La Fábrika o cómo llegar a ser referente social y puntal internacional del deporte popular boxeando en Vallecas
“Esfuerzo” en una mano. “Dignidad”, en la otra. Estas son las palabras que ilustran los guantes de boxeo de una chica pintada en la fachada del número 17 de la calle Alfonso XIII, en Puente de Vallecas. Es La Fábrika, un club y escuela de boxeo –mucho más que eso, como veremos a lo largo del artículo– muy querido en el barrio.
Se encuentra en una zona casas de ladrillos con poco tránsito, sin apenas locales comerciales. Para llegar allí desde la avenida de la Albufera has de caminar las calles interiores de Puente de Vallecas, repletas de bares y pequeñas tiendas. Cerca, hay algunas casas bajas, reliquias precarias de otros tiempos; el habitual descampado habilitado popularmente como aparcamiento de todas las barriadas y el Pirulí emergiendo en algunas visuales en del horizonte. El barrio. Y a ese barrio pertenece y sirve La Fábrika, como algo más que un mero centro donde hacer ejercicio.
“A día de hoy, La Fábrika es un club deportivo, que tiene una parte que es una asociación y otra deportiva de competición. En la parte del gimnasio se desarrollan distintas disciplinas (para pequeños, para mayores) y hay, también, un proyecto de autodefensa, que es una asamblea autogestionada, un grupo transfeminista”, explica Moren, participante en el proyecto.
Los orígenes hay que buscarlos en el contexto del Centro Social Okupado La Fábrika de Villalba. Después de que esta acción fuera desalojada a finales de 2010, se reencarnó en Vallecas con Peru y Marisa, sus principales impulsores, al frente. Entonces plantearon profesionalizar el proyecto y se lo llevaron a su barrio, portando consigo los valores sociales y de horizontalidad con que se habían desenvuelto durante la etapa seminal, además del nombre.
Durante un tiempo fue una asociación vecinal que fomentaba la práctica del boxeo. Por aquel entonces, Peru era el entrenador de Marisa Domínguez, una competidora de élite que se acaba de retirar de la competición. “Cuando Marisa gana el primer campeonato de Madrid, además de surgir la oportunidad de relacionarse con otros clubes deportivos, se sitúa para muchas de nosotras como referente. Es una de las mujeres boxeadoras a las que tenemos acceso, digamos, de las pocas que conocemos que han mantenido ese nivel de compromiso y de competición”, cuenta Moren, de La Fábrika.
Vallecas tiene un tejido social denso que encaja perfectamente con el espíritu del proyecto, y decidieron convertirse en un nudo más de su red vecinal. “Igual que tenemos centros sociales, librerías, tiendas, resulta que también tenemos un gimnasio en el que sabemos que podemos entrenar de forma segura”, concluye Moren. Esa primera etapa, en un local de la calle Mendívil, duró hasta 2014.
Luego, se mudaron a la actual localización, muy cerca de la anterior, lo que les dio la oportunidad de abrirse aún más al barrio y, también, de crecer acogiendo otras disciplinas. “La mayoría de los grupos son gestionados como parte de la asociación (las personas que dan clase son voluntarias de la asociación) y luego tenemos el caso particular del grupo de autodefensa, que es una asamblea feminista autogestionada dentro del espacio”, explica Moren.
Las clases guiadas se desarrollan de la forma habitual de los clubes deportivos, pero sin olvidar el sostén ético y de convivencia del espacio. En La Fábrika no caben comentarios racistas, homófobos o machistas. “Al final, los objetivos deportivos de alto nivel no están reñidos con ser fieles a unos principios: de implicación con el barrio, de no buscar el máximo beneficio, pero también de cuidar a la gente, a los propios luchadores, a las profas, etc.”, explica.
El nombre de La Fábrika remite inexorablemente al club de boxeo, aunque en el gimnasio entrena gente de otras disciplinas, como MMA o Muay Thai. La línea marca de la casa es llevar a las competiciones, algunas de ellas internacionales, los mismos principios rectores que dan sentido al proyecto a pie de barrio. “Una de las cosas que está pasando ahora es que hemos promocionado la creación de una asamblea de boxeadores en contra de la participación del Estado de Israel en competiciones y a favor del boicot”, detalla Moren.
También mantienen contactos internacionales con proyectos similares, propiciando encuentros entre deportistas o ayudando a traerlos desde latitudes en conflicto. “Las oportunidades surgen de contactos que llegan cuando se compite en otros países, o a través de gente que ha pasado por La Fábrika y viaja. A veces, incluso abren gimnasios similares en otros sitios”, explica y sigue describiendo proyectos fascinantes, como una escuela de boxeo para mujeres en Palestina que forma parte de Sports Beats Borders, una red internacional de deporte popular muy potente.
El nombre de La Fábrika se escuchó fuera de los contornos vallecanos después de que el pasado 14 de octubre miembros de la empresa de desokupación APD Security Iberia se dirigieran a su local, en la calle Alfonso XIII, e intentaran entrar al grito de “rojos, maricones”. Los desokupadores habían hecho parada en su dudosa misión de expulsar de una vivienda a un vecino en la cercana calle Leonor González. El encontronazo se saldó con la detención de nueve miembros de APD y también de dos personas del gimnasio y cinco vecinos más que acudieron a defender el espacio. No era la primera vez señalaban La Fábrika como objetivo.
Los sucesos hay que entenderlos dentro de su participación activa en el tejido asociativo de Vallecas. Igual que dan talleres o colaboran en las fiestas populares, están posicionados por el derecho a la vivienda, explican, y sus socios acuden a título individual a las convocatorias de los grupos de vivienda. En el caso que nos ocupa, la primera visita de los desokupadores fue anterior a cualquier convocatoria, pues ya habían ido a increpar a las puertas de La Fábrika días antes.
Siguen alerta, pero están más pendientes de su día a día. Saben que el boxeo y el resto de deportes de contacto que allí se practican aún se miran socialmente con cierta sospecha –a no ser los gimnasios que hoy proliferan en las zonas empresariales– pero transmiten orgullo por lo que son y lo que hacen.
Moren lo detalla con pasión, hablando de cómo el deporte ayuda a canalizar las emociones de pequeños y adolescentes –“a controlar emociones que son totalmente válidas en nuestro barrio, donde encontramos situaciones difíciles”–, a sentir una conexión con el propio cuerpo y practicar un ocio sano, alejado del sedentarismo consumista que nos ahoga. Y nos invita a sentirlo:
“Una de las cosas que es más que cambia la perspectiva de las personas cuando no han entrenado es ver un interclub. Pequeños campeonatos con otros gimnasios o entre personas del mismo. Somos dos personas que han trabajado muy duro, que se han preparado para ese momento y hacemos lo mejor que podemos; y cuando terminamos siempre nos damos un abrazo, nos felicitamos y le damos las gracias a la persona que tenemos delante porque sin ella no podríamos haberlo hecho.”
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