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Fin a las oposiciones eternas a bombero en Madrid: tres años y una pugna burocrática que puso en jaque el proceso

Un grupo de personas participa en la extinción de un fuego provocado dentro de las actividades formativas en el curso de nuevo ingreso de 100 aspirantes al Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid, a 25 de mayo de 2021.

Alberto Ortiz

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Álex Díaz ha conseguido el objetivo que se propuso hace diez años y que un descuido, la ausencia de una firma en un papel, estuvo a punto de frustrar. Desde los 19 años se ha presentado cuatro veces a las oposiciones de bombero de la Comunidad de Madrid. La primera no fue bien, la segunda suspendió en la conducción y en la tercera se quedó a unos diez puestos de conseguir la plaza. Esta última, la que comenzó en 2019, estaba mejor preparado que nunca, dice. Había quedado el número 16 de 2.000 en la prueba teórica y cuando concurrió a las físicas el tribunal desestimó su candidatura por un error de forma: el médico había olvidado rubricar el “apto” de su test psicotécnico. 

Él y otro aspirante, Antonio, en una situación idéntica, recurrieron la decisión. Tras meses de batalla judicial su caso obligó a los organizadores a paralizar las oposiciones en enero, cuatro días antes de la prueba de conducción de camión, la última, que finalmente se ha realizado esta semana. El embrollo burocrático ha extendido aún más estas oposiciones eternas en la Comunidad de Madrid, que han atravesado una pandemia y un temporal insólito: tres años para un proceso de selección que suele liquidarse en menos de 18 meses. 

“Seguramente hayan sido las semanas más difíciles de mi vida”, explica Álex sobre el momento en el que el tribunal lo echó de las oposiciones. El certificado médico debía contar con una firma y un sello, pero solo tenía lo segundo. “Nos echan de las físicas, nos dicen que estamos fuera del proceso. Al rato volvemos con el certificado en regla, una hora después, pero nos deniegan el acceso”, relata. A partir de ahí, él y Antonio (37) comenzaron una batalla judicial junto al sindicato de los bomberos. “Que después de diez años de preparación llegues y te echen por algo tan ajeno a ti yo no lo conseguía superar. No tengo temor a decir que he estado con un psicólogo para poder aceptarlo”, dice.

Israel Naveso acompañó como portavoz del Sindicato de Bomberos (federado en CSIT) a Alex y a Antonio en su periplo contra la decisión del tribunal. “Yo me personé ante el tribunal para que les dejaran examinarse. Había jurisprudencia a su favor. Esto ya había ocurrido en 2018 y les dejaron volver a presentarse”, explica. Después del rechazo del tribunal, interpusieron un recurso de alzada contra la Dirección General de Función Pública de la Comunidad de Madrid. El organismo rechazó en un primer momento la opción de paralizar toda la oposición. “Dimos todo por perdido y empecé a preparar la siguiente, pero en diciembre empezamos a escuchar rumores de que iban a suspender la tercera prueba y nos iban a repetir las físicas”, cuenta Álex. 

Así fue. El 8 de enero, tres días antes de que comenzaran las pruebas de conducción de camión, las últimas de la oposición, Función Pública les dio la razón y paralizó las oposiciones para permitir a ambos someterse a las pruebas físicas. “Es un informe demoledor para el tribunal -explica Naveso-. Sería para que esa gente no vuelva a formar parte de un tribunal en su vida”. “Me puse a llorar, a saltar. Toda la mañana yendo de un sitio para otro, rápido a hablar con mi entrenador para ponerme a tono en esas dos semanas”, relata Álex. Entre ambos momentos transcurrieron casi dos meses, un lapso de incógnitas que Álex y Antonio rellenaron con más preparación física. “Mucha gente me decía: sal a correr, escalar, descansa. Pero yo quería seguir entrenando y si tenía un no definitivo, a preparar la siguiente. Eso me benefició cuando me dieron la razón”.

Una vez paralizada la tercera prueba, surgieron dos problemas. El primero es que Álex y Antonio tenían poco tiempo para prepararse las físicas y el segundo, que el resto de aspirantes, más de 200 que aún quedan para este trámite, no saben cuándo se van a examinar. “A mí me han roto, ha sido un parón horroroso. Estás en tu clímax y de repente te dicen que no”, explica Roberto, un opositor que en el momento de la entrevista aún no ha realizado la última prueba. “Ahora ya lo asimilo, pero en ese momento el chine que tenía era horroroso. Quería romper todo”, dice Luis, a su lado. 

Los dos llevan varios años preparando juntos esta oposición y también llegaban con opciones a la última prueba: Luis, el 50; y Roberto, el 130, para un total de 150 plazas convocadas. Para preparar el test, alquilaron con otras dos personas un camión con el que complementaban las clases. “Lo habíamos cuadrado muy bien, compaginando las clases con el camión. Lo teníamos cuadrado para dejar el camión un día antes y nuestra sensación era de que lo íbamos a reventar. Ahora, es como puf. Hemos intentando volver a alquilarlo, no hemos podido, llevamos sin tocar un camión días”, cuenta Luis. 

El componente económico

La última prueba se convocó finalmente para estos primeros días de marzo, una vez que Álex y Antonio hicieron sus pruebas físicas, que aprobaron, y se compusieron las listas definitivas. La incertidumbre, alargada durante casi otros dos meses más, se ha solventado, pero este lapso ha intensificado las dificultades económicas que enfrentan los aspirantes para poder sacarse esta oposición. “Los costes de la última prueba son brutales, porque ellos necesitan seguir entrenando la pericia de la conducción y eso solo se puede mantener a través de clases”, dice Navesa, del sindicato.

“Es un tema delicado. El aspirante como es lógico busca las mejores circunstancias para examinarse. Esto es, buscar el mejor camión posible. No es el típico de autoescuela, es uno específico y la oferta es muy escasa. Ante la demanda el precio sube muchísimo. Una hora de camión puede costar 180 euros. Una media de 6.000 euros por opositor en clases de conducir que no deberían soportar ellos”, detalla.

Estos costes se han ampliado dos meses más de lo previsto, el tiempo que se han alargado las oposiciones. “Este mes a mí se me han ido 600 o 700 euros solo en clases. Desde octubre estábamos con el camión alquilado, nos servía para ir más tranquilos y solo dábamos una clase a la semana, pero ahora es imposible”, explica Roberto, que cuenta que en estos dos meses, por la saturación de horarios de las dos únicas autoescuelas que ofrecen este camión en Madrid, no han dado clases a la luz del día. “El tema aquí ha sido la incertidumbre. Porque en enero decías: ¿me tiro cinco meses más gastando dinero? Las primeras semanas fueron así, por suerte luego ha sido más o menos rápido”, dice Luis. 

El aspecto económico es determinante, sin embargo, durante toda la oposición, por el tiempo que exige la preparación, entre estudio y entrenamiento físico, y lo prolongado que termina siendo el proceso desde que un aspirante se propone entrar al cuerpo hasta que lo consigue. Luis tiene 36 años y tuvo que reducir su jornada a partir de 2016, cuando se tomó en serio la preparación de las opos. “Ser opositor no es barato. Nada barato. Mi madre me inyecta todos los meses dinero y tengo 36 palos. Doy gracias, no me da vergüenza admitirlo, pero es muy caro”, dice. “Te pones a sumar: academias, nutricionista, la propia alimentación, psicólogos, que si vas a preparar el psicotécnico y vas a una web específica. Todo es dinero y dinero y no entra nada”, opone Roberto, que tiene 26, dejó la carrera de Fisioterapia con 21 y nunca ha tenido un trabajo más o menos estable, solo encargos puntuales los fines de semana. “Tendría que haber terminado la carrera, un máster. Mi novia lleva trabajando desde hace tres años y me dice: el tiempo pasa. Y yo esperando un examen que nunca llegaba”, cuenta. 

El fin de un proceso eterno

Han pasado casi tres años desde que los opositores entregaron las instancias para participar en esta última edición. Desde entonces se ha desatado una pandemia que todavía colea, se desencadenó la borrasca Filomena, que atrasó aún más el proceso, y finalmente esta demora por un problema administrativo que ha tenido numerosas consecuencias.

Álex ha aprobado las oposiciones matemáticamente al momento de esta entrevista y ya solo tiene que atravesar el trámite de las pruebas de fobias, que calcula no serán más que eso, un trámite. Antonio, sin embargo, se ha quedado a las puertas tras suspender la prueba de camión. “Me queda una sensación… Me ha dolido mucho, porque es una persona con la que he compartido todo lo que nos pasó. Antes no lo conocía y nos hemos unido mucho. Me entraron ganas de llorar por él cuando lo supe”, explica Álex, que no aventura si los tiempos le han perjudicado, pero quizás sí la carga mental de todo el proceso previo. 

“Han sido dos o tres meses durísimos psicológicamente y eso ha podido afectarle. Controlar los nervios, la tensión acumulada de este tiempo”, dice. Siente mucha más rabia aún al comprobar que el año que viene esa prueba ya no será un requisito, algo que reclamaban desde los sindicatos, toda vez que es un requisito -saber manejar un camión- sin el que no te puedes presentar al inicio del proceso, cuando debes aportar dos títulos de conducción de ese tipo de vehículo. 

Álex dice que no siente rencor hacia el tribunal. “Aunque no te lo creas, no tengo rencor. Van a ser compañeros míos. El tribunal en ese momento tomó esa decisión, y todos nos equivocamos. Mi vida se truncó por ello en ese momento, pero para eso están los recursos de la administración y la Justicia. Simplemente pusieron unas normas estrictas y las quisieron cumplir”, concluye.

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