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The Guardian en español

Las feministas de las FARC: “Nos estamos movilizando políticamente para empoderar a las mujeres”

Las mujeres componen un tercio de las Farc, y la presencia de mujeres guerrilleras le llama la atención a cualquier visitante

Kiran Stallone / Julia Zulver

Cuando tenía sólo 20 años, la comandante guerrillera Adriana dejó su casa rural en Tolima, al sur de la capital colombiana, para unirse a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Quería ser alguien. Quería hacer algo importante”, dice.

Adriana, que ahora tiene 38 años y descansa bajo la sombra de un tejado de metal corrugado en las exuberantes montañas de César, es una de los 7.000 combatientes de las FARC que quedan por desmovilizarse y comenzar su proceso de reintegración, pasando de las montañas y selvas colombianas a la vida civil.

Durante más de 50 años, el gobierno colombiano ha estado en guerra con las FARC, un ejército guerrillero marxista-leninista que llegó a contar con hasta 20.000 miembros y que luchaba por reformas agrarias y por la redistribución de la riqueza para reducir la desigualdad en el país, a menudo con métodos violentos. Las negociaciones para acabar con el conflicto comenzaron en La Habana en 2012, y en diciembre del año pasado el Congreso colombiano aprobó un acuerdo de paz.

Adriana dice que el próximo paso es educar a la sociedad colombiana sobre la justicia social. Ella y sus compañeras guerrilleras de las FARC, que ahora están viviendo en un campo de desmovilización monitoreado por la ONU, aseguran que tienen la misión de empoderar a las mujeres comunes sobre sus derechos. “No nos estamos desmovilizando. Nos estamos movilizando políticamente”, remarca.

Las mujeres componen un tercio de las FARC. Tanto los hombres como las mujeres participan de las tareas de construcción, para que este campo de transición sea un hogar cómodo para los próximos meses, hasta que el grupo de disperse, regresando a pueblos y ciudades de todo el país.

Al calor del sol del mediodía, dejan por un momento sus tareas cotidianas (que hoy incluyen hacer cimientos de cemento para las nuevas viviendas en el campo) para hablar sobre qué significa para ellas la desmovilización y cuáles son sus esperanzas futuras. Mientras los hombres guerrilleros hablan del alivio que sintieron tras las negociaciones de paz –ante la perspectiva de dejar la vida nómada en las montañas, abandonar las armas y comenzar un nuevo proyecto político–, las mujeres nos revelan motivaciones inesperadas.

¿Qué es el feminismo FARC?

En lugar de pensar en el proceso de desmovilización como una forma de romper con las FARC, las mujeres de este campo piensan mantenerse en contacto y desarrollar lo que ellas llaman su “feminismo FARC”. Estas guerrilleras aseguran que tienen más derechos que las mujeres de la sociedad rural colombiana, donde no se reconoce ni se valora la fuerza de trabajo femenina. Por eso, se han comprometido a luchar para liberar a las mujeres colombianas de los abusos, lograr acceso igualitario a la educación, salarios igualitarios y el derecho a trabajar fuera del hogar.

Sentada a la sombra de un eucalipto, Margot afirma que las mujeres en las FARC están mucho mejor que las mujeres comunes: “En la sociedad colombiana, mira cómo matan a las mujeres, mira cómo las violan. Son como esclavas de sus maridos. En cambio, en las FARC sí tenemos derechos”.

Margot tenía sólo 17 años cuando dejó su hogar en Magdalena para unirse a las FARC: “Siempre quise ser revolucionaria. En mi pueblo había niños y niñas pequeñas sin ropa, creciendo en la pobreza absoluta, en la miseria. No tenían ni para comer”.

El colmo llegó cuando los paramilitares entraron al pueblo y comenzaron a asesinar y desmembrar miembros de la comunidad. Quemaron a un chaval en la plaza del pueblo. “Fue el punto final. Tenía que unirme a la guerrilla”.

No sólo los rangos inferiores de las FARC discuten sobre los derechos de las mujeres. También los altos mandos han explicado cómo piensan avanzar en la igualdad de género.

Victoria Sandino, comandante de las FARC y co-directora de la Subcomisión sobre Género en La Habana, Cuba, está actualmente alojada en un hotel fuertemente custodiado en Bogotá, junto con otros líderes de la organización guerrillera. Vestida de civil y luciendo un colorido pañuelo africano en la cabeza, afirma que el objetivo principal de las FARC es asegurarse de que las mujeres –tanto guerrilleras como víctimas– puedan pasar a la etapa post-conflicto con los mismos derechos que los hombres.

“Tenemos que trabajar para cambiar la mentalidad de los hombres colombianos y desarrollar nuevas masculinidades. Necesitamos que nuestros hombres –nuestros esposos y nuestros compañeros– estén bien educados para que reconozcan el potencial de las mujeres, para que podamos adoptar nuevos roles en la sociedad”.

Altos niveles de violencia machista

Si bien las ambiciones feministas de las FARC son admirables, los relatos de mujeres como Adriana y Margot son radicalmente diferentes a los informes del gobierno y las ONGs que hablan de violencia sexual contra muchas mujeres guerrilleras. Naciones Unidas y Amnistía Internacional han reconocido que no era inusual la violencia sexual contra las mujeres guerrilleras. Un informe de un tribunal constitucional confirma que este tipo de violencia estaba extendida y una investigación de 2016 llevada a cabo por la Oficina del Fiscal Público dio cuenta de al menos 232 mujeres guerrilleras que fueron víctimas de varios tipos de abuso sexual entre 1979 y 2014.

Durante muchos años, también se informó de que las FARC utilizaban de forma generalizada la anticoncepción forzada y el aborto forzado como métodos para evitar embarazos no deseados entre sus filas. En 2013, el periódico El Espectador reveló muchos correos electrónicos entre líderes de la organización armada donde quedaba claro que el aborto forzado era una política institucional impuesta a las mujeres guerrilleras, aunque Sandino lo niega fervientemente. “No es una política de la organización. Nunca se obligó a las mujeres a abortar. Sí es obligatorio utilizar métodos de planificación familiar. Cuando la planificación falla, el aborto es una opción. Defendemos el derecho de la mujer a abortar, eso sí es fundamental para nosotras”.

La excandidata presidencial Ingrid Betancourt (que fue prisionera política de las FARC desde 2002 hasta 2008), ahora vive en Europa, muy lejos de la selva. Ella asegura que si las jóvenes rechazaban los avances de sus comandantes, eran castigadas “todos los días durante meses. Los comandantes se lo ponían bien difícil”.

Cuando le preguntamos sobre esto a Adriana, responde con firmeza: “Jamás escuché de un caso de violencia sexual en este bloque. Ese tipo de historias intentan socavar el buen trabajo que hacen las FARC”.

Sandino profundiza: “No soy ciega a las realidades de la guerra, pero puedo asegurar que esa información es inventada. Las mujeres que abandonan las filas tienen miedo de acabar en la cárcel a menos que inventen una historia sobre violencia sexual y se la presenten al ejército. Algunas mujeres creen que necesitan una historia de este tipo para recibir beneficios del gobierno”.

A la entrada del campo, un cartel pone: “La paz es la victoria más hermosa de todas”. Los próximos meses determinarán si esa frase se convertirá en una realidad para las mujeres desmovilizadas de las FARC, cuando comiencen su nuevo proyecto de lucha por la igualdad de género. No queda claro si para lograrlo deben necesariamente silenciar las experiencias de aquellas que dicen haber sufrido en manos de las FARC, o si el movimiento realmente logrará cambiar la vida de las excombatientes para mejor.

Las autoras son investigadoras en cuestiones de género, conflictos armados y violencia en América Latina.

Tradudico por Lucía Balducci

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