Las carreteras en mal estado incrementan hasta un 9% las emisiones de CO2 de los coches
Circular por carreteras que presentan un deterioro estructural importante puede provocar que los turismos incrementen hasta un 9% sus emisiones de CO2 a la atmósfera, e incluso en el caso de que los desperfectos sean superficiales, la cifra se sitúa en un 5%.
Acometer la repavimentación de estas vías, tanto las más profundamente dañadas como las que precisan menos trabajo de acondicionamiento, durante los próximos 10 años, lo que exigiría una inversión de 330 millones de euros anuales, reduciría las emisiones del principal gas de efecto invernadero en un 6%, el equivalente a lo que absorberían 120 estadios de fútbol llenos de pinos durante el mismo periodo de tiempo.
Estas son algunas de las principales conclusiones del estudio Análisis de la relación entre el estado de conservación del pavimento, el consumo de combustible y las emisiones de los vehículos, realizado por la Asociación Española de la Carretera (AEC) en colaboración con la plataforma Ponle Freno, el Grupo de Comunicación Atresmedia y la marca de coches Mercedes-Benz.
El informe recoge el resultado de pruebas reales en las que se cuantifica la diferencia de emisiones de CO2 de un vehículo ligero y otro pesado que circulan por una carretera en mal estado y, posteriormente, por esa misma vía tras ser repavimentada. Los ensayos, llevados a cabo en un tramo de 46 kilómetros, confirman que, en el caso del vehículo ligero, las emisiones disminuyen una media del 3,5% al transitar por un asfalto bien conservado, llegando al 4% de reducción para el vehículo pesado.
Si el pavimento presenta grietas en las rodadas, baches, deformaciones y otras alteraciones de importancia, los turismos llegan a emitir un 9% más de CO2, por un 6% más de los pesados. Cuando el deterioro es superficial, lo que incluye desintegraciones ligeras, descarnaduras o exudaciones, el incremento llega al 5% en los vehículos ligeros y al 4% en los de gran tonelaje.
1.600.000 toneladas de CO2 al año menos
La última auditoría de la AEC sobre el estado de conservación de las infraestructuras viarias españolas, realizada en 2018, estimaba que alrededor de 53.000 kilómetros de carreteras, el 53% del total, sufren desperfectos estructurales o superficiales de relevancia. Repavimentar esas vías permitiría dejar de lanzar a la atmósfera 1.600.000 toneladas de CO2 al año, lo mismo que emite el tráfico rodado de la ciudad de Madrid durante ocho meses, siempre según los cálculos de la asociación.
Una carretera mal conservada no es sinónimo solo de mayores emisiones de dióxido de carbono, sino también de consumo superfluo de combustible. De acuerdo con el estudio de la Asociación Española de la Carretera, presentado en la reciente Cumbre del Clima celebrada en Madrid, cada año se gastan unos 600 millones de litros de carburante extra como consecuencia del deterioro del asfalto.
Y eso no es todo. Como es obvio, circular por una carretera en mal estado también compromete la seguridad de los pasajeros de los vehículos, desgasta los neumáticos (en torno al 3% más los ligeros, y el 2% los pesados) y puede provocar otros daños en turismos, motos, autocares y camiones.
Por todas estas razones, la Asociación Española de la Carretera hace un llamamiento a la necesidad y la urgencia de actuar con prontitud y decisión en la mejora de la red viaria de nuestro país. Además de los inconvenientes ya mencionados, unas carreteras deterioradas comprometen seriamente los objetivos climáticos a los que se ha comprometido el Gobierno, que contemplan reducir las emisiones del transporte un 32% antes de 2030.
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