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La desesperada búsqueda de oncólogos en Ibiza y Formentera: “Mi médico me entendía con una mirada, pero se ha ido”

Joan Sánchez Roca, Pep Serra y Pilar Noguera, enfermos de cáncer.

Pablo Sierra del Sol

Formentera —

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No es extraño que las malas noticias lleguen de dos en dos: cuando le detectaron un tumor en el colon, Pilar Noguera tenía a su marido hospitalizado en Son Espases (Mallorca). “Él acababa de pasar por un cáncer de huesos y debían operarle del corazón. No lo superó. Me recomendaron que no fuera a Mallorca porque estábamos en plena pandemia y, por mi edad, era peligroso que saliera de casa, pero como vi que la cosa estaba mal decidí viajar para acompañarlo”, recuerda esta ibicenca un par de años después de quedarse viuda.

En ese tiempo ha entrado dos veces en el quirófano –primero, el colon; después, el hígado, donde se expandió el cáncer– y ha recibido un tratamiento de quimioterapia. Pilar tiene claro por qué ha podido soplar ochenta y una velas en su último cumpleaños: “Tuve la suerte de conocer a Iker [López], el oncólogo que me tocó. Pero, durante la quimio, que la fui superando bastante bien, él se fue de vacaciones y ya no volvió. Decidió marcharse del hospital. Me pusieron otra doctora. He ido mejorando pero el vínculo que tenía con el primer oncólogo era especial. Con una mirada entendía cómo estaba. Cuando cambias de médico tienes que comenzar la relación desde cero”. 

El médico al que menciona Pilar es uno de los tres especialistas de Oncología que desde que empezó la pandemia han abandonado Can Misses, el hospital de referencia para las 160 mil personas que viven en Ibiza y Formentera.

Joan Sánchez Roca –metástasis en los pulmones detectada en octubre de 2018; “imposible operarla”; un carrusel de problemas de salud derivados y sesiones de quimioterapia desde entonces; con cuarenta y ocho años tuvo que dejar su trabajo (responsable de logística en una empresa de paisajismo) y vive de la pensión que le ha quedado por su enfermedad– conoce de cerca esta realidad. Hasta la pasada Semana Santa, el oncólogo que le trataba era Sergio Sánchez Cerrato. Después de una década en Ibiza, este médico decidió pedir el traslado a Canarias. Había sido el último responsable del servicio, “pero se le veía quemado, no lo escondía”, explica Joan.

“Todos hemos lamentado su marcha. Llevaba tiempo diciendo que se quería ir. Se quejaba de la sobrecarga de trabajo”, dice su antiguo paciente. Desde la marcha del doctor Sánchez Cerrato, Joan ha tenido tres citas con dos oncólogos distintos y, además, sigue yendo al hospital cada tres semanas para que le inyecten los medicamentos que deben evitar que el cáncer campe a sus anchas por su cuerpo. “Mientras se quede en los pulmones no me quejo”, dice.

A pesar de su delicado estado de salud, agravado por una diabetes que le está afectando a la vista, Joan dice que este baile de galenos “es todavía peor para los enfermos que estén en la fase de diagnóstico o comenzando su tratamiento. En las primeras escenas 'de una historia que se hace larguísima' el paciente no entiende nada y lo peor es que pueda sentirse 'como una pelota de pimpón”. “No tengo ninguna queja de los médicos que me han visto desde que se marchó Sergio, pero necesitas que enfrente esté alguien que te dé confianza”, cuenta, “y que te conozca más allá de tu historial”. Si yo no me he rendido ha sido gracias al trato tan humano y cercano que me han dado mi médico de cabecera y mi oncólogo“, añade.

Lo peor es cuando los enfermos que están en la fase de diagnóstico o comenzando su tratamiento se sienten como una pelota de pimpón

Joan Sánchez Roca Enfermo de cáncer de pulmón

Los oncólogos que han visto a Joan –y también a Pilar, y a muchos de los cientos de enfermos de cáncer que tienen su tarjeta sanitaria en el Àrea de Salut de las Pitiüses– viven y trabajan en Mallorca. Cuando Sánchez Cerrato se marchó, de las cinco plazas con las que cuenta el servicio solamente estaban ocupadas dos, además de la psicóloga que atiende a los pacientes oncológicos. Una de ellas, además, con una reducción de jornada del 25 por ciento. El panorama no era nuevo; incluso había habido momentos más insostenibles.

Como cuando en diciembre, debido a un cúmulo de bajas y vacaciones, el propio Sánchez había tenido que trabajar solo durante más de un día. “Mañana, tarde, planta, guardias y todo lo que tocara. Él solo. Fue el punto más chungo por el que hemos pasado”, explica Susana Ribas, representante en Balears de la Asociación Española de Cáncer de Mama Metastásico.

Desde el Àrea de Salut reconocen que aunque “no hay lista de espera en Oncología porque los casos que llegan de urgencia se atienden”, la falta de médicos “sí ha afectado a las consultas de revisión”. “Creo que no se tiene en cuenta que un mes de retraso en una cita o una resonancia es muchísimo tiempo para un paciente o su familia”, dice Maribel Martínez, presidenta de la Asociación Pitiusa de Ayuda a Pacientes de Cáncer (Aapac). 

Vuelven las consultas presenciales con una nueva oncóloga

Para evitar que el problema se agravase, entre febrero y mayo, “hubo que recurrir a soluciones imaginativas”. Con estas palabras describe Francesc Miquel Albertí, subdirector de Atención Hospitalaria en la Conselleria de Salut, a la decisión de trasladar a dos oncólogos desde Son Llàtzer (Mallorca) para que atendieran las citas de Can Misses (Ibiza) y el servicio no colapsara. Los médicos iban cambiando, no eran siempre los mismos. Utilizaban sus días libres para viajar: así la asistencia en el hospital mallorquín no se resentía.

Pese al refuerzo, las consultas con los pacientes de cáncer de Formentera tuvieron que hacerse por vídeo llamada. Este jueves 16 de junio pudieron reactivarse como consecuencia de los últimos movimientos que se han producido en el Ib Salut. En paralelo, ha habido varias reuniones entre la Conselleria que dirige Patricia Gómez y las asociaciones pacientes de cáncer, unos colectivos que no han dejado de protestar y reivindicar la falta de medios humanos que sufre el departamento de Oncología en las Pitiüses.

Hace dos semanas, Can Misses se reforzó con una nueva oncóloga, procedente de Son Llàtzer, y desde el Àrea de Salut aseguran que la búsqueda de dos facultativos más para completar el servicio no se detiene. “Creo que se están haciendo muchos esfuerzos, pero también considero que se ha reaccionado tarde: no hacía falta esperar a que viviéramos una situación dramática. Me gustaría pensar que un día aparecerán esos oncólogos. Es complicado que decidan vivir en Ibiza”, dice Susana Ribas.

“Damos un pasito adelante y dos para atrás. No podemos olvidar que el cáncer es una enfermedad que se alarga mucho en el tiempo. El factor emocional de los pacientes es básico. Es primordial que se sientan seguros, arropados. Todo el mundo tiene derecho a ser bien atendido por la Sanidad pública, da igual que viva en Menorca, Mallorca, en Ibiza o Formentera: aquí siempre estamos con el mismo problema”, opina Maribel Martínez. Una campaña iniciada por Aapac en una plataforma de internet ha recogido casi 50 mil firmas para pedir más calidad asistencial para los pacientes oncológicos en los hospitales de las Pitiüses.

El factor emocional de los pacientes es básico. Todo el mundo tiene derecho a ser bien atendido por la Sanidad pública, da igual dónde viva

Maribel Martínez Presidenta de la Asociación Pitiusa de Ayuda a Pacientes de Cáncer

Vuelos desde Mallorca

Mientras tanto, los vuelos interislas siguen siendo una solución provisional que, sin embargo, se alarga en el tiempo por falta de alternativas.

“En Son Espases, acabamos de contratar a dos oncólogos que, además de trabajar aquí, se desplazarán todas las semanas a Can Misses. Se trata de una alianza estratégica entre los dos hospitales. Hemos optado por esta decisión porque cuesta encontrar oncólogos que quieran vivir en Ibiza. Es cierto que hubo un momento en que la oncología en las Pitiüses se quedó en una situación un poco precaria, pero no se ha dejado de trabajar para que la población esté bien atendida”, dice el subdirector de Atención Hospitalaria.

Los especialistas –dentro de su turno laboral, no trabajando horas extra– cubrirán cinco jornadas en las Pitiüses. Cada semana, uno de los oncólogos viajará a Ibiza para trabajar dos turnos seguidos (mañana y tarde), dormirá en la residencia para sanitarios que alberga Can Misses y, antes de volver a Mallorca, hará otro turno en horario de mañana. El otro refuerzo vendrá de Palma en el primer vuelo de la mañana y se marchará a última hora del día para poder encajar dos jornadas. Francesc Miquel Albertí explica que estos dos profesionales deberían reforzar el servicio “como mínimo durante un año” y que, aunque pasarán a formar parte de la rotación del servicio de Oncología de Son Espases, “se intentará que no roten” para que se desplacen siempre los mismos profesionales.

El precio de la vivienda, un freno

Balears tiene cuarenta y cuatro plazas de Oncología en la Sanidad pública. Treinta y tres están en Mallorca, cuatro en Menorca y las cinco restantes están destinadas a atender a los ibicencos y formenterenses que desarrollan una enfermedad que, pese a los avances, fue en 2021 la tercera causa de muerte más común en España: 47.220 personas (el 21 por ciento del total de defunciones a nivel estatal). Dividiendo los especialistas entre los habitantes de cada isla, hay un oncólogo por cada 24 mil menorquines, 27 mil mallorquines y 32 mil pitiusos.

La ratio más grande se da, precisamente, en las islas donde más complicado es que los sanitarios echen raíces. Varias razones lo explican, dos, principales, se entrecruzan. Los precios del mercado inmobiliario en Ibiza triplican los de Menorca. Solamente los sanitarios de Formentera ingresan unos pluses de residencia comparables a los que cobran los funcionarios que viven en las islas más pequeñas de Canarias. Los sindicatos consideran esencial la subida de este complemento para fidelizar a los profesionales y evitar fugas que afecten seriamente a servicios tan básicos como el de Oncología.

“Si no invertimos nuestros impuestos en las cosas –buena educación y buena sanidad– que realmente importan no vamos a ninguna parte”. Pep Serra Guasch no puede esconder su enfado cuando piensa en el déficit de médicos especializados en tumores que sufren la isla en la que vive (Ibiza) y la isla en la que nació (Formentera). Sabe de lo que habla: cada año debe pasar revisión para confirmar que el cáncer de próstata que superó no ha vuelto a molestar. Se lo diagnosticaron en un reconocimiento médico que se hizo en el trabajo después de “dos años de analíticas extrañas” que nadie sabía explicar.

“El primer avión de los lunes iba lleno de enfermos de cáncer”

La vida de Pep dio entonces un vuelco: tenía cincuenta y siete años y era director comercial de una compañía que agrupaba pequeños supermercados y negocios de alimentación, pero tuvo que priorizar su salud. Decidió operarse de urgencia en un centro privado de Barcelona. Meses después, en septiembre de 2014, las pruebas constataron “que no había quedado limpio”. Él fue uno de los últimos pitiusos que se vieron obligados a viajar a Palma para recibir radioterapia. De lunes a viernes durante tres meses cogía un avión a primera hora de la mañana y volvía a la hora de comer.

“El primer avión de los lunes iba lleno de enfermos de cáncer. Yo prefería ir y venir cada día pese a tener que pagarme los vuelos porque para mí dormir en casa era fundamental. Me daba tranquilidad saber que por la tarde, si me encontraba bien, podría jugar un rato con mi nieto. Otros pacientes se quedaban en Palma, en casa de algún familiar, si tenían esa posibilidad. A cambio el Govern solamente nos daba 17 euros de dieta cada día. Nunca me quejaré del trato que me dieron en Mallorca, fue exquisito, cariñoso y profesional, pero no entiendo cómo tardamos tanto en tener ese servicio en Ibiza”, recuerda Pep. 

El Govern invertirá 2,5 millones en ampliar la plantilla

En la Navidad de 2015 el acelerador lineal de partículas llegó al hospital ibicenco, que había inaugurado sus nuevas instalaciones nueve meses antes. Una plataforma ciudadana creada ex profeso llevaba años reivindicándolo. Las Pitiüses dejaron de formar parte de las zonas de España (las provincias de Teruel, Soria o Palencia, por ejemplo) situadas a más de una hora de distancia del tratamiento de radioterapia más cercano. Un lustro antes, Can Misses solamente tenía a dos oncólogos en plantilla, número que fue aumentando durante los años siguientes con la idea de consolidar un servicio que pudiera contar con especialistas en diferentes tipos de cáncer.

Sin embargo, la realidad económica y demográfica de Ibiza y Formentera afecta directamente a los recursos humanos con los que cuentan los dos hospitales y los siete centros de atención primaria de estas dos islas. La Conselleria de Salut anunció en marzo que durante los próximos años invertirá 2,5 millones de euros en ampliar la plantilla en cuarenta sanitarios más. También se ha comprometido a que, para garantizar la continuidad asistencial, los oncólogos del hospital de referencia serán siempre los mismos.

“Que los oncólogos o cualquier sanitario no quieran venir a Ibiza”, reflexiona Pep Serra Guasch, “es la misma historia por la que muchos restaurantes no encuentran camareros este verano. Oiga, si usted les paga lo suficiente, ya verá cómo encuentra médicos. El cáncer llama mucho la atención porque hay asociaciones y personas metiendo mucha caña, pero las listas de espera [en la Sanidad pública de las Pitiüses] son las que son. Para que te vea un cardiólogo puedes esperar tranquilamente tres meses”.

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