no es un final, sino una continuidad de un proyecto que sigue vivo. La idea de no tener prisa se refleja en todo: desde su música hasta la manera en que organiza sus días, la forma en que prepara cada concierto y cómo se relaciona con su familia y amigos. Es la calma de quien ha aprendido a valorar cada paso en su carrera y en la vida, y que quiere que cada decisión, cada canción, cada instante, esté tomada con confianza y sin precipitación.
Mallorca marca la diferencia en la rutina diaria de Marc. Lejos del frenesí de Madrid, donde el trabajo, la producción musical y los compromisos marcan la agenda, su isla le devuelve a un ritmo más pausado, más natural. Aquí, Marc recupera la cercanía de su familia y de sus amigos, y dispone sus días con rituales que le permiten protegerse y cuidarse. Los días de concierto, por ejemplo, tiene reglas que se traducen como estrictas: levantarse temprano, hacer algo de deporte y cuidar la voz cual elemento delicado que necesita protección. “Al mínimo despiste… uno se puede resfriar con facilidad y en especial afectar a la voz”, explica, recordando que incluso un pequeño descuido puede afectar el rendimiento sobre el escenario. Esta disciplina no es obsesión, sino un modo de “pisar firme”, de mantenerse íntegro y saludable, consciente de que su voz es el instrumento que lo conecta con el público.
Un trayecto muy largo
La clausura de la gira en Es Gremi tiene un significado especial. Para Marc, no es un adiós, sino un nuevo capítulo: la etapa de ‘No tengo prisa’ aún continúa. En los últimos conciertos por algunas salas españolas, el público acudía a escuchar las canciones de su disco, que nació de un “respiro muy grande”, de la tranquilidad de poder experimentar sin presión, y de un mundo visual que complementa la música de forma inseparable. “Más que el final de etapa, es el inicio de una trayecto muy largo y de cierre de gira, sí, pero también la antesala de conciertos y festivales donde trataré de dar algo nuevo al público”, asegura. Tiene canciones nuevas guardadas, proyectos que aún no ha decidido cómo desvelar. Todo está pensado con calma, la misma que desprende el artista durante esta entrevista, porque quiere que cada paso encaje perfectamente en su cabeza, sin ceder a la prisa ni a la presión externa. Su madre, acostumbrada al ritmo frenético de años anteriores, a veces se sorprende al verlo tan pausado y le pregunta si está bien. Él sonríe, consciente de que la calma también desconcierta cuando hemos acostumbrado a los demás a nuestra premura inquietante.
Sin embargo, esa serenidad se transforma justo antes de salir al escenario. En el backstage, Marc es un torbellino contenido: nervioso, concentrado y aislado. “No quiero ver a nadie, no quiero que nadie me hable, solo quiero que arranque el concierto”, confiesa. La serenidad solo llega cuando pisa las tablas y observa a su público: “Hasta que no empieza el concierto y veo que está todo bien no me tranquilizo. Ves, esa calma de la que hablo y ahora practico más, todavía no me la he podido aplicar”. Antes, en giras anteriores, la emoción podía ser tan intensa que parte de la noche se le escapaba de la memoria, algo que acaso le puede recordar a uno a ese momento de máxima excitación o shock vital que cuando quiere recordarlo a posteriori no es capaz. Ahora ha aprendido el cantante a equilibrar concentración y disfrute, manteniendo la presencia y el gozo del momento sin perder la conexión con el público.
El sonido del tour refleja la evolución artística de Marc. La mezcla de pop urbano, electrónica y emoción se integra en una propuesta que respeta su identidad. “Nunca se va a perder mi manera de escribir ni mi manera de hacer melodías, juntamente con mi voz”, asegura a este medio. Su banda, la que le acompaña, se ha adaptado a esta nueva dimensión: teclas, electrónica, batería que alterna con percusión, y guitarras que aparecen en momentos concretos. Todo ello invita a un directo fresco, potente y emocional, donde cada detalle sonoro refuerza la personalidad de Marc como creador, dejando claro que explorar nuevos géneros o acaso, llamémosles colores de música, no significa perder la esencia.
Caminatas diarias, sosiego y un can como escolta
Su proceso creativo es minucioso y perseverante. Es habitual que escriba de noche, trasnochando cuando los plazos aprietan, pero siempre priorizando la tranquilidad y el tiempo de reflexión. En Madrid, suele entrar al estudio sobre las doce del mediodía e irse a eso de las ocho de la tarde (a veces le dan las diez), y no duda en detenerse cuando nota que solo continúa componiendo por la inercia de crear y crear. “A veces hago diez canciones para que me guste una”, confiesa. Ha grabado en los estudios de Warner Music o Metropol, pero ahora, su propio estudio, cerca de Puerta del Ángel, se ha convertido en un refugio de creación donde llega caminando cada día acompañado de su perro Fideo, un chihuahua al que el mallorquín le atribuye atributos humanos al definirlo como “encantador”.
De regreso a casa, recorriendo a pie las calles de la capital y con el can de escolta, el cantante repasa grabaciones, analiza lo que tiene potencial y decide con cuidado qué letras merecen ser rescatadas para seguir adelante. Cuando necesita dejar reposar la mente o cuando la letra compuesta en el estudio no es de su agrado al cien por cien, recurre a sus dos comodines de la llamada, a su madre y a su núcleo duro de amigos.
La familia ocupa un lugar central en su vida y en su narrativa. Hace pocos días, al aterrizar en Mallorca, sus abuelos paternos lo recibieron en el aeropuerto con abrazos y emoción incluidos, que quedaron inmortalizados en Instagram. Ese gesto, con el “pasa el tiempo rápido” de su abuelo, acaso hila con los versos del poeta de la Generación de 1950 Jaime Gil de Biedma quien escribió “que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / - como todos los jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante”, evocando entre otras cosas la voz de quienes recuerdan que la juventud no se repite. Sirvan estas líneas también para recordar y recomendar las buenas versiones que hicieron de ese poema Joan
Manel Serrat y Miguel Poveda. “Tengo una familia muy bonita y a mis ojos es perfecta; no cambiaba nada ellos”, dice Marc Seguí orgulloso. Su madre siempre creyó en él, incluso antes de que él mismo lo hiciera, mientras que su padre, más prudente en los inicios de su carrera, ahora lo llama “flipando” y sacando pecho de los éxitos. Sus abuelos, que cantaban en misa, viven este “tinglado” musical como un regalo. Marc recuerda un concierto en Palma, durante las fiestas de Sant Sebastià, en el que estaban tan emocionados que poco les faltó para beberse un cubalibre…aunque ya sabemos que la edad apremia.
La infancia de Marc también está llena de historias que marcaron su carácter. Era un pieza en el colegio, o acaso la palabra pillín suena más ajustada. Jugaba a fútbol en el Santa Catalina Atlético y un día se le ocurrió la brillante idea de falsificar sus malas notas para que no lo sacaran de ese su deporte favorito tras haber suspendido nueve materias. “Me encontré a mi padre cara a cara en el instituto y pensé: ahora sí que se ha liado”, recuerda con la boca pequeña pero sin perder la perspicacia que lo caracteriza. Con todo, y antes de que el éxito llamara a su puerta, Marc Seguí presume hoy de no haber sido nunca un nini: trabajó en tiendas de ropa en Palma a la vez que escribía canciones y posteriormente se trasladó a Londres para hacer de friegaplatos. Allí, el clima de la ciudad y la frialdad de algunas de sus gentes no hicieron que se llevara un buen sabor de boca, a pesar de ensalzar a toro pasado cuánta diversión e interés pueda llegar a ofrecer la capital inglesa.
La música de Marc frente a una fatal determinación
Entre amistades y recuerdos, el autor de títulos como Tiroteo, No tengo prisa o 360 rememora un momento hilarante junto a otro artista, Marquitos (antes Oddliquor), con quien en el set de grabación ha compartido carcajadas interminables, imitaciones y bromas que aún guarda con cariño. Y es que algunos momentos o personas nos marcan para siempre. Como cuando recaló el cantante en México, donde tras un concierto una chica se le acercó para confesarle que había intentado suicidarse varias veces y que su música fue el punto de inflexión que la hizo quedarse con el resto de los mortales y, por tanto, no tomar esa fatal determinación. Marc la abrazó, comprometido y reflexivo sobre la importancia de crear canciones que acompañen y no defrauden.
Preguntado por su yo adolescente y por si este lo viera hoy actuar en este último show del tour, Seguí cuenta que se quedaría en silencio durante el momento más íntimo del directo, ese instante mágico en el que se unen piano (con manos de Kevin Díaz) y voz. “Es un momento en el que toda la sala está en silencio y el público se pone a reflexionar sobre lo que dice el artista”, añade en ese juegos de espejos entre pasado y presente. Ese instante sería el que más le impactaría al intérprete y el que le haría pensar qué bonito lo logrado.
La rutina de Marc Seguí ya está pautada para este viernes, la última noche de la gira: madrugón, buen desayuno, deporte, regreso a casa y reposar mente y voz antes de la gran noche. Esa tranquilidad refleja en una promesa también la filosofía vital del virtuoso: “Si algún día no consiguiera un euro de la música, seguiría queriendo superar mi proyecto y hacer nuevas cosas”. No tiene prisa, no necesita acelerar; quiere que cada paso sea con confianza, tenacidad, tiempo y sentido. Para cerrar, cuando se le pide terminar la frase: “No soy la persona que la gente cree cuando me ven…”, lo tiene claro: “Delante de una cámara”. Necesita intimidad, cercanía, un entorno cómodo. ¿Y quién no? Por eso este final en Es Gremi no se siente a final; se siente a retorno, a raíz, a escena de comienzo: donde empieza la siguiente.
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