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El Europa: un cine en el que cabe la historia política del siglo XX español

Imagen de cómo quedará el edificio después de la reforma que se está llevando a cabo

Luis de la Cruz

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Durante las últimas semanas, quienes hayan pasado por la tienda de Saneamientos Pereda situada en el edificio protegido que fuera el Cine Europa (Bravo Murillo 160), habrán podido ver una aparatosa obra en su fachada, que luce hoy con el ladrillo de la planta inferior picado. No pocos vecinos se han llevado las manos a la cabeza al ver herramientas de construcción (o destrucción, llegado el caso) operando sobre la joya edificada de la corona en la calle Bravo Murillo, que goza de protección urbanística integral. Sin embargo, como reza el cartel de obra, se trata de una operación para poner guapa la fachada que, además, no afecta a la apertura del establecimiento.

Concretamente, y según figura en la licencia urbanística, se trata de “obras de recuperación de fachada sin modificación de actividad”, que pretenden recuperar la marquesina curva original (la que anunciaba hasta ahora la casa Pereda era un pegote), parcialmente los huecos de la planta y las dimensiones de los accesos (esto es, puertas y escaparates), recuperando recercados originales y sustituyendo el actual zócalo. De paso, se sustituirá la carpintería de la planta baja, se pintará la fachada y también, en color gris oscuro-mate, la cerrajería ya existente, que ahora luce en aluminio dorado.

Al principio de los tiempos

El Cine Europa (entonces frecuentemente citado como Cinema Europa) se inauguró el 11 de octubre de 1929 con la proyección de El hermanito, de Harold Lloyd. El edificio se levantó en hormigón armado, de perfil racionalista y ornamento art decó, con un aforo de 2500 localidades repartidas entre el patio, los palcos y los dos anfiteatros. Contaba con cine de verano al aire libre, amplios vestíbulos, bar, billares y una escalera de corte imperial que articulaba los espacios del coloso con forma de navío.

Quien firmara los planos del edificio, Luis Gutiérrez Soto (1900-1977), fue uno de los arquitectos más importantes del siglo XX español. Futbolista del Real Madrid de joven, aviador y, según dicen, excéntrico y vividor, fue capaz de introducir las nuevas tendencias de la arquitectura en España antes de la guerra para, luego, participar del giro españolista y herreriano del franquismo. Del cine Callao al Ministerio del Aire, en Moncloa. Posteriormente, volvió a practicar formas más experimentales (como se puede ver en el rascacielos de la Unión y el Fénix de la Castellana) y dedicarse, sobre todo, a ser el arquitecto de la alta sociedad española. Justo después del Europa, Gutiérrez Soto construiría el Barceló, otro cine-teatro importante que cualquier buen observador emparentará con el de la calle Bravo Murillo.

El principal promotor del cine fue el asturiano Francisco de la Vega Pérez (conocido como don Paco) que, de origen humilde, había hecho fortuna en Madrid antes de hacerse con distintos establecimientos, como el conocido Barflor (cerca de la Puerta del Sol). De la Vega fue también poeta y miembro de Alianza Republicana, como sus socios en la fundación del cine de los Cuatro Caminos. Al respecto, exageraba una crónica de la época: “Y un día, secundado por sus socios Antonio Pinillos y Manuel Vicente, soñó en hacer un cine para que hablara Unamuno”. Lo cierto es que el primer gran evento histórico del Europa fue el sonadísimo mitin que el escritor vasco dio en mayo de 1930, a la vuelta de su destierro durante la dictadura de Primo de Rivera.

 

Cuando la batalla de las ideologías se libraba en el Cine Europa

Hay una famosa fotografía en la que se ve andando de frente a José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda, Manuel Mateo o Raimundo Fernández Cuesta, entre otros falangistas. Está tomada el 2 de febrero de 1936 con motivo de un mitin de Falange en el Cine Europa, y en ella se puede apreciar que alguno de los protagonistas se lleva la mano a la pechera. Están atravesando los Cuatro Caminos, una barriada obrera especialmente proclive a las ideas de izquierdas en ese momento, donde ya se han producido encontronazos entre vendedores de sus publicaciones y obreros de ideología contraria, por lo que es conveniente tener la pistola a mano.

Pero la presencia de la plana mayor del falangismo allí no era casual. Aquel domingo comenzaba la campaña electoral de las que serían las últimas elecciones generales de la República, y los de José Antonio diseñaron un plan para ir -literalmente- del barrio de Salamanca al extrarradio obrero. La jornada comenzaría con un mitin en el cine Padilla y continuaría con el traslado al cine Europa, en un barrio en el que ya habían intentado atraerse el favor obrero en los tiempos en los que José Antonio aún no había roto con Ledesma Ramos, vecino de Cuatro Caminos. El intento, por cierto, no fructificó en términos generales y las JONS nunca se acercaron a la influencia entre los obreros de UGT o CNT, pero la foto que da pie a estos párrafos deja constancia de cómo algunos militantes de organizaciones de izquierdas se vieron atraídos por el nuevo fascismo a la española: en ella aparecen Manuel Mateo (de pasado comunista) y Camilo Olcina, ex militante de CNT.

Durante el mitin, que fue el último que ofrecería José Antonio, se presentó en sociedad el Cara al sol (volviendo a la foto, a la derecha se aprecia la figura de Rafael Sánchez Mazas, miembro de la corte literaria de José Antonio que participó en la composición del himno en el restaurante vasco Or-kon-pon).

El Cine Europa había llegado unos años antes de este hecho, para representar en hormigón el salto adelante del extrarradio norte, que tenía tanto de cuantitativo como de cualitativo. Durante el primer tercio del siglo XX se había consolidado en Madrid un anillo construido por poblaciones y barrios crecidos a sus puertas, al margen de la planificación oficial representada por el Plan de Ensanche de Castro. Eran los Cuatro Caminos y Tetuán de las Victorias, pero también Prosperidad, el barrio de Ventas, Puente de Vallecas o la Guindalera. A estas alturas, y con la República en ciernes, la periferia obrera ya reclamaba su importancia en la gran urbe madrileña, a través de la red de trasportes, del mundo del trabajo, la cultura de masas...y la política, de masas también.

 En estas nuevas barriadas se conformó el cinturón rojo de la época y los partidos políticos pugnaron por conseguir los favores de un número de electores que, de repente, era crucial para articular mayorías. La política del extrarradio pasó de jugarse en merenderos y pequeños teatros de barrio, donde hasta la fecha se habían hecho los mítines, a cosos imponentes, como el Europa, pensados para albergar acontecimientos cuyo eco tenía ya un alcance metropolitano.

Antes incluso de la llegada de la República, el cine ya había albergado grandes eventos de carácter progresista. Además del sonado mitin de Unamuno, en 1930 también se celebra allí otro pro-amnistía en el que participan radicales, federales, radical-socialistas y anarquistas.

Los Cuatro Caminos, como parte del distrito electoral de Chamberí, eran desde hace tiempo un caladero importante de votos para el PSOE y el Europa (además de otros establecimientos del barrio, como el Salón Luminoso) se convirtió pronto en escenario habitual para Largo Caballero, que cerraría la campaña electoral de febrero del 36 solo unos días después del mitin de José Antonio, y otros próceres del socialismo.

También los anarquistas pasaron a menudo por el cine: allí hablaron ante miles de correligionarios Ángel Pestaña, Vicente Orobón Fernández y, por supuesto, Cipriano Mera, vecino y punta de lanza del Sindicato Único de la Construcción, que tenía en este extrarradio una de sus principales canteras. En el Europa se celebrarían, por ejemplo, asambleas de la famosa huelga de la construcción que unió antes de la guerra a CNT y UGT, y que aún estaba en marcha durante el golpe de Estado franquista.

Guerra y franquismo: del rojinegro al azul mahón

Durante la guerra, el cine se utilizó como cuartel de las Milicias Confederales, Ateneo Libertario y para distintas labores del día a día en una zona cercana a la línea del frente como, por ejemplo, punto de abastecimiento para la población no evacuada. Sin embargo, fue su relación con la violencia en la retaguardia republicana lo que más ríos de tinta ha hecho correr acerca del cine durante la contienda, ya que dentro de sus instalaciones se ubicó un centro de detención (una de las famosas checas).

Terminada la guerra, aquel último discurso de José Antonio en el Europa fue objeto de mitología y el cine se convirtió en punto destacado del imaginario falangista. Por ejemplo, en 1940 se llevó a cabo un ciclo, durante 13 domingos, en los distintos teatros donde José Antonio había hablado. Durante los cuarenta se celebraron también otros actos relacionados con Falange, como el nombramiento público de los Jefes de distrito, en 1943.

El lugar continuó siendo, durante las décadas siguientes, un espacio central para una barriada en la que la presencia de los cines aún era importante. Películas, espectáculos (hasta veladas de boxeo) y algunos actos ceremoniales del paternalismo franquista, como el reparto de juguetes en Reyes por parte de la beneficencia, hicieron de su imponente presencia racionalista un elemento ineludible para la memoria de varias generaciones de vecinos.

El olvido se cebó sobre una barriada derrotada, en cuanto cabeza del cinturón rojo y, también en El Europa, desapareció el rastro visible de la política no oficial. Sin embargo, el Mundo Obrero de diciembre de 1951, publicado en la clandestinidad, daba noticia de que aún debían vivirse algunos gestos políticos contra el régimen franquista. Según la publicación, alguien pegó dos pasquines del PCE en uno de los pasillos del cine antes del entreacto de una película. Tenían la imagen de La Pasionaria y el mensaje “¡Fuera de España los americanos!” Es muy posible que la publicación exagerara la repercusión del acto en la barriada pero también da voz a una serie de resistencias cotidianas durante la posguerra y el primer Franquismo silenciadas por la prensa del Movimiento y apenas estudiadas todavía. 

Durante estos años, el cine se cubriría de cemento, dotándolo del mismo tono de la época, y el inmueble empezaría a usarse parcialmente para otras actividades. Así, el café se convirtió en los almacenes Europa. Posteriormente, el edificio albergará también pisos y un hotel. El cine quedará más encajonado por las edificaciones adyacentes, convirtiéndose la calle del lateral, pensada como vomitorio, en un estrecho callejón. Y como no hay historia local sin una pincelada de crónica negra, recordaremos brevemente que también tuvo el Europa algún hecho luctuoso, como aquel en el que un espectador apuñaló en 1972 a dos menores durante el descanso de una película porque estos habían hablado durante la proyección.

De la Transición a hoy, o  de la política al comercio de sanitarios

Con la llegada de la democracia, el Europa volvió a ser tarima de la confrontación política y marco para la intervención de algunos de los nombres sonoros del juego electoral de la Transición. Echando un vistazo a la hemeroteca encontramos, desde 1977, mítines del PCE, del PSOE, la ORT –con mucha implantación en los barrios entonces–, o de partidos que hoy han caído un poco en el olvido, como el Partido Socialista Democrático o la Candidatura Unitaria de Izquierda Republicana. Hallamos nombres importantes de la izquierda, como los de Santiago Carrillo, Javier Solana o Marcelino Camacho –también se llevaron a cabo actos sindicales y de la sociedad civil, como un festival en apoyo al pueblo saharaui en 1977 –. Hasta La Pasionaria celebró allí su cumpleaños presidiendo un mitin en 1980.

Pero también pasaron por su tarima figuras de la extrema derecha, como Blas Piñar en 1979 (que ese año saldría elegido diputado por Madrid) y, sobre todo, el Europa continuó siendo un lugar simbólico para el falangismo durante los primeros años de la democracia.

Al menos en 1977 y 1978 el cine sirvió para conmemorar, entre otras efemérides, el 29 de octubre, aniversario de la fundación de Falange Española y de las JONS. Como en aquel último mitin de José Antonio antes de la guerra, Raimundo Fernández Cuesta volvía entonces al coso de Bravo Murillo, ahora como presidente del partido. En el acto de 1977, cuya asistencia fue cifrada por El País en 3000 personas, se montó a la salida una manifestación improvisada camino de Cuatro Caminos, llegando algunos de los falangistas hasta la sede del PSOE en la calle García Morato para cantar el Cara al sol.

Falange Española de las JONS (Auténtica), por su parte, hizo lo propio en el Cine Madrid (otro escenario de la mitología joseantoniana), con la presencia de Miguel Hedilla, hijo de Manuel, el sucesor de Primo de Rivera como jefe nacional de FE de las JONS desde septiembre de 1936.

El Europa fue un cine de barrio durante los siguientes años hasta que cerró sus puertas en 1988. A principios de los noventa sirvió fugazmente como plató de televisión (se intentaron recuperar las míticas Galas del sábado, de nuevo presentadas por Joaquín Prat) y se utilizó durante un par de años como hotel. En 1995 se iniciaron las reformas que vaciaron el antiguo cine para convertirlo en la actual tienda de saneamientos, que abriría en 1997, quedando la entrada en el lugar donde históricamente había estado el bar. A pesar de todo, aún puede uno imaginar el hueco del patio y caminar en altura por donde estuvieron los palcos. Aunque se ha criticado a veces el estado de la fachada (la carpintería metálica y la banda anunciadora que ahora desaparecerá se llevan la mayoría de los reproches), lo cierto es que la reforma sacó a la luz las vidrieras, ocultas en la encarnación anterior del edificio.

En los últimos años, el cine Europa ha servido de escenario para diferentes obras. En 2007 su presencia se hizo ineludible en el documental de Carlos García-Alix El honor de las Injurias, sobre la vida del hombre de acción de CNT y chequista Felipe Sandoval. En 2018 el historiador Alejandro Pérez-Olivares sacó Victoria y control en el Madrid ocupado: los del Europa (1936-1946) (Traficantes de Sueños), una fascinante investigación histórica sobre el control social y la represión en la posguerra franquista que parte del sumario de varios ciudadanos anónimos, acusados de participar de la violencia de la retaguardia republicana desde el centro de detención del Europa. Y en 2019 el periodista y escritor Javier Valenzuela situó su ejercicio noir Pólvora, tabaco y cuero (Huso) en el mundo libertario de la barriada durante la guerra, apareciendo de fondo, por supuesto, el cuartel de Milicias Confederales y punto de abastecimiento establecido en el cine.

En 1932 Ramón J. Sender describió en la novela Siete domingos rojos un gran mitin obrero en un teatro de barrio que probablemente era trasunto del Cine Europa. El escritor recurre allí a una metáfora imponente: aquellos trabajadores eran quienes habían levantado el edificio y ahora ocupan su interior, escenario habitual de la cultura burguesa. Hoy, obreros como los que alguna vez, cuando se nombraba cinema, fueran protagonistas anónimos del Europa, trabajan en la fachada del cine para acercarlo un poco más al recuerdo de aquel lugar en el que resonaron algunas de las voces más importantes del siglo XX.

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