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ANÁLISIS

Ucrania resiste, pero no puede ganar sin más apoyo internacional

Bomberos ucranianos intentan extinguir un incendio provocado por un ataque ruso en Suma, Ucrania, este lunes.
14 de julio de 2025 22:20 h

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Después de seis conversaciones telefónicas entre Donald Trump y Vladímir Putin, dos encuentros directos entre una delegación rusa y otra ucraniana y una nueva conferencia internacional para la reconstrucción de Ucrania en Roma, lo mejor que puede decirse de Kiev es que está resistiendo la embestida rusa mucho más de lo que se podía esperar inicialmente, teniendo en cuenta la significativa superioridad de medios de Moscú, tanto en términos demográficos como militares, económicos e industriales. Una resistencia que, en todo caso, no cambia la percepción de que el tiempo sigue corriendo a favor de Rusia, aunque su innegable superioridad no le alcanza para imponer su dictado.

Teóricamente, una situación como esta debería desembocar en un proceso de negociación en el que, abandonando las posiciones maximalistas de partida, ambos contendientes propicien algún tipo de acuerdo. El problema en este caso es que ambos actores sienten que están en juego sus intereses vitales (incluso existenciales para Ucrania) y eso dificulta sobremanera salirse del marco conceptual en el que están anclados, tanto Moscú- negando la existencia de Ucrania como Estado soberano- como Kiev- empeñado lógicamente en mantener su integridad territorial a toda costa. Y lo peor es que ni lo que sucede en el campo de batalla ni en el terreno político y diplomático permiten imaginar que estemos ante un drástico cambio de rumbo a corto plazo que apunte hacia la paz.

Avances rusos limitados

En el terreno militar, a nivel estratégico, es bien evidente que Rusia mantiene la iniciativa, aunque eso no le permita volcar definitivamente la balanza a su favor, sumida en una guerra de desgaste que solo le sirve para lograr mínimos avances sobre el terreno (varias estimaciones apuntan a 550 kilómetros cuadrados en junio).

En el plano táctico tanto uno como otro pueden presentar ciertos logros, sin que ninguno de ellos tenga la entidad suficiente como para modificar el panorama general. Así, queda claro que Ucrania puede golpear en profundidad en el territorio de su enemigo y llevar a cabo acciones incluso tan espectaculares como la llamada Operación Telaraña. Pero también Rusia demuestra diariamente su capacidad para golpear con centenares de drones y misiles diversos puntos de su vecino, sin que las limitadas defensas antiaéreas ucranianas sean capaces de neutralizar los ataques a pesar de contar con material cada vez más sofisticado suministrado por sus aliados occidentales.

Poco avance diplomático

Tampoco en el terreno político y diplomático se vislumbra un panorama más satisfactorio. Sirva de ejemplo la reciente conferencia internacional para la reconstrucción de Ucrania.

Aunque en principio se convocó para movilizar fondos para el mañana, tras la firma de un supuesto acuerdo de paz, la realidad es que Zelenski y los suyos se han centrado en lograr más ayuda militar y económica para hoy, agobiados por la percepción de que su causa pierde peso en la agenda internacional y de que no tienen medios suficientes ni para neutralizar los constantes ataques de Rusia, ni mucho menos para pasar a la ofensiva y forzar a Putin a aceptar un acuerdo menos gravoso para la soberanía ucraniana.

Por un lado, Trump ha seguido hasta ahora deshojando la margarita sobre el suministro de más material militar, permitiendo que Putin siga teniendo margen de maniobra para debilitar aún más a su oponente. Por otro, si se compara el coste estimado de la reconstrucción- alrededor de 450.000 millones de euros, según Naciones Unidas- con el volumen de fondos que se han comprometido en la conferencia de Roma- alrededor de 10.000 millones de euros-, solo cabe concluir que la voluntad de los aliados de Kiev no parece estar a la altura de las necesidades.

De lo anterior se deduce que, si no hay un cambio radical en el horizonte inmediato, la confrontación bélica puede cronificarse indefinidamente, sin ninguna salida a la vista. Rusia ya está en economía de guerra, poniendo al servicio de su aventura militar en Ucrania todos los medios- humanos, militares, industriales y económicos- que sean necesarios para lograr su objetivo. Y aunque las sanciones internacionales están suponiendo un innegable castigo, no cabe imaginar que Putin vaya a cejar en su empeño. El presidente ruso ha contado hasta ahora con la complicidad de Trump.

Ucrania al límite

Por su parte, Ucrania está prácticamente al límite de sus capacidades, con dificultades crecientes para reclutar más soldados y con una industria que solo logra satisfacer el 50% de las necesidades de su ejército. Eso supone que, por mucha que sea su voluntad de combate, no podrá ir mucho más allá del empeño actual sin contar con un apoyo internacional sustancialmente mayor al que recibe actualmente.

Este apoyo también parece haber tocado techo, por mucho que ahora Trump diga que va a enviar algunos misiles interceptores Patriot (ya comprometidos anteriormente y sin haber aprobado ninguna nueva partida desde su regreso a la Casa Blanca), y que varios mandatarios europeos insistan en que no dejarán sola a Ucrania. En esas condiciones lo más probable es que se siga apoyando a Ucrania para resistir un poco más, pero no para vencer, expulsando a los invasores rusos de su territorio. ¿Resuelve eso algo?

Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)

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