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Lo real y lo verosímil

17 de mayo de 2025 17:06 h

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Fue una tarde hace cinco días, en La Matea -ya oficina alternativa-, en la calle Portales de Logroño. La mujer -setenta y algunos y mirada de haber visto demasiados amaneceres- escribía en una libreta sentada en la mesa al lado a la mía. Yo trataba de encadenar dos frases con sentido que dieran pie al artículo semanal de esta sección. Fracasaba. La mujer -aún desconocía que se trataba de Carmen- debió percibir que yo contemplaba el techo de la cafetería como si allí habitaran las musas. “¿Tú también escribes poesía?, me preguntó dejando claro que ella sí lo hacía. Por el bien de la poesía no, respondí. Nunca he tenido la gracia precisa para entrelazar versos ni rimas, ni siquiera asonantes. Escribo sobre la actualidad, expliqué. Carmen me dijo que estaba enfadada con la actualidad. Poco después constaté que realmente estaba muy cabreada con la actualidad. Me propuso que escribiera sobre la diferencia entre lo real y lo verosímil, que de ninguna manera eran lo mismo. Carmen parecía indignada como si hubiera sufrido muchas horas de trabajo y visto pocos milagros.

Carmen argumentaba que últimamente, en demasiadas ocasiones, cuando leía la prensa o escuchaba las noticias en la radio se echa las manos a la cabeza porque no podía creer lo que veía y oía. “Me digo que no puede ser verdad”. Carmen apunta que cada cacicada del aprendiz de dictador norteamericano le procede el efecto: ¡No puede ser verdad! Al igual que le pasa con las amenazas del neonazi ruso; nos amenaza con todo menos con leer a Tolstói; o las justificaciones de Bibi al genocidio en Gaza. Carmen tutea a Netanyahu. “¿De verdad pueden hacer y decir esas cosas?” dice que es su reacción inmediata. Pero todas esas noticias son reales. Han sucedido. “Suceden y no precisan de ser verosímiles”, recuerda.

Dice Carmen que le sucede igual con la actualidad nacional y las continuas contradicciones de unos y otros. Los políticos actuales son capaces -asegura Carmen- de criticar sus propias propuestas electorales si al contrario se le ocurre anunciar que son positivas y que piensa llevarlas a cabo. ¿No es increíble? Sí -le digo-, un lío, pero es que la actualidad es un jeroglífico. “Nadie les exige a los políticos que sean verosímiles -remata Carmen- ni que lo sean sus ideas o propuestas”.

La mujer que escribe poesía en cafeterías está realmente molesta con la actualidad. “Me echo las manos a la cabeza con esos políticos que presumían de adalides del feminismo y hoy, como mucho, se defienden de causas penales acusados de agresión sexual; o de los independentistas que pierden el culo por pertenecer a consejos de administración de empresas públicas españolas; o de los super patriotas que lideraban tractoradas y les ha faltado tiempo para traicionar a agricultores y ganaderos arrodillándose ante el señor de los aranceles. Lo que su gran líder entiende como ‘besarle el culo”. Todo -recuerda Carmen- es real, ha sucedido, sucede y no precisa de verosimilitud.

En cambio, continua Carmen, mis poemas, aunque hable de cosas cotidianas deben de ser verosímiles. Al igual que la obra de un novelista, de un director de cine o del showrunner de una serie, aunque sea de ciencia ficción, debe ser verosímil o nadie le dará crédito.

Carmen dice que quizá vivamos tiempos de ficción y qué cree que alguien está haciendo trampas con la realidad, con lo que llamamos actualidad. ¿De quién es la mano que mece la cuna?, se pregunta.

De vuelta a casa me sirvo un Ramón Bilbao y abro un poemario de Dylan Thomas por la página con el doblez como marca: “Aunque los amantes desaparezcan/el amor perdurará/ y la muerte jamás tendrá señorío”. Brindo por la poesía y, que carajo, por los poetas y lo inverosímil. Gracias Carmen por ejercer de musa. Javi Muro

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