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The Guardian en español

ENTREVISTA

Stacey Abrams: “El intento de obstaculizar el voto también va contra los votantes latinos”

En la imagen, Stacey Abrams.

Sam Levine

Nueva York —

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Es probable que no haya una política mejor preparada que Stacey Abrams para un momento en el que se ataca la democracia. Hace una década, cuando eran pocas las personas que veían posible que Georgia se convirtiera en un estado demócrata, Abrams luchó por aumentar la participación en las urnas de los votantes negros, latinos y asiático-americanos, que habían sido históricamente ignorados por los políticos que hacían campaña en ese estado.

Y cuando en 2018 se presentó como candidata a gobernadora, la campaña de Abrams hizo hincapié en los intentos de inhibir votantes, enfatizando la forma en que Estados Unidos no logra estar a la altura de su promesa de democracia al negarle el acceso a las urnas a muchos ciudadanos con derechos.

Actualmente, varios de los temas de los que Abrams lleva años hablando han explotado y están en el centro de la política estadounidense.

Georgia, cuyas cámaras locales siguen siendo de mayoría republicana, acaba de aprobar una legislación que limita el voto por correo, endurece los requisitos para identificarse en los colegios electorales y reduce el despliegue de urnas, medidas que tradicionalmente han perjudicado a las minorías con menos recursos. Los republicanos han aprobado leyes parecidas en estados donde controlar las legislaturas locales como Iowa, y están tratando de hacer lo mismo en Arizona, Florida y Texas. La mayoría son estados clave para las elecciones presidenciales.

¿En que se parece o se diferencia este momento de otros que hemos visto en el pasado?

No es habitual que se dé una ofensiva coordinada de proyectos de ley para la inhibición de votantes. Lo que viene sucediendo desde hace 15 años es un trabajo constante en el que, poco a poco, se han aprobado leyes en muchos parlamentos regionales. Era un plan de inhibición de votantes, pero a fuego lento. Es como esa analogía tremenda de la rana que hierve en el agua y no se da cuenta porque se cuece despacio. A menos que te dediques a esto o estés prestando especial atención, como hago yo, ha sido prácticamente imperceptible para el ojo inexperto el plan para poner obstáculos a los votantes en todo el país, especialmente en los estados sureños.

Algo llamativo de este momento, y a la vez desconcertante, es que no lo están haciendo a escondidas. Ni siquiera intentan disimular que la intención es restringir el acceso al voto. El lenguaje es diferente. Utilizan un velo, la farsa del fraude electoral, para justificar sus acciones. El nuevo término que utilizan es “integridad electoral”. Pero es ridículo que usen esa frase. El plan se basa en cualquier cosa menos en una cuestión de integridad. La verdad es que no existe fraude electoral. La verdad es que hemos tenido unas elecciones más fiables que nunca.

Por ende, lo que ellos llaman integridad en realidad es su propia deshonestidad. Están respondiendo a una gran mentira de supuesto fraude electoral, una mentira refutada, desacreditada y lamentablemente sangrienta. Y están respondiendo de la forma en que esperaban los atacantes al Capitolio, haciendo lo que los mentirosos reclamaban.

¿Cómo de relacionado está esto con la cuestión racial? ¿Estaría sucediendo lo mismo si no hubiera aumentando la participación de votantes negros?

Yo diría que está inexorablemente relacionado con la cuestión racial, pero quiero dejar algo claro. Por supuesto que los votantes negros son el objetivo central, pero en estados como Arizona o Florida también se está atacando a los votantes latinos. Están atacando la energía y el entusiasmo de los votantes de las comunidades indígenas. Están atacando a los votantes asiático-americanos. Si bien los votantes negros están claramente en el centro por la animosidad histórica que existe contra nuestra participación en elecciones, también se está atacando a otras comunidades minoritarias. Y lo están haciendo con una asiduidad y un cuidado que no tiene precedentes, excepto en la época de la segregación obligatoria de los años 50.

Y el corolario es que también están atacando a los jóvenes. Porque no se trató solamente de una mayor participación electoral de votantes de color. También aumentó la participación de los jóvenes y es esa polinización cruzada de jóvenes de color que creo que está generando gran parte de esta furia.

Lo que también estamos viendo son proyectos de ley diseñados para evitar que los jóvenes utilicen su la fuerza que viene con el empujón generacional. Son el grupo poblacional más grande. Y en las elecciones de 2020 dieron señales de hacer uso de ese poder. Y ahora estamos presenciando una reacción a esto, una respuesta, que los agrupa junto a otros tipos de votantes indeseados, divisiones generalmente hechas con criterios de raza, de edad y de nivel de ingresos.

¿Cuáles serían las consecuencias para la democracia estadounidense si estas medidas se aprobaran y fueran ratificadas en los tribunales?

Esa sería la intención exacta de las políticas de supresión de votos: impedir que ciudadanos con derecho legítimo puedan votar y así dirigir el rumbo del país.

No tendremos respuestas efectivas a los desafíos que afectan desproporcionadamente a las comunidades de color. No reaccionaremos ante crisis existenciales que afrontamos como nación, como mundo. No escucharemos en las legislaturas debates sobre la injusticia racial, sobre la crisis climática, sobre el respeto de tu cuerpo.

Cuando se puede inhibir y excluir a comunidades enteras de la participación electoral, no solo se silencian sus voces, sino que además se congelan las políticas que han hecho posible su participación en nuestra vida cívica.

Este es a grandes rasgos el sistema de valores. Algunas personas dicen: “Vale, estas comunidades se ven perjudicadas, es una realidad deprimente, a otras personas no les importará”. Pero yo insisto con que si dañas la democracia, la dañas para todo el mundo. Porque aunque empiecen con las comunidades de color y los jóvenes y los pobres, hay intersecciones de políticas que afectan a aquellos que pretenden beneficiarse de estos procesos y de estas políticas. No se van a detener en los votantes latinos pobres. También van a arremeter contra los latinos ricos que votan de forma diferente por la forma en que ganan su dinero.

Cuando rompes la maquinaria, la rompes para todos. Y cuando eso sucede, se debilita la democracia inmensurablemente al punto de quedar vulnerables a regímenes autoritarios, vulnerables a instintos mayoritarios y vulnerables al colapso de la democracia, como ha sucedido en otros países.

Usted ha hablado de la necesidad de que las empresas se involucren en la resistencia a estas medidas, tanto en Georgia como en otros sitios. ¿Se ha decepcionado al ver que las grandes empresas se han quedado calladas?

Al haber sido representante en la legislatura de mi estado, soy muy consciente de que la comunidad empresarial suele tardar en involucrarse. Por eso no me sorprende que ahora duden. Pero cuestiono su intención de permanecer en silencio.

En este momento, estamos obligados a llamar a que se alcen todas las voces. Y que suenen las alarmas, no solo dentro de las comunidades directamente afectadas sino en esos negocios que confían en la resistencia de nuestra democracia.

Este es el punto clave: el hecho de que nadie está exento de este flagelo. Ya conocemos las consecuencias de una democracia desconectada, las consecuencias de la falta de participación ciudadana, que dan como resultado una sociedad civil debilitada. Eso cuesta dinero. Cuando no se invierte en la gente, cuando la población siente que se la ha excluido, no tienen motivo para confiar u obedecer.

Entonces, para la comunidad empresarial, esto representa un peligro para sus objetivos, cuando hay leyes estatales que básicamente les dicen a las comunidades en crecimiento “aquí no os queremos y por eso no vamos a permitir vuestra participación”. Porque si le dices a alguien que no es bienvenido, esa persona va a suponer que no tienes ninguna otra cosa que decirle.

Es peligroso para la comunidad empresarial quedarse en silencio.

Tenemos un Tribunal Supremo conservador, hay una reordenación de distritos en la que los republicanos pueden rediseñarlos a su gusto partidista, el uso del filibusterismo en el Senado... Creo que mucha gente ve todo eso y no cree que se pueda arreglar algo. ¿Son estas instituciones un obstáculo para un democracia plena?

Yo comenzaría por lo más eficiente, que es el filibusterismo. Existe un argumento potente que dice que las excepciones que ya han sido aceptadas contra el filibusterismo deberían aplicarse para proteger la democracia.

Dada la amenaza evidente y constante, con el ejemplo más trágico de la insurrección del 6 de enero, es inadmisible que no tratemos la protección de nuestra democracia como un bien absoluto y que no consideremos que la legislación para protegerla no pueda bloquearse con filibusterismo.

Cualquier otro mecanismo llevará su tiempo. Cualquier otro mecanismo requería el inevitable cambio demográfico. Esta es una pieza que puede asegurarnos eso en lugar de 100 años de leyes de segregación racial, que es a lo que tuvimos que soportar la última vez que el Congreso renunció a su responsabilidad respecto a la ley electoral, eso en lugar de 100 años de inmovilidad, parálisis e ignominia. Esta es una oportunidad que tenemos de hacerlo bien.

Esta entrevista ha sido resumida y editada.

Traducido por Lucía Balducci

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