Los 113 años del Cine Doré, el 'palacio de las pipas' que aún veneran los cinéfilos de Madrid y resiste en obras con pases gratis
La triste noticia era que empiezan obras en el Ciné Doré; la buena, que en compensación habría barra libre de películas con pases gratis hasta diciembre. Los cinéfilos de Madrid cierran el año después de meses de proyecciones o ciclos sin coste, una medida provisional que la legendaria sala de Lavapiés utiliza para surfear posibles molestias ocasionadas por los trabajos. Entre operarios y labores en su planta baja pero con un fiel séquito de aficionados en las butacas, la Filmoteca Española celebra su 113 cumpleaños resistiendo como un símbolo cinematográfico. Han sido muchas las historias que atravesaron su icónica fachada modernista.
En 19 de diciembre de 1912, solo 15 años después de que un concesionario de los hermanos Lumière instalara el primer cinematógrafo en Madrid –entonces novedosos aparatos para proyectar imágenes en movimiento–, el Cine Doré se inauguró en la calle de Santa Isabel, su ubicación actual. Cabían 1.250 espectadores, que podían usar su jardín o un salón para fumadores: el edificio constaba de dos plantas y otra baja. Se le empezó a conocer como el palacio de las pipas por el trajín de bolsas o el sonido de las cáscaras durante las películas, antes del boom de las palomitas.
El característico rótulo en su fachada, de estilo art decó, no llegó hasta una década más tarde. Es en 1923 cuando ve la luz por completo el actual Cine Doré, con un lavado de cara con la firma del arquitecto Críspulo Moro Cabeza. La licencia de construcción se obtuvo un año antes, el 17 de octubre, y el proyecto le brindó una apariencia modernista inspirada en los cinematógrafos de principios de siglo.
Este órgano del Gobierno asumió la gestión del espacio en 1982, después de que el Ayuntamiento adquiriera el edificio y le cediera su mando para mantenerse como un “edificio de interés arquitectónico y ambiental que debe ser conservado”, tal y como se dictamina en la página web del departamento actualmente dirigido por Ernest Urtasun. “Lo que ganamos de taquilla no revierte en los datos del cine y las entradas, con el precio que fijamos, no permiten por sí solas obtener los beneficios suficientes”, señala Pilar Garrido, gerente del Doré.
“Fase de supervivencia”: las obras se alargarán hasta primavera
El precio base de acceso es de tres euros, aunque existen distintos abonos o descuentos que rebajan aún más el coste para el público. Además, desde septiembre se ha puesto en marcha una programación especial con motivo de la obra, que permite reservar entradas gratuitas a cambio de anunciar una única sesión diaria. Es decir: menos películas cada día pero acceso gratis a cada sesión, siempre que se reserven con tres días de antelación, para adaptar su visionado a los trabajos. Normalmente se emiten entre 50 y 60 proyecciones cada mes, aunque este trance las ha reducido considerablemente.
Las labores para instalar otra escalera de acceso y un ascensor que adaptara la infraestructura a la normativa actual –el edificio es antiguo y su estructura no tiene en cuenta algunos requisitos que hoy son obligatorios–, en un primer momento, tenían previsto acabar en diciembre. Sin embargo, a escasos días de terminar el año, la gerente del cine confirma que el calendario se alargará hasta, al menos, el segundo trimestre de 2026.
“Ahora estamos en fase de supervivencia. Es una obra complicada en la que se ha tenido que tirar algún muro o levantar todo el hueco en el que va a colocarse el ascensor, y eso sin modificar el grueso de la estructura o fachada. Siempre hay imprevistos, pero creo que va por buen camino”, determina Garrido.
En los años veinte hubo otra reforma de peso, que se encargó hace exactamente 101 años. En diciembre de 1924, el arrendatario del edificio (entonces Aurelio Ruiz) puso en marcha una nueva distribución de palcos que afectara tanto en la última planta como en los laterales de la estructura. En la información que recoge el Ministerio de Cultura se desliza que, al poco de inaugurarse, es previsible que el Cine Doré viviera una época dorada y la obra se encuadra en ese auge de popularidad. Con el tiempo, su actividad se quería estancada.
Las filmotecas como lugar de conservación y restauración de filmes
Cuando pasó a manos del Gobierno, Cultura aprovechó la cesión para utilizarlo como sede de proyecciones de la Filmoteca Española, que hasta entonces había ido distribuyendo sus películas en distintos cines alternos. Al recibir esta etiqueta, el inmueble de Lavapiés inició un proceso de restauración capitaneado por el arquitecto Javier Feduchi y financiado desde el Estado.
El retoque conservó los elementos estructurales y decorativos del edificio, levantó una segunda sala en la parte interior e instaló cafetería y una librería, que hoy también funciona como tienda. El proyecto se planteó en 1982, pero las obras se alargaron hasta el último año de la década, reinaugurando el cine un 28 de febrero. Ya integrado en la Filmoteca Española, el Cine Doré pasó a exhibise como un foco cultural de la ciudad. Más de cien años después, en pleno apogeo de los multicines, continúa siendo un importante núcleo de cinéfilos.
“En realidad somos el último eslabón: antes de eso hay todo un equipo evaluando y restaurando las películas”, destaca su gerente. Las filmotecas, además de cines más clásicos y de estilo vintage, son espacios para conservar películas que ya no se distribuyen, estudiarlas y difundirlas entre el público. “No solo se guardan los celuloides [el material de plástico que contenía las antiguas películas], sino también el nitrato, que es un soporte muy inflamable y tiene que estar conservado a baja temperatura”, añade Garrido, remarcando el trabajo de las restauradoras o los especialistas en restauración digital, con sede en Pozuelo.
A principios del siglo pasado las películas se proyectaban en barracones itinerantes, teatros o salas de espectáculos, pero con la proliferación de cintas o nuevas grabaciones comenzaron a construirse barracones fijos en solares vacíos. Hoy existe todo un negocio consolidado en torno al mundo del cine y la madera del Doré fue cubierta con mampostería o decorados de escayola, más vistosos y llamativos de cara al público.
El centenario Cine Doré, que en realidad nació como un salón de la época (centros de actividades de ocio y cultura de distinto tipo), conmemora ahora a un órgano protegido por las instituciones y lugar culto para amantes del mundillo. Han pasado 113 años y el mundo es muy distinto, pero las salas de cine –golpeadas en todo caso por plataformas que dejan a una parte del público en casa– se resisten a quedarse vacías.
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