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Prince William, el mítico pub de Magaluf en peligro tras la demolición de un hotel ordenada por PP y Vox

El Prince William es un pub que llevaba trabajando casi sin interrupción en Magaluf desde 1982 hasta que el derribo del Hotel Teix obligó a los dueños a cerrar.

Pablo Sierra del Sol / Francisco Ubilla

Mallorca —

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La grúa muerde el hormigón y fragmenta lo que una vez fue sólido. El voladizo de la última parte del edificio que sigue en pie salta por los aires cuando lo presionan las tenazas de la gran máquina amarilla. Los cascotes caen sobre la montaña que ha crecido, metro a metro, desde que empezó la demolición a principios de noviembre. Una parte de la memoria del boom turístico mallorquín se entierra bajo los escombros: en menos de un mes se han desvanecido sesenta años de vacaciones. 

El Ajuntament de Calvià, gobernado por PP y Vox, decidió a principios de 2025 comprar un hotel –construido en 1963 y bautizado con el nombre de uno de los picos de la Serra de Tramuntana: Teix– para derribarlo. El objetivo, afirman los comunicados de prensa municipales, es “esponjar” –es decir, abrir espacios en zonas de alta densidad urbana– en una zona consagrada durante décadas al turismo de borrachera: Magaluf. La operación se cifró en seis millones de euros y está financiada con fondos europeos. Incluye la compra de otro establecimiento, más pequeño y también en desuso, y ha generado polémica. El equipo de gobierno –que no ha respondido a las preguntas de elDiario.es– enmarca estas demoliciones hoteleras –las primeras datadas en el siglo XXI– en la reconversión –menos plazas hoteleras, hoteles de más estrellas– de un municipio con prácticamente las mismas camas turísticas (51.000) que habitantes (53.000).

Calvià es un monocultivo turístico donde chocan realidades antagónicas, repartidas en una veintena de núcleos de población muy diferentes. Posesiones millonarias en el monte, urbanizaciones de lujo en la costa, ristras de adosados pensados en su momento para la clase media, y bloques de pisos y apartamentos, en tercera y cuarta línea de mar. Encajonados entre hoteles y construidos en los sesenta, setenta y ochenta, hoy se venden a casi 7.000 euros el metro cuadrado

Parcela donde se encontraba el Hostal Colón, cerrado desde hace años, y adquirido por el Ajuntament de Calvià, con fondos europeos, para construir un aparcamiento.

Esta burbuja inmobiliaria provoca una lista de espera interminable: hay 1.300 vecinos de Calvià buscando una vivienda pública en el registro del Institut Balear de l’Habitatge (IBAVI). Este organismo autonómico sólo gestiona actualmente 25 pisos de alquiler social. Tiene otras 36 “en tramitación”, como explican desde la Conselleria d’Habitatge del Govern. “La previsión” es que “las obras comiencen en 2026”. Esa promoción del Institut Balear De La Vivienda (IBAVI) se construirá en Peguera. El mismo tramo de costa donde se alzaba el Hostal Colón. Así se llama el otro establecimiento hotelero que compró el Ajuntament de Calvià. Tras derrumbarlo, en ese solar, rodeado de edificios, PP y Vox proyectan “un aparcamiento” donde apenas entrarán catorce coches.

Políticas sociales olvidadas

“Habría sido mejor que esos dos hoteles, ya que estaba construido, en vez de derribarlo, se hubiera dedicado a hacer vivienda social con una buena rehabilitación”, dice Ángela Pons, portavoz mallorquina de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Y prosigue: “Ahora mismo, las promociones de vivienda [de precio limitado] que está desarrollando el Govern son inasequibles para el perfil de personas a las que ayudamos desde nuestra plataforma. En los noventa sí que se hicieron algunas promociones para obreros en Calvià, pero, luego, como en todos los municipios, las políticas sociales se olvidaron. Hablamos de uno de los municipios más caros, para alquilar o comprar una vivienda, de España… y más ricos”. 

Motivos similares son los que esgrime Nati Francés, concejal del PSIB, único partido de la oposición en el Ajuntament de Calvià, para criticar la demolición de los hoteles:

–Si están llevando a cabo este proyecto es gracias al trabajo que hizo Iago Negueruela como conseller de Turisme durante el pacto de progreso para conseguir fondos europeos que se pudieran destinar a comprar hoteles u hostales para cubrir necesidades que en ese momento tuviera la ciudadanía. Las 99 VPO que han entregado, con mucho retraso, en Santa Ponça y que se construyeron con fondos municipales [se presupuestaron 14 millones de euros] también es un proyecto que les dejamos en la legislatura pasada. El esponjamiento como apertura de espacios está muy bien en momentos en los que no hay otras necesidades. Si al grupo socialista nos preguntan ahora, hombre, habría que pensar en clave de vivienda. 

A excepción del período 2003-2015 (con los mandatos de Carlos Delgado y Manuel Onieva), Calvià fue uno de los feudos más fiables para la izquierda mallorquina. Hoy es un espejo de su fracaso. Hace dos años, en las últimas municipales, Podem, Esquerra Unida y Més per Mallorca decidieron romper su coalición electoral. Sacaron, en dos listas, los mismos votos que habían obtenido, juntos, en 2019, pero perdieron su representación pese a que, debido a un aumento poblacional que no cesa –los habitantes se han multiplicado por veinte en Calvià desde los años sesenta– el pleno repartía dos asientos más: pasaba de 21 a 23 con concejales. Los dos regidores que aquel pacto progresista sacó en 2019 se fueron al PSIB, que rozó la mayoría absoluta. No la consiguió, faltó un voto en la investidura. La pinza PP y Vox –ocho más cinco, trece concejales– sí sumó y Juan Antonio Amengual Guasp –consultor turístico y ex director de hoteles– se convirtió en el tercer alcalde conservador del municipio.

Una grúa culmina la demolición del Hotel Teix durante la primera semana de diciembre.

Para Alfonso Rodríguez Sánchez, coordinador de Esquerra Unida, que considera “un grave error la división de la izquierda en las elecciones”, el equipo de gobierno actual “no tiene política de vivienda”. “Más allá de los eslóganes que salen en prensa, no existe porque no tienen interés en que haya vivienda pública en el municipio. Ha habido una dejación de competencias enorme porque el suelo público urbanizable se ha cedido al IBAVI, que está acumulando terrenos y no pone en marcha ningún proyecto. Conozco gente que está totalmente desesperada por los alquileres. Se les acaban los contratos de alquiler y los sacan de los pisos”.

Recoge ese hilo Nati Francés: “Estos hoteles servirían para realizar pequeñas acciones: apartamentos de una habitación, para personas solas, explorar el tema del co-living… ¿Un parking, una plaza que no tiene acceso al mar? No me parece que sean políticas transformadoras. Y luego está el conflicto con los propietarios del pub…”.

El pub de la discordia

El pub se llama Prince William y, bajo los mordiscos de la grúa, anuncia cócteles de nombres exóticos (blue lagoon, pink panther), buena música y mejor ambiente, pero está cerrado. Una situación extraordinaria para un negocio tan clásico –lleva abierto desde 1982– que, ahora, se ha convertido en un obstáculo para los planes urbanísticos de la derecha y la ultraderecha en Calvià. Cuando el equipo de gobierno llegó a un acuerdo de compraventa con los anteriores propietarios –que tenían el hotel cerrado desde antes de la pandemia– tuvieron que asumir un contrato de alquiler –del que no han trascendido detalles en cuanto a su duración– que ha permitido a los dueños del Prince William explotar su pub, una planta baja con acceso independiente situada en la misma parcela que el Teix, cambiando únicamente al casero que, desde el pasado invierno, es el Ajuntament de Calvià.

Según apuntan desde el grupo socialista, en el último debate sobre los presupuestos municipales “se habló de una previsión de ingresos fruto a un alquiler en un hotel de Magaluf: 28.694,88 euros anuales”. Menos de 2.400 euros al mes, “un precio muy competitivo para las dimensiones del local y para lo que se está pagando en la zona”, razona Nati Francés. La concejala del PSIB explica que ha pedido “registros oficiales” para conocer “cómo se hizo la transacción, a dónde se han derivado los ingresos del alquiler recaudados desde la compra del hotel” y en qué situación “está el conflicto con los dueños de un pub”, al que, según ella, los británicos que viven en Magaluf consideran “una institución”. 

El Prince William de los pocos negocios que permanecen abiertos todo el año en Punta Ballena, una pequeña península llena de bares, discotecas, bodegas de licores y locales de streptease que dormita de noviembre a marzo. Además de no conocer la temporada baja, el pub es incansable. Hasta que empezó la demolición, daba servicio todos los días de la semana todos los días del año a casi todas horas: de once de la mañana –sirven desayunos y almuerzos– hasta las cuatro de la madrugada. “Yo entiendo”, dice la socialista, “que los dueños quieren seguir adelante con su negocio, pero el Ayuntamiento no les está poniendo facilidades; todo lo contrario”.

El rótulo metálico del Teix, construido a principios de los sesenta, se desmontó de la azotea y, ahora, el nombre del hotel sólo puede leerse en una puerta lateral que da acceso a la piscina.
Desde que el Ajuntament de Calvià compró el inmueble, los dueños del pub se han convertido en sus inquilinos.

La impotencia de los dueños

Consultados por elDiario.es, los propietarios del Prince William –al que llamaron así porque lo abrieron el mismo año en que nació el primogénito del actual monarca británico, Carlos III–, prefieren “no hacer declaraciones al respecto” hasta que se lo aconseje su abogado. Sí se han manifestado en redes sociales. Desde que empezó a caer a pedazos el Teix –un hotel que ellos mismos gestionaron, entre 1991 y 2011– han dejado varios comentarios –bilingües: inglés y castellano– y han publicado varios mensajes en Instagram. También pueden leerse sobre papel en la puerta del local. Bastante contundentes. El 29 de octubre, previendo lo que estaba a punto de ocurrir, escribieron: “Lamentamos la forma en que el Ayuntamiento de Calvià ha gestionado la situación, pero, por desgracia, no podemos hacer nada al respecto. El cierre es necesario por motivos de salud y seguridad. Todo el personal seguirá cobrando su salario durante este periodo. Nuestro objetivo es reabrir antes de Navidad”. No han podido hacerlo todavía. 

El jueves, 4 de diciembre, subieron un vídeo –unas gaviotas se posan sobre el letrero azul del pub; detrás, el vacío, las últimas paredes rojizas del Teix ya eran escombros– acompañando un mensaje: “Estimados amigos y clientes. Nos complace informarles que, después de un largo proceso, la demolición del hotel contiguo a nuestro pub está ya en su etapa final. Este avance representa un paso muy importante para nosotros y para la seguridad y comodidad de todos. Sin embargo, nuestra fecha de apertura continúa siendo incierta, ya que dependemos de que las autoridades competentes nos otorguen el visto bueno para reanudar nuestras actividades. Agradecemos profundamente su paciencia, comprensión y el apoyo constante que nos han brindado durante todo este tiempo”.

El tiempo esclarecerá cómo se resuelve el embrollo jurídico. Fuentes consultadas por elDiario.es consideran que, ante todo, se “debe respetar el contrato de arrendamiento si el inquilino está al corriente de todos los pagos”. En caso de no esperar a que acabara el contrato, el nuevo propietario –en este caso, el Ajuntament de Calvià– “debería indemnizar”. ¿A cuánto ascendería la compensación? “Sería lógico que los dueños del negocio pidieran a cambio de la extinción del contrato el pago de un promedio de los beneficios declarados durante los últimos cinco años, a excepción de 2020 y 2021” por los contratiempos que representó la pandemia. Hasta que no cayó el hotel, el Covid 19 había sido el único enemigo capaz de secar los barriles de cerveza del Prince William.

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