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The Guardian en español

No te creas sus mentiras: esta es la cruda realidad sobre un Brexit duro

Johnson dice que "bajo ninguna circunstancia" pedirá retrasar el "brexit"

Anand Menon

Un análisis profundo, que tiene en cuenta muchos factores, como las relaciones comerciales y el intercambio de información entre países, muestra las consecuencias reales de una salida abrupta de la UE.

La posibilidad de un Brexit duro [una salida no negociada y abrupta de la UE por parte del Reino Unido] nunca ha sido tan grande como en el momento actual. Boris Johnson ha afirmado que el Reino Unido saldrá de la Unión Europea el 31 de octubre. Su estrategia política gira íntegramente en torno a que todos crean que cumplirá su amenaza, con independencia de si ha llegado a un acuerdo con los 27 miembros de la UE restantes. Como consecuencia de todo ello, cada vez es más urgente entender que consecuencias tendría en la práctica un Brexit duro.

En la iniciativa UK in a Changing Europe (Reino Unido en una Europa cambiante), del King’s College London, hemos intentado analizar esta situación y este miércoles daremos a conocer un informe con las conclusiones. En ningún momento hemos tenido acceso a información confidencial; disponemos de la misma información y material que todos los demás. Sin embargo, sí contamos con un equipo de académicos que durante toda su carrera han estudiado la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea, y que están bien situados para entender las consecuencias de una salida no negociada.

El informe no es una lectura reconfortante. Boris Johnson quiere presentar un Brexit sin acuerdo como una oportunidad para dar por terminada la relación con la UE; una oportunidad para “dar por zanjada” la relación. Sin embargo, lo cierto es que hay una gran diferencia entre la relativa claridad de lo que significa no llegar a un acuerdo en términos legales y lo que podría significar en la práctica. No es la forma ordenada de resolver un problema complejo; más bien todo lo contrario. Más bien es una forma de eternizar un problema complejo.

Desde un punto de vista legal el Reino Unido dejará de ser un Estado miembro, ya no le será aplicable la legislación de la UE y el Reino Unido será tratado como un “tercer país”. Un acuerdo habría significado un período de transición durante el cual las relaciones comerciales continuarían como hasta ahora mientras las dos partes negocian una relación futura. Una salida no negociada nos sitúa al borde del precipicio: la UE impondrá un arsenal de controles y tarifas a nuestras exportaciones y el comercio transfronterizo de servicios se enfrentará a nuevas restricciones.

Por lo tanto, el comercio con la UE será más difícil y costoso, y esos costes podrían ser catastróficos para las empresas del Reino Unido más pequeñas que no disponen de los márgenes necesarios para asumirlos.

Más allá de estos impactos directos, reina la incertidumbre. ¿Cómo reaccionarán los hogares y las empresas? ¿Se producirá un colapso más amplio de la confianza de las empresas y los consumidores, que afectará a la demanda y a la inversión, o los consumidores, como en el pasado, se desentenderán de estos impactos a corto plazo? Y, en términos más generales, ¿cómo será la dinámica política si no se alcanza un acuerdo?

Muchos de los escenarios más graves, como la perturbación del transporte aéreo y por carretera, están de momento bajo control porque la Unión Europea ha buscado unilateralmente soluciones provisionales. Está por ver que estas soluciones provisionales, algunas de las cuales terminan en diciembre, puedan sobrevivir a la confrontación política resultante de un divorcio abrupto.

Por otro lado, aunque nada hace pensar que los ciudadanos de la UE que residen en el Reino Unido se conviertan en inmigrantes ilegales de la noche a la mañana, la reciente incoherencia del Gobierno sobre qué consecuencias tiene una salida no pactada para la libertad de circulación ha hecho que muchos se sientan, comprensiblemente, inseguros, y todavía no está claro cómo se espera que los empleadores, los propietarios de viviendas o locales en alquiler y los servicios públicos apliquen las nuevas normas. La situación de los británicos que residen en algún estado miembro de la UE es aún más compleja e incierta.

Una consecuencia poco analizada de la falta de acuerdo es que el Reino Unido perderá inmediatamente el acceso a las bases de datos de la UE y a otras formas de cooperación, incluida la orden de detención europea, el Sistema de Información de Schengen y Europol. Esto dificultará las operaciones policiales y de seguridad en un mundo en el que los datos son fundamentales para resolver la delincuencia. Tampoco es inconcebible, por ejemplo, que asistamos a un aumento de la actividad de la delincuencia organizada, ya que las bandas podrían tratar de aprovecharse de este trastorno.

Aunque tal vez una de las incógnitas más graves y más peligrosas es qué pasará en la isla de Irlanda. El Gobierno del Reino Unido ha avanzado que no impondrá controles y aranceles en la frontera con Irlanda, una postura que vulnera los compromisos adquiridos en tratados internacionales, entre ellos, las normas de la OMC. La UE, sin embargo, ha dejado claro que tiene la intención de aplicar la legislación, aunque está por ver si todos los controles se impondrán desde el primer día. Es probable que ambas partes se culpen mutuamente, con consecuencias políticas y económicas imprevisibles.

A largo plazo, la economía se ajustará pero [a corto plazo] el coste será significativo. Nuestra investigación anterior, que analizaba los efectos del comercio con la UE confirme a las normas de la OMC, constató que en el plazo de diez años la renta per cápita del Reino Unido se reduciría entre un 3,5% y un 8,7%. Otros análisis fiables llegan a la misma conclusión.

Pero una salida dura no puede suponer el final de la relación entre el Reino Unido y su mayor socio comercial y sus vecinos más cercanos. Esto deberá resolverse en su momento. Y ahí es donde la ley y la realidad se unen: ningún acuerdo será el fin de las negociaciones con la UE, sino el comienzo de un nuevo y más complejo conjunto de negociaciones.

No obstante, una vez que el Reino Unido salga de la UE, esas negociaciones serán mucho más complejas y cualquier acuerdo que tratemos de conseguir exigirá, casi con toda seguridad, el acuerdo unánime de todos los Estados miembros y la ratificación de sus parlamentos nacionales. Todo ello en un contexto de considerable hostilidad política, tanto dentro del Reino Unido como entre el Reino Unido y la UE de los 27. Recuerden, habrá una importante alteración económica tanto en el Reino Unido como en la UE, y los políticos estarán deseosos de señalar a los culpables. Mientras tanto, es probable que veamos tensiones crecientes en Irlanda del Norte, y muy posiblemente el regreso del gobierno directo [la gestión de Irlanda del Norte por parte del gobierno del Reino Unido. Ya se llevó en la práctica entre 1972 y 1998].

En otras palabras, si se opta por una salida dura, será muy difícil alcanzar un acuerdo posterior. Será un proceso muy largo y muy complejo dese un punto de vista político.

Mientras tanto, el comercio con la UE seguirá viéndose afectado por los aranceles y los controles. Aquellos que esperan que el “culebrón Brexit” tenga un pronto desenlace se sentirán muy decepcionados. Una salida sin acuerdo solo será el comienzo de una larga negociación.

Traducido por Emma Reverter

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