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Las fotos de dos despliegues: el contraste entre la actuación policial frente al asalto al Capitolio y las protestas contra el racismo

Policía militar bloquea el paso a los manifestantes en las protestas contra el racismo del pasado verano.

Julian Borger

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El contraste entre la reacción de las fuerzas del orden ante el asalto al Capitolio de este miércoles y ante las protestas mayoritariamente pacíficas contra el racismo del pasado verano en la capital es chocante.

Los manifestantes de Black Lives Matter frente a la Casa Blanca el 1 de junio estaban a una manzana del edificio y no intentaron entrar. Una fuerza compuesta por la policía de Washington, la policía de los parques nacionales, más de 5.000 soldados de la guardia nacional y otros agentes de organismos federales como la oficina de prisiones cargaron contra el grupo de manifestantes.

Un helicóptero del ejército volaba bajo y cerca de la multitud. Se utilizaron gases lacrimógenos, porras y caballos para despejar una manzana para que Donald Trump se pudiera hacer una sesión de fotos a las puertas de una iglesia al otro lado de la carretera. Un comandante de la Guardia Nacional admitió más tarde que había habido “uso excesivo de la fuerza”.

Incluso el jefe del estado mayor de la defensa, Mark Milley, visitó entonces a la Guardia Nacional vestido con su uniforme militar.

Los acontecimientos en el Parque Lafayette en junio de 2020 supusieron un momento decisivo en la presidencia de Trump. También lo será el 6 de enero de 2021. La turba que ha asaltado la sede de la democracia de EEUU había hablado abiertamente de su plan. Sus participantes estaban decididos a anular los resultados de las elecciones y algunos habían insinuado que podrían llevar armas. Eran casi todos blancos y muchos de ellos, abiertamente nacionalistas blancos. En cualquier caso, la policía no pudo con su embestida.

No se sabe por qué no hubo una mayor demostración de fuerza frente al edificio del Capitolio, dado todo lo que se sabía sobre los planes de los partidarios de Trump. En verano, la Guardia Nacional de varios estados aparcó vehículos blindados en las calles de Washington y se pertrechó con todo su equipamiento en los escalones del Monumento a Lincoln. Todo esto antes de las protestas que pedían que se defendiese la ley y que se pusiera fin a la impunidad por el asesinato policial de estadounidenses negros.

El despliegue antes de los disturbios del 6 de enero fue mucho más ligero. Después de que la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, enviase una petición, 340 miembros de la Guardia Nacional fueron activados de antemano, de los cuales 115 estaban de servicio principalmente ayudando a dirigir el tráfico. La guardia nacional de Washington y Virginia sólo fue desplegada de manera significativa después del asalto al Capitolio.

Una gran diferencia es que Trump dirigía el despliegue en junio. Este miércoles permaneció en silencio, aparentemente poco dispuesto a desplegar tropas contra sus propios seguidores. The New York Times informó que el presidente se resistió a llamar a la Guardia Nacional. El despliegue fue finalmente ordenado por el secretario de Defensa en funciones, Christopher Miller, siguiendo la orden del vicepresidente, Mike Pence.

Traducido por Javier Biosca

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