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Nadie añora el scalextric de Cuatro Caminos: símbolo de la ciudad del automóvil y hogar de Emiliano “el de los perros”

El paso elevado de Cuatro Caminos

Luis de la Cruz

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Aunque su retirada motivó alguna carta al director conservacionista, este redactor puede escribir sin temor a equivocarse que nunca ha conocido a un vecino del barrio que eche de menos el viejo paso elevado, vulgo scalextric, de Cuatro Caminos, cuyos ecos vienen al recuerdo ahora con motivo del próximo desmontaje del paso elevado de la M-30 a su paso por Vallecas.

Aunque, ni tanto ni tan calvo, la existencia de la infraestructura no era la culpable de la barrera socioeconómica entre el Bravo Murillo chamberilano y el tetuanero, es cierto que operaba como frontera urbana y elevaba los tubos de escape y los ruidos a la altura de las ventanas del vecindario.

El scalextric se inauguró el 13 de diciembre de 1969 (tiempos de Arias Navarro como alcalde de Madrid), y tenía una longitud de 383 metros, con calzadas y dos aceras en cada sentido de la circulación, junto a su correspondiente mediana. Construido por la empresa Huarte, transcurría por Raimundo Fernández Villaverde y Reina Victoria, y no consiguió resolver por sí mismo el problema del tráfico en la zona, al menos hasta que llegó también el paso de Raimundo Fernández Villaverde con la Castellana, aun en pie.

Se emplearon para su construcción 2.200 metros cúbicos de hormigón para armar, 2000 más de hormigón para pretensar y 2500 de encofrado para hormigón oculto. Además, 6000 kg. de acero, 6.000 m. de encofrado, zapatas, pilotes, cable, etc. La prueba de carga consistió en hacer circular sobre el viaducto 22 camiones cargados con 480 toneladas.

El hormigón pretensado había posibilitado la extensión mundial de estas estructuras urbanas, que ya tenían antecedentes en el tráfico ferroviario sobre plataforma metálica elevada, que había proliferado antes en diversas ciudades del mundo, como Chicago, París o Nueva York. Posteriormente, el viaducto urbano también se convirtió en una solución común para aliviar el aumento del tráfico de las ciudades y, según algunos autores, como vía de escape rápido de las mismas dentro del clima de paranoia securitaria en tiempos de la Guerra Fría y de abandono de los centros urbanos (sobre todo en Estados Unidos) como espacio residencial.

Desde los años sesenta, el franquismo sembró de pasos elevados la ciudad de Madrid: Atocha, Cuatro Caminos, Santa María de la Cabeza, Raimundo Fernández-Villaverde, Doctor Esquerdo o Joaquín Costa, que ha sido el último en desaparecer, sentenciado por su situación de ruina. 

Un artículo en la Revista de arquitectura de los autores del proyecto decía en el momento de su construcción que “el hecho concreto es que al proyectar nos damos cuenta de que, el pasar por debajo del puente, forma parte de su vida en la cual vamos a tener, por tanto, cierta intervención. Esa parte de su vida es mínima y verdaderamente fugaz y esta intervención nuestra muy pobre y reducida, pero ambas dan lugar a una convivencia de problemas que resulta interesante resaltar y ante todo en su aspecto más externo de cortesía por parte del ingeniero.” Cifraban esta cortesía de los ingenieros en la estética, sobria y equilibrada, en “tensión con el hombre actual”, en las propias palabras de los padres del scalextric, que no parecían dar mucha importancia entonces al impacto de la infraestructura sobre el vecindario.

Tras 35 años de vida en la glorieta de los Cuatro Caminos, el 26 de enero de 2004 comenzó su desarticulación, para la que hicieron falta de 16 meses de trabajo. En 2005 ya no quedaba rastro del scalextric y se inauguraba el nuevo paso subterráneo. Sus restos fueron utilizados como grava en otras obras.

Hoy nadie echa de menos los pasos elevados de Madrid pero lo cierto es que sus rotundas figuras emulaban los dibujos futuristas de antaño y rimaban tanto con las ansias monumentales del desarrollismo como con las tendencias que, al fin y al cabo, se producían también en otras capitales del mundo.

Emiliano “el de los perros”, vecino ilustre bajo el scalextric

A pesar de que los responsables de la construcción del viaducto consideraban “mínima y fugaz” la capacidad de su criatura para mezclarse con la vida de la gente, aquella estructura de hormigón era, además de una importante obra de ingeniería civil y una barrera urbana, también, en su expresión más mundana, una parte más de la barriada. El paso elevado se mezclaba con el transcurrir apresurado en las mañanas de curro de miles de personas y servía de atrezzo a esas pequeñas cosas recurrentes que fijan los lugares al suelo. Los vecinos de más tiempo recordarán sin duda a Emiliano Maté, “el de los perros”, que vivió en la calle durante al menos veinticinco años, convirtiéndose en uno de los vecinos más conocidos de los Cuatro Caminos.

De conversación tranquila y agradable, Emiliano era un hombre querido en el barrio y sobre él que circulaban distintas leyendas, unas más erradas que otras, que pivotaban sobre la idea de que había sido hace tiempo un respetable vecino de la Avenida de Reina Victoria y había acabado en la calle, se suponía, por no querer separarse de sus perros. Lo cierto es que tras la historia de Emiliano y las leyendas que lo envolvían se ocultaba un desahucio, llevado a cabo con engaños después de que, en poco tiempo, murieran sus padres y su pareja. Emiliano era delineante en el Instituto Cartográfico Nacional –y no funcionario de Hacienda, como mucha gente creía–. Acabó en la calle, lo que acabó ocasionándole también la pérdida de su empleo hacia 1982. Eran tiempos del PSOE en el gobierno y algún vecino cuenta que Emiliano achacaba a ellos su despido, “porque había sido falangista”.

Maté fue incluso inmortalizado como Maimónides, el filósofo cordobés del siglo XII, por el pintor Daniel Quintero. El rostro del mendigo, que acudió con sus perros a posar al estudio del pintor, se exhibió en la Sinagoga del Tránsito de Toledo. A Emiliano le servían comida en restaurantes y colegios de la zona, como Nuestra Señora del Buen Consejo (aunque no lo he podido verificar, en el colegio se decía que había sido antiguo alumno), pero su vida en la calle, como no podía ser de otra manera, fue complicada. Él mismo contaba que le habían intentado asesinar dos veces. En una ocasión, incluso, despertó y vio un coche fúnebre que venía a buscarle. Alguien había dado mal el aviso.

Un buen día, poco después del scalextric que tantas veces le sirvió de cobijo, Emiliano desapareció. Al parecer acabó en un albergue de la Comunidad de Madrid, ya entrado en la setentena. A partir de ahí… los vecinos de Cuatro Caminos le perdimos la pista, pero frecuentemente sale su nombre en alguna conversación: “¿te acuerdas de Emiliano, el de los perros?”

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