Así funcionan las elecciones en Estados Unidos
El próximo 3 de noviembre Estados Unidos votará al que será su presidente durante los próximos cuatro años. El resultado no solo repercutirá en las políticas del país, sino que marcará la gestión global de la pandemia y muchas otras decisiones importantes para el resto del mundo. En este vídeo te explicamos cómo funcionan estas elecciones cruciales.
Estados Unidos cuenta con un sistema bipartidista que deja poco espacio a aspirantes fuera de los dos grandes. La abrumadora mayoría de los electores vota por el partido demócrata o el partido republicano. Los candidatos fuera de estos dos grandes bloques tienen tan pocos votos que, salvo excepciones, son irrelevantes en la mayoría de las elecciones. Para llegar a ser candidato a la Presidencia los políticos pasan por un largo proceso de primarias abiertas. Y no están solos. Durante la campaña electoral se presentan en tándem con el que será su vicepresidente en el caso de ganar.
En las elecciones del 3 de noviembre, los estadounidenses no solo eligen al que será el presidente. También se renueva toda la Cámara de los Representantes y parte del Senado. Esto sucede cada dos años, en las presidenciales y en las elecciones de medio mandato. El control de las cámaras legislativas es esencial, porque facilitará o entorpecerá la puesta en marcha de las políticas del próximo presidente. A diferencia de España, el Senado es especialmente importante. De él dependen los nombramientos judiciales, la confirmación de los cargos del gobierno o el juicio del presidente y otros cargos en caso de impeachment. Además, también se votan cargos locales, como alcaldes y sheriffs de condados.
Las elecciones no se celebran en domingo, como en España y otros países, sino en martes. Concretamente el martes después del primer lunes de noviembre. Esta tradición viene del respeto al domingo por motivos religiosos, y es ahora uno de los motivos por los que la participación en los comicios de Estados Unidos es más baja que en otras democracias occidentales. Pueden votar todos aquellos ciudadanos estadounidenses que tengan más de dieciocho años. Este año se estima que unos 240 millones cumplen los requisitos para votar, pero que solo lo harán unos 150 millones.
El martes electoral los estadounidenses acuden a sus centros de votación dentro de los horarios fijados por cada estado. También pueden votar por correo y en algunos casos antes y de forma presencial, en lo que se llama voto anticipado. Este año se espera que tanto el voto por correo como el voto anticipado sean récord por el miedo a la pandemia.
El candidato que suma más votos en todo el país no es necesariamente el presidente. Cada uno de los cincuenta estados y el distrito de Washington D.C. tienen unos compromisarios que forman parte del colegio electoral estadounidense, el órgano que en última instancia elegirá al próximo presidente. El número de compromisarios depende, en parte, de la población de cada estado. Por ejemplo, California cuenta con 55, Montana con 3. Todos ellos suman 538. En diciembre, cada uno de estos compromisarios votará en el colegio electoral. En la mayoría de los estados, el candidato que logra el mayor número de papeletas se queda con todos los votos para el colegio electoral de ese estado. Si, por ejemplo, un partido gana en California por un voto o por un millón se lleva igual los 55 votos del colegio electoral que le toca a ese estado y el perdedor no se lleva nada. Para lograr la victoria, el candidato a presidente debe obtener más de 270 de estos votos del colegio electoral. Si ninguno de los dos consigue esta mayoría se consideraría un empate y la decisión pasaría al Congreso.
Este sistema puede dar lugar a que el próximo presidente de los Estados Unidos no reúna la mayoría de voto popular, pero sí de compromisarios. Ya pasó con Hillary Clinton en 2016. Clinton ganó el voto popular por casi tres millones de votos, pero perdió en la suma de los votos del colegio electoral. Trump tuvo menos votos, pero mejor distribuidos por los estados clave y por eso ahora es presidente.
La persona elegida el 3 de noviembre no toma posesión hasta el 20 de enero, cuando, según lo que marca la Constitución, el presidente toma posesión. La ceremonia, en las escalinatas del Capitolio, en Washington, se celebra tanto si el elegido es actual presidente como si es el contrincante. El ganador da un discurso y jura “conservar, proteger y defender” la Constitución de los Estados Unidos de América.