Maria Butina, la presunta espía rusa que accedió a la élite política de EEUU a través de las armas y la NRA
El salón de baile del hotel de Las Vegas estaba repleto de gente, pero esta rusa de cabellos rojizos logró captar la atención de Donald Trump. “Sí, señora”, le dijo Trump, dándole lugar a hacer una pregunta.
Era julio de 2015 y Maria Butina quería saber qué pensaba hacer Trump, que entonces llevaba un mes en su inesperada carrera hacia la Casa Blanca, con respecto a las relaciones de Estados Unidos con su país. Trump tenía buenas noticias. “Creo que puedo llevarme muy bien con Putin”, respondió.
A Butina, que entonces tenía 27 años, le preguntaron durante el acto por qué había viajado hasta Nevada para asistir a una reunión de libertarios y conservadores. “Quisiera saber más y llevar este conocimiento a Rusia”, contestó sin darle mucha importancia. “Espero que esto sea útil para mi país”. Según los fiscales estadounidenses, la curiosidad patriótica de Butina ya entonces se había convertido en una conspiración criminal.
Butina fue arrestada el fin de semana pasado y el lunes se presentó ante un tribunal en la ciudad de Washington, acusada de operar como agente secreto del Kremlin. Le acusan de intentar infiltrarse en la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) en un intento de influir en el Partido Republicano y, finalmente, en el Gobierno estadounidense.
Un agente del FBI que investigó a Butina afirma en un documento judicial que ella intentó desarrollar vínculos secretos con políticos estadounidenses que pudieran “penetrar el aparato estadounidense de toma de decisiones para servir a los intereses de Rusia”.
Butina niega todas las acusaciones. Su abogado, Robert Driscoll, asegura que ella es una licenciada universitaria que aspira a convertirse en empresaria y que resulta ser de nacionalidad rusa. Driscoll afirma que Butina “va a defender sus derechos fervientemente y espera poder limpiar su nombre”.
Los cargos contra Butina abren un nuevo frente en los esfuerzos del Departamento de Justicia por contrarrestar la intervención rusa en la política estadounidense y sirven de prueba de que los estadounidenses que colaboraron con Butina pueden correr grave peligro. También parece que la aventura de Butina en Washington ha llegado a su fin, ya que podría pasar los próximos cinco años en una cárcel federal.
Para acceder a los círculos más exclusivos del mundo conservador estadounidense, Butina tenía un discurso muy atractivo: decía que estaba montando el equivalente de la NRA en Rusia.
Pasó años cultivando relaciones con personas clave del Partido Republicano, activistas por el derecho a tener armas y líderes religiosos. Se sacó fotografías con candidatos presidenciales republicanos y ayudó a que representantes de la NRA visitaran Moscú.
En ese mundo de las conferencias conservadoras lleno de hombres de cabello gris, Butina llamaba la atención. Era joven, alta y coqueta, según dos activistas de la NRA que la conocieron. En 2014, le hicieron un halagador reportaje en la edición rusa de la revista GQ, acompañado de una sesión fotográfica en la que posaba con pistolas y ropa interior de la marca Dolce & Gabbana.
Butina decía que creció en Siberia, donde su padre le enseñó a disparar armas de fuego. Después de la universidad, según relató, fundó una cadena de tiendas de muebles. Luego se mudó a Moscú, donde dijo que dirigió una agencia publicitaria. En un perfil suyo publicado en 2012, decía haber fundado en 2011 un grupo llamado El Derecho a Portar Armas. También llevó al periodista estadounidense que le estaba haciendo el reportaje a practicar a “un antiguo campo de tiro del KGB”.
Desde luego, Butina sabía manejar armas: se le notaba cómoda y competente con ellas. Pero otros aspectos de su currículum no parecían cuadrar, dijo un activista. Cuando le pedían documentos oficiales esenciales de su grupo ruso a favor de las armas, explicó el activista, Butina nunca pudo mostrar ninguno.
Alan Gottlieb y Julianne Versnel, un matrimonio de activistas a favor de las armas, afirman que tuvieron una cena con Butina y Alexander Torshin, su mentor, durante una conferencia de El Derecho a Portar Armas en Moscú, en 2013. Torshin, que ocupa un alto cargo en el Banco Central de Rusia, ahora está acusado por los fiscales estadounidenses de dirigir las operaciones de Butina.
Gottlieb, fundador de la Fundación por la Segunda Enmienda, con base en el Estado de Washington, señala que Butina siempre pareció muy centrada en las leyes a favor de las armas. Aun así, era un personaje inusual: decidida, casi agresiva y convencida de ser el centro de atención.
“No se comportaba de una forma que yo considerara completamente profesional”, indica Versnel. “Siempre llevaba uno o tres botones desabrochados”. Su marido añade: “Sabía cómo utilizar su juventud y su belleza para asegurarse que le prestaran atención”.
Asó empezó Butina a hacer contactos en Estados Unidos. En 2013, John Bolton, que ahora es consejero de Seguridad Nacional de Trump, apareció en un vídeo ruso a favor de las armas que utilizó El Derecho a Portar Armas para ejercer presión en Rusia. Supuestamente, David Keene –un reciente presidente de la NRA que se había relacionado con Torshin– pidió a Bolton que saliera en el vídeo.
En abril de 2014, Butina viajó a la convención de la NRA en Indianapolis. Publicó fotografías en la red social rusa VK, donde se le veía con Wayne LaPierre, el belicoso vicepresidente de la NRA, y junto a varios pesos pesados republicanos como Bobby Jindal, entonces gobernador de Luisiana, y Rick Santorum, exsenador y candidato presidencial.
Aquel septiembre, Butina invitó a Paul Erickson, un activista político conservador y miembro veterano de la NRA con base en Dakota del Sur, a hablar frente a su grupo por las armas en Moscú. Seis meses después, según funcionarios estadounidenses, Butina envió un correo electrónico a un activista político estadounidense que parece ser Erickson para montar lo que ella llamaba el proyecto “Diplomacia”. Erickson no respondió ningún correo esa semana.
El asunto del correo electrónico de Butina, enviado el 24 de marzo de 2015, parece equipararla a una destacada propagandista del KGB en la Guerra Fría. En el texto, ella afirma que el Partido Republicano, según palabras de los fiscales, “seguramente tendrá el control del Gobierno estadounidense tras las elecciones de 2016”.
La revelación de esta semana plantea una pregunta obvia. ¿Por qué, en un momento en que la mayor parte de la opinión pública creía que Hillary Clinton llevaba la delantera en la carrera presidencial, Butina estaba tan convencida de que el Partido Republicano ganaría las elecciones que se celebrarían 20 meses después?
Argumentando que quería construir relaciones constructivas con el ala dura del Partido Republicano, Butina destacó el “papel central y la influencia” de la NRA dentro del partido. Dijo que necesitaba un presupuesto de 125.000 dólares para financiar su participación en las conferencias del Partido Republicano. El activista político estadounidense le dio una lista de “contactos importantes” para que ella se relacionara.
Unas semanas más tarde, Butina volvió a Estados Unidos para la convención de la NRA de 2015 en Nashville, Tennessee. Otra vez tuvo acceso a las personas más destacadas del movimiento conservador. Ella y Torshin conversaron con Scott Walker, gobernador de Wisconsin, que se sacó una fotografía con ella y habló unas frases en ruso. En julio, Butina estuvo en el lanzamiento de la campaña presidencial de Walker.
Al parecer, el Kremlin se interesó. Documentos judiciales afirman que Butina escribió una nota a Torshin sobre un acto electoral que detallaba su “reunión privada” con el mismo candidato con el que estuvieron en la convención de la NRA. No se identificaba a Walker por su nombre. Luego llegó el encuentro de Butina con Trump en el evento Freedom Fest en Las Vegas.
Más tarde ese mismo año, el grupo a favor de las armas de Butina pagó el viaje de aliados de la NRA a Moscú en una visita que incluyó lujosas cenas y un encuentro con Dmitry Rogozin, viceprimer ministro ruso. Entre los invitados estaban Erickson, Keene y David Clarke, antiguo sheriff de Milwaukee, que luego apoyaría la campaña presidencial de Trump.
Pete Brownell, director ejecutivo de una empresa de armas que también participó en el viaje a Rusia en 2015, se convirtió en presidente de la NRA en 2017. En mayo de este año, su mandato acabó abruptamente antes de lo esperado. Representantes de la NRA no han querido hacer declaraciones sobre si su salida está relacionada con aquel viaje a Rusia.
La NRA y Clarke tampoco han querido hacer declaraciones. Una persona que respondió al teléfono en un número registrado con el nombre de Keene afirmó el lunes que él había salido “a pescar” y que no volvería antes de fin de mes.
A medida que se intensificó la campaña de 2016, y el triunfo de Trump en las primarias republicanas fue haciéndose más claro, Butina fue perfeccionando su estrategia y trató de lograr acceso al candidato y su círculo, según las autoridades estadounidenses.
“Solo necesitamos un sí”
Durante el año electoral, consiguió una visa de estudiante y se apuntó a un programa de estudios de Relaciones Internacionales en la Universidad Americana de Washington. Pero su trabajo de networking no se detuvo.
Butina dijo a un segundo socio estadounidense, no identificado en los documentos judiciales, que un miembro del Kremlin apoyaba sus esfuerzos por establecer un canal de comunicación de apoyo con los políticos estadounidenses. Butina escribió: “Sólo necesitábamos un 'sí' de parte de Putin. El resto es más fácil”.
Los documentos judiciales describen los esfuerzos de Butina y Torshin durante los meses siguientes para organizar una serie de “cenas de diálogo y amistad” en Washington y Nueva York. Supuestamente utilizaron intermediarios estadounidenses para acercarse a personas importantes de la campaña de Trump con una propuesta de canal de comunicación discreto en nombre del gobierno de Putin, pero no tuvieron éxito.
Intentaron acercarse al propio Trump en mayo de 2016, pero tuvieron que contentarse con su hijo. La Trump Organization confirmó que Donald Jr. se reunió con Torshin durante la convención de la NRA en Louisville, Kentucky, pero intentó restar importancia a esa reunión.
Alan Futerfas, un abogado de la empresa Trump, afirmó a CBS que los dos hombres fueron presentados y “tuvieron una charla trivial de pocos minutos” antes de cenar por separado. Futerfas también afirmó que la conversación “trató sólo sobre armas”. The New York Times informó el lunes que Butina estuvo presente en esa reunión y que los investigadores del Congreso han conseguido una fotografía de los tres juntos.
Según el FBI, cuando no logró acercarse a Trump a través de las armas, Butina lo intentó a través de Dios. Un investigador describe en documentos judiciales una serie de contactos entre Butina y un organizador del Desayuno Nacional de la Plegaria en Washington, al que Butina y Torshin asistieron en febrero de 2016.
Torshin y Butina estuvieron aún más cerca de lograr una reunión con el presidente en el Desayuno de la Plegaria del año siguiente. Poco después de programar el encuentro, un asistente de la Casa Blanca llamó la atención sobre el “historial” de Torshin y cancelaron la reunión, según Yahoo News.
El 4 de octubre de 2016, a un mes de las elecciones, el primer socio estadounidense de Butina, aparentemente Erickson, escribió un correo electrónico a un contacto para decirle que había estado “involucrado en la organización de una vía de comunicación MUY privada entre el Kremlin” y los líderes republicanos.
Al día siguiente, Butina y Torshin intercambiaron una serie de enigmáticos mensajes en Twitter que reflejaban sus esfuerzos, según los fiscales. Cuando Torshin le preguntó sobre el estado de la “sociedad de amistad Rusia-EEUU”, Butina respondió: “Estamos actualmente operando de forma ‘clandestina’ tanto aquí como allí” y destacó la necesidad de evitar que se hiciese público.
“El tiempo lo dirá”, escribió Butina. “La apuesta está hecha”.
Traducido por Lucía Balducci