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Conversación entre Melinda Gates y Chimamanda Ngozi: “Las jóvenes se disculpan menos por ser feministas”

Chimamanda Ngozi Adichie (izquierda) y Melinda French Gates (derecha) durante la entrevista

Lisa Vignol

Madame Figaro —
31 de julio de 2021 21:27 h

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Llevaban un rato mirándose de lejos. Hubieran preferido conocerse “de verdad”, pero su entusiasmo no se vio empañado por las restricciones aún vigentes. «¡Estás muy guapa!», «¡Soy una gran fan tuya!». Esa tarde de junio, con motivo del Foro Generación por la Igualdad –organizado por ONU Mujeres–, que reúne en París al mundo económico, político y benéfico en torno a la defensa de los derechos y libertades de las mujeres, se alegraron por fin de poder hablar, aunque fuese a través de una pantalla.

Melinda French Gates, desde París, y Chimamanda Ngozi Adichie, desde Lagos, pudieron compartir su mutua admiración, sus análisis de una época compleja y sus inquietudes, sin tapujos. La próxima vez, prometen estar cara a cara en la misma habitación.

Chimamanda Ngozi Adichie, incluso antes del nacimiento de su hija, escribió Querida Ijeawele, o cómo educar en el feminismo. Ahora la pequeña tiene 5 años. ¿Es un texto más fácil de escribir que de aplicar?

CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE: Cuando nació mi hija, yo tenía grandes ambiciones en la forma de criarla, intentando no ser la típica “madre loca y feminista”. Me negué a que tuviera muñecas, por ejemplo, simplemente porque cuando yo era niña jugaba con muñecas mientras mis hermanos tenían Legos y puzles, y estoy convencida de que por ese motivo hoy no sé hacer nada con las manos.

Obviamente, cuando fue a la guardería le encantaron las muñecas y tuvo algunas, así que empecé a explicarle que las muñecas, como las princesas, eran poco interesantes. Yo le decía: “Las princesas son muy guapas pero también muy aburridas porque no tienen nada que hacer, solo sentarse y ser guapas. ¿Y qué nos gusta a nosotras? ¡Los superhéroes!”. Hasta ahora, tengo la impresión de que está de acuerdo con esta idea...

MELINDA FRENCH GATES: ¡Tuviste mucha más determinación que yo! Cuando pienso en esa época –mi hija mayor tiene ahora 25 años–, recuerdo uno de mis errores. Ella era muy pequeña y yo ya estaba muy involucrada en temas de salud a escala mundial. Un día, en el salón, le dijo a una de sus muñecas: “Túmbate, tienes sida, te voy a curar”. Le di demasiada importancia a sus juegos en casa, pero ahora, después de todo, es doctora... Quizás no lo hice tan mal, pero en ese momento me sentí muy culpable.

Más tarde, ¿hablaste de feminismo con ella?

M.F.G: Realmente no, pero ella me veía trabajar, incluso durante un tiempo me hizo pagar por ello porque consideraba que no lo necesitaba económicamente, lo cual era cierto. Y después, cuando creció, ¡me dio las gracias por haberle mostrado el camino!

C.N.A: Y a tu hijo, ¿le hablaste de feminismo? Tengo mucha curiosidad por la educación que se le da a un niño. En un mundo ideal, me gustaría tener uno, pero no creo que sea posible...

M.F.G: Hablé mucho con él. Quería saber lo que pensaban él y sus amigos al respecto. Tenemos el deber de concienciar a los niños sobre estos temas porque, aunque se avanza en cuestiones de igualdad, el día de mañana serán directores, ministros de economía, primeros ministros, presidentes... En cuanto a mi hija más joven, de 18 años, su feminismo no se cuestiona, él lo apoya.

¿Tenéis la sensación de que esta generación está más comprometida y es más militante que la vuestra?

C.N.A: Tengo la sensación de que las generaciones más jóvenes, que están apenas saliendo de la adolescencia o entrando en la veintena, se disculpan mucho menos por ser feministas, eso es un hecho. Sin embargo, de vez en cuando, en Nigeria, me sorprende ver hasta qué punto hay chicas conservadoras incluso en familias educadas, cultas, privilegiadas, donde ambos padres trabajan y se van de vacaciones a Europa o América... También dentro de estos grupos, la idea de que la esposa tiene que volver a casa para preparar la cena a su marido sigue estando muy extendida.

M.F.G: También en los Estados Unidos queda mucho camino por hacer y, especialmente, hay que ejercer más presión y poner en marcha acciones en ciertas industrias, como la tecnológica, donde las mujeres tienen poca representación y no son bienvenidas en absoluto. Y, sin embargo, es la tecnología la que está cambiando el mundo. Existe una verdadera 'bro culture (cultura de hombres) y los medios tienen parte de responsabilidad. También necesitamos series con más mujeres poderosas y más hombres que hagan las tareas de la casa, de lo contrario, Chimamanda tiene razón, ¡nada cambiará!

C.N.A: Por eso intento no ver la tele en Nigeria, para no enfadarme (risas). Muchas veces me dicen: “Oye, hay una serie genial en Netflix sobre una heroína, te va a encantar”. La veo y efectivamente la heroína hace cosas importantes en su trabajo, pero siempre esconde algo raro. Puede ser una enfermedad mental, inestabilidad social o es incapaz de compaginar su carrera profesional sin arruinar su vida familiar. Sin embargo, creo que también hay que mostrar a mujeres normales que hacen cosas grandes, que trabajan en tecnología, en finanzas, pueden convertirse en detective y tener marido, una vida normal... Es muy importante porque, de lo contrario, el mensaje que enviamos a las niñas y niños es que las mujeres que alcanzan un cierto nivel de éxito profesional lo hacen porque son anormales ¡Algo completamente falso! 

Necesitamos modelos a seguir, pero modelos a seguir que sean razonables. ¿Cuáles fueron los de ustedes?

C.N.A: Perdí a mi madre hace dos meses, todavía es bastante doloroso, pero te respondo sin ninguna duda: ¡mi madre! Ella nunca se habría llamado a sí misma feminista, no usábamos esa palabra en su entorno, pero decía lo que pensaba, que no es poco. Fue la primera mujer directora de oficina de la facultad de Nsukka, en Nigeria, y todavía la escucho decir: “Mañana entrevisto a tres personas y hay una joven a la que me gustaría darle una oportunidad”. Eso fue esencial para mí cuando era adolescente, ella me mostró que una vez que consigues abrir una puerta como mujer, tienes que permitir que las demás entren en la habitación.

M.F.G: Yo también respondo “mi madre”, sin dudarlo. Cuando no confiaba en mí misma, cuando estaba insegura, pasara lo que pasara, ella estaba ahí. Más recientemente, otro referente para mí es Angela Merkel. Esta mujer ha sido infravalorada toda su vida. Es una gran física y la forma en que ha dirigido Europa durante tantos años es impresionante.

¿Kamala Harris también es un referente en política para vosotras?

M.F.G: ¡Me alegré mucho cuando fue elegida! Tiene opiniones reales, ha sabido usar su poder y su influencia, es un modelo a seguir increíble para las mujeres de todo Estados Unidos. Hablábamos sobre la cuestión de las madres fuertes, pues aquí tenemos a una que habla muy claro.

C.N.A: Sobre esta cuestión de referentes quiero decir que no creo en la “pureza” de los seres, no espero que los personajes públicos sean puros. En mi vida cuento historias y el elemento fundamental cuando se cuentan historias es que los seres humanos tenemos defectos ¡La perfección no solo es irreal, sino también extremadamente aburrida! Me han preguntado sobre Kamala Harris u otros políticos: “¿Qué piensas de la opinión que tenía sobre tal o cual tema cuando estaba en California?”. Como si todas nuestras ideas en cada momento de nuestra vida fueran ejemplares... ¡Eso me vuelve loca! Para mí, es una persona extremadamente moral, inteligente y trabaja muy duro porque sabe que tiene que demostrar más solo por el hecho de ser mujer.

Las mujeres se han visto más afectadas que los hombres por las consecuencias de la pandemia. ¿Están ustedes preocupadas por ellas?

M.F.G: Enormemente. A escala mundial, han perdido 13 millones de empleos más que en 2019. En los países donde la vacunación es efectiva, los empleos de los hombres están aumentando más rápido que los de las mujeres. Por no hablar de los anticonceptivos: 12 millones de ellas no tuvieron acceso a métodos anticonceptivos durante este período. Imaginad toda la población de Londres y París juntas sufriendo embarazos no deseados. Estas mujeres están condenadas a la pobreza, no saben cómo van a alimentar a sus hijos. Es un ciclo infernal.

¿El Foro Generación Igualdad de París ha sido un evento clave?

M.F.G: ¡Sí, eso espero! Necesitamos compromisos concretos con respecto a la igualdad de género y hemos esperado 26 años desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Pekín (septiembre de 1995). Una generación entera. En este ámbito, hay mucha palabrería, pero a menudo pocas acciones. Y aquí en París, quienes trabajan en estos temas, incluidas las ONG y las fundaciones, se han encontrado con los responsables de la toma de decisiones de todo el mundo y han obtenido financiación de su parte.

¿Os parecen serios estos compromisos?

M.F.G: Los Estados se han dado cuenta de que una mayor igualdad trae beneficios tanto humanos como económicos ¡Y solo esta conciencia puede hacer que las cosas avancen!

Chimamanda Ngozi Adichie, ¿la literatura tiene un papel determinante para hacer que las mujeres sean más visibles?

C.N.A: Sinceramente no lo sé, pero lo estoy intentando. Últimamente he pasado mucho tiempo en mi ciudad natal (Aba), primero porque enterré a mi padre, después a mi madre, y me llamó la atención la cantidad de familias mantenidas por mujeres, desde todos los puntos de vista, aunque no lo reconocen. A veces incluso te dicen: “Esta casa la ha comprado mi marido”, cuando es mentira. Una especie de herencia cultural las impulsa a proteger el orgullo y el ego de sus maridos. Hablé con muchas de ellas y eso me animó a escribir sobre la vida tal y como es, en lugar de cómo queremos o creemos que es. La cultura, la literatura y los que se dedican a ello tienen la oportunidad y el poder de actuar.

'Querida Ijeawele, o cómo educar en el feminismo' es el libro con el que Chimamanda Ngozi Adichie ganó el Gran Premio de la Heroína-Madame Figaro en 2017.

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