Un billete de lotería para Muelle, el punki que inventó el grafiti madrileño y hoy recibe homenajes de los que le multaban
Este jueves, 11 de diciembre, el décimo de la lotería nacional viene grafiteado. Un Muelle en colores amarillo, naranja y negro sobre un muro de ladrillo adorna el billete de lotería de ese día. Sale en el año que se cumplen 30 años del fallecimiento del conocido grafitero y se puede adquirir por tres euros en cualquier administración oficial.
Es, en realidad, la segunda vez que Loterías y Apuestas del Estado homenajea a Juan Carlos Argüello Muelle: el primer décimo ya salió a la venta el 3 de marzo de 2022 y no son pocos los que lo guardan en sus casas como recuerdo.
El homenaje llega solo unos días después de que la Comunidad de Madrid hiciera pública la adquisición de dos obras suyas sobre papel. Las firmas han sido compradas al hermano del autor, Fernando Argüello, como propietario del archivo personal y familiar. A él se debe, en buena medida, el clima de reivindicación actual que vive la obra de su hermano. Se incorporan al acervo artístico común, que cada vez cuenta con más piezas del artista urbano. El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, por ejemplo, tiene desde hace tiempo en su colección un Muelle de gran tamaño que hizo en 1989 para una galería en la feria de arte contemporáneo ARCO.
La firma más famosa de la ciudad de Madrid también ha sido noticia recientemente por la restauración del tag que apareció en 2024 durante las obras de reforma de un edificio de viviendas. Fue protegido con un metacrilato que ya ha sido varias veces vandalizado, por lo que ha necesitado de labores de restauración.
Estos reconocimientos se unen a muchos otros que han reivindicado la figura de Muelle en lo últimos años, entre los que encontramos un certamen de arte urbano organizado por la Junta Municipal de Latina, una placa en su casa de la calle Carazo y el jardín Juan Carlos Argüello “Muelle”.
El foco oficial hacia su figura –el público fue muy anterior– no se podría entender sin el esfuerzo entusiasta de la familia y amigos del pintor, que empujaron para que llegaran los homenajes, muchas veces haciéndolos ellos mismos. Entre otros, podríamos contar los murales hechos por compañeros como Remebe, otro mítico de la escena de Campamento que, por cierto, ha dejado su experiencia por escrito recientemente en el libro Desde siempre, dejarse ver.
En realidad, las muestras de cariño póstumo llegaron muy pronto. Ya en 1996, un año después de su fallecimiento prematuro por cáncer de hígado, se celebró en la Sala Sol un concierto homenaje en el que participaron, entre otros grupos, Los Enemigos. Compartieron con Muelle locales de ensayo en Carabanchel y Artemio, uno de sus miembros, aún conserva orgulloso la firma que el grafitero le dedicó en su funda. Argüello dejó su rastro en las salas de ensayo: en Tablada 25, donde ensayaba con su grupo Salida de emergencia, conservan dos firmas suyas, una de ella con espray en el local donde él tocaba la batería.
Sin embargo, con su legado efímero prácticamente desaparecido, la obra de Muelle cayó en el olvido. El historiador del grafiti Javier Abarca fecha en 2010 el comienzo de una larga historia de recuperación en su Guía del arte urbano de Madrid. Hasta entonces lo recordaban grafiteros coetáneos y quienes habían imitado la icónica firma en sus carpetas durante la niñez. Fue ese año cuando la restauradora Elena Gayo y el historiador Fernando Figueroa pusieron en pie una campaña pública por la ya mencionada conservación del Muelle de la calle Montera, un grosor datado en 1987 que luce hoy restaurado. La petición cogió fuerza poco a poco y a su alrededor fueron creciendo el resto de iniciativas que hoy aparecen firmadas con la versión más refinada de la firma.
De punk a estrella del pop, o cómo tomar la ciudad sin salir del barrio
Juan Carlos Argüello (Madrid, 1965-1995) está considerado como el primer escritor (en su sentido de autor de grafiti) español. Como a otros chicos de barrio –el suyo, Campamento– la contracultura le atrapó en los primerísimos ochenta. La música punk, el cómic o el grafiti. Aquí es donde llegó antes que nadie y con mucho estilo, lo que ha convertido el característico tirabuzón con el que subrayaba su mote en inmortal.
Empezó escribiendo Salida de emergencia para publicitar su grupo y pronto lo hizo con su apodo, aún sin estilizar. Los primeros años fueron de rotus en los carteles de Metro, aunque poco a poco fue ampliando su lienzo urbano, tal y como explica Abarca en la citada Guía del arte urbano de Madrid.
En 1987 pintó la peana de la estatua del oso y el madroño en la Puerta el Sol y fue detenido por ello (hay quien dice que se dejó pillar en un acto de marketing, pues se acababa de inaugurar la remodelación de la plaza). El juicio, que fue seguido por la prensa local, se saldó con una multa de 2.500 pesetas que el artista no pagó por declararse insolvente. Se la impuso el mismo Ayuntamiento de Madrid que ahora protege sus rúbricas callejeras, efectuadas también en la ilegalidad.
Su firma se hizo cada vez más y más conocida por todos los madrileños. En tiempos en que solo había pioneros, la repetición obsesiva era la norma. Cuando las paredes fueron saturándose, supo seleccionar bien los espacios para que su Muelle siguiera siendo especial.
Hacia finales de los ochenta, ya había refinado su firma, coronada con el característico signo del copyright, redondeado sus contornos y transitado de la arista punk al trazo pop, a menudo hecho con relieve y en varios colores.
La marca Muelle –que tenía registrada– pudo haberle generado buenos dividendos. Ofertas, como la de una conocida marca de colchones, no faltaron. Sin embargo, siguió currando de mensaka y músico. Dejó de firmar hacia 1992, parece que cansado ya de la calle, y murió en 1995.
El hermano mayor de los flecheros –estilo madrileño que surgió a su estela en los ochenta– ha alcanzado la categoría de mito y los mismos que antaño borraban sus pintadas hoy presumen de restaurarlas. Su figura no ha perdido, pese a ello, el aroma punk y contracultural que ocupó la ciudad desde el barrio de Campamento. El trazo working class pervive en el acto póstumo de provocación que supone estampar el Muelle en placas oficiales que recuerdan, justamente, a la persona, mientras se reproduce a su alrededor la filosofía del grafiti.
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