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Hacerse con el Senado: la otra batalla que libran demócratas y republicanos en estas elecciones

Imagen del Capitolio de Estados Unidos, que acoge a ambas cámaras

Cristina Armunia Berges / Javier Biosca Azcoiti

Salvar el Senado. Durante muchas semanas, antes de que Trump escalase algunos puestos en las encuestas, estas tres palabras resonaban en las cabezas de muchos republicanos. Si Trump no era capaz de llegar a la Casa Blanca, algo que parecía casi seguro después de los dos primeros debates presidenciales, mantener la mayoría en la Cámara Alta podría considerarse una pequeña gran victoria.

No todo será Trump o Clinton el 8 de noviembre. Las elecciones legislativas se avecinan cruciales para el futuro de la gobernabilidad del próximo presidente, al menos durante sus dos primeros años. Actualmente los republicanos mantienen la mayoría en ambas cámaras: Senado y Cámara de Representantes pero, el 8 de noviembre, se renovarán los 435 miembros de la Cámara de Representantes y un tercio, 34, del Senado.

Las encuestas indican que los republicanos mantendrán, casi seguro, la mayoría en la Cámara de Representantes. En el mejor de los casos, y si los demócratas ganasen en todos los distritos que hoy están más disputados, obtendrían 211 escaños, que siguen siendo insuficientes para controlar la Cámara. Ello ha encrudecido la batalla por el Senado: un enfrentamiento directo, con saña, y cuya conflictividad, aunque en un segundo plano para los medios, supera en muchas ocasiones a la de los candidatos presidenciales.

El Senado de Estados Unidos no es un órgano de revisión como puede ser el que tenemos por ejemplo en España. La Cámara Alta estadounidense tiene poderes muy similares a los de la Cámara de Representantes (Cámara Baja), presidida por el republicano Paul Ryan. El Senado tiene una serie de poderes exclusivos como el de ratificar tratados internacionales o designar altos cargos dentro del poder judicial federal, por ejemplo. 

En vilo por el Senado

La Cámara Alta de Estados Unidos está compuesta por 100 senadores, cada estado está representado por dos senadores sea cual sea su población. Esta cámara tiene como característica que se renueva por tercios cada dos años, lo cual significa que cada senador dura seis años en el cargo, aunque puede ser reelegido.

En estos momentos, es el Partido Republicano el que ostenta la mayoría de esta cámara con 54 escaños frente a los 44 demócratas. Los dos escaños que faltan en esa suma pertenecen a independientes. El 8 de noviembre estarán en juego 34 puestos en el Senado, de los que 24 son a día de hoy republicanos y tan solo 10 son demócratas. Esto se traduce en algo muy sencillo: el GOP (el Partido Republicano) tiene mucho más en juego porque debe defender muchas más posiciones.

De los 10 escaños que ya son demócratas, ocho de ellos no son competitivos, es decir, con casi total seguridad repetirán en su cargo; otro de ellos es competitivo, es decir, tiene ventaja demócrata pero su situación podría cambiar. Solo el último escaño demócrata estaría realmente disputado.

Esta competencia es bien distinta en las filas republicanas. De los 24 que se juega el grupo de Trump, solo 11 se consideran republicanos sólidos. Seis de ellos tienen ventaja republicana pero podrían ser competitivos; cinco están completamente disputados y dos parten con ventaja demócrata.

Si el partido de Clinton mantuviese a sus diez senadores y se hiciera con cinco más, el Senado les pertenecería.

“Esto no tiene nada que ver con la carrera presidencial”

“El único objetivo es mantener la mayoría y todo lo contrario será considerado un fracaso”, advirtió Ward Baker, director ejecutivo del Comité Nacional Republicano del Senado, durante un evento celebrado en Washington DC a principios de septiembre para explicar la estrategia que él mismo dirige.

Baker es consciente que la campaña de Trump puede perjudicar su particular batalla en el Senado y por ello mostró distanciamiento respecto a ella: “Nosotros manejamos nuestra campaña. No cuento con nadie más para la victoria y si perdemos el Senado es asunto nuestro, esto no tiene nada que ver con la carrera presidencial”. En este sentido, Baker aseguró que ya en agosto de 2015 pronosticó la victoria de Trump en las primarias y que desde entonces los esfuerzos del Comité Republicano del Senado se han centrado en preparar a los senadores a este respecto.

Algunas de las estrategias utilizadas para mantener los cuatro asientos que actualmente sitúan al GOP por encima del 50% han sido, por ejemplo, una costosa campaña de publicidad negativa y estricta vigilancia en Indiana sobre el candidato demócrata, un candidato que no vive en Indiana y que ni siquiera se sabe la dirección de su supuesta residencia en el estado en el que concurre.

Destaca también la utilización de una mascota disfrazada de neumático que persigue al candidato demócrata en Ohio para recordar a los votantes la pérdida de empleos y el traslado de este tipo de empresas al estado de Virginia Occidental o la emisión de 19 anuncios negativos contra el candidato demócrata de Carolina del Norte durante un mismo partido de fútbol americano.

A la caza de los jóvenes

Baker recuerda que, a nivel electoral, los estados están muy divididos y de lo que se habla en un estado no se habla en otro, de ahí la importancia de los directores de campaña a nivel estatal, coordinados todos por Baker. Mientras que en Arizona los tres primeros asuntos que preocupan a los ciudadanos están relacionados con el sistema sanitario, en New Hampshire es la epidemia de heroína lo que más preocupa a los votantes.

Pero la verdadera estrategia de Baker para mantener la actual y ajustada mayoría es atraer el voto joven, “algo que hasta ahora se estaba haciendo mal”, explicó. Para este objetivo se ha ampliado un 40% el presupuesto para campaña digital y de datos. Por otro lado, la recaudación online ha aumentado un 319% de junio de 2014 a junio de 2016. Destacan también los cambios en la Campaign School, por la cual tienen que pasar una vez al año todos los directores de campaña de todos los estados. La media de edad de estos líderes es hoy de 28 años, cuando en 2012 era de 39.

Prueba de la importancia de estas elecciones legislativas, aunque disimulada por una campaña presidencial polémica como nunca, fueron las declaraciones del portavoz republicano en la Cámara de Representates, Paul Ryan, afirmando que retiraba su apoyo público a Donald Trump y que su objetivo iba a ser conseguir mantener la mayoría en el Congreso (ambas cámaras). Ryan es una de las figuras más respetadas y reconocidas del GOP.

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