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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La asimetría de la responsabilidad moral

La Iglesia católica gala, expectante ante la publicación de un informe sobre pederastia EFE/EPA/MOHAMMED BADRA/Archivo

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El parlamento está tramitando una propuesta para investigar los posibles delitos sexuales cometidos contra niños por parte de representantes de la iglesia. Algunas voces han mostrado su disconformidad con esta actuación, argumentando que no se investigan con el mismo interés los delitos sexuales cuando los autores son otros y que esta investigación no es más que un ejercicio de anticlericalismo.

Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, pero no todos ocupamos el mismo lugar social ni a todos se nos exige la misma ejemplaridad moral. La iglesia representa a un padre eterno y protector, transmite el mensaje del amor universal y subordina a las personas a un bien transcendente superior a la realidad material. Si esto que representa la iglesia constituye una realidad ultraterrena o un fenómeno psicológico mundano es una cuestión irrelevante para el asunto que pretendo abordar.

El lugar simbólico que ocupa la iglesia, dada la función que desempeña, hace que se le exija la ejemplaridad moral y que se examinen con más atención los fallos que pueda cometer. Los portavoces de los grandes valores morales se hacen acreedores de una exigencia moral especial si los traicionan. Hablar e invocar la excelencia ética no es gratis. Esto es independiente de que, si se encuentran culpables, las penas que marque la ley a esos individuos sean iguales a las de cualquier otro delincuente que cometa el mismo delito.

La iglesia no es el único faro moral que brilla en nuestra cultura. Tras 'la muerte de Dios', otras instituciones, con otros referentes que definen en qué consiste 'el bien', se han erigido también en autoridades morales.

Asumiendo el riesgo de que se me acuse de pintar con una brocha demasiado gorda, entiendo que hay dos grandes grupos ideológicos y políticos a los que podemos llamar derecha e izquierda.

La derecha es la heredera de la Ilustración que llevó a la burguesía a derrocar el Antiguo Régimen y a subordinar el poder político al económico. Este movimiento esgrime la ideología liberal para promover la libre circulación del capital, la libre actividad de las empresas, el libre desarrollo de la economía, y la libertad del pez grande para comerse al chico. Tras haber abandonado la derecha (al menos de hecho, si no en el discurso) su compromiso con el modelo ético y social que tomaba de la iglesia, ha quedado reducida a la defensa de la economía. La economía, en el modelo capitalista, crece acumulándose en las manos de unos pocos plutócratas (o cleptócratas), condenando a la exclusión y a la pobreza a sectores progresivamente mayores de la población mientras crecen los indicadores macroeconómicos.

Cuando, en nombre del liberalismo, aquel que ocupa la posición de pastor se come una oveja, se hace acreedor al castigo que determine la ley, pero no merece una reprobación moral especial dado que hace aquello que se espera de él: ser coherente con unas ideas piramidales que reflejan como un espejo aquellas del Antiguo Régimen contra las que surgieron.

La izquierda, por su parte, es heredera del último profeta de Israel, Karl Marx. Este filósofo se alzó contra los abusos del capital y en defensa de los trabajadores explotados. Propuso la igualdad de los seres humanos y anunció su advenimiento en la utopía comunista. Cuando la política de izquierdas no resulta económicamente tan productiva como la liberal hay que entender que ése no es su objetivo principal. Este movimiento no pretende la maximización de la producción, sino la justicia social. La de la izquierda es una posición eminentemente ética. Ésta es la base de que, independientemente de que se compartan o no sus ideas, y al margen de que en un momento determinado sea conveniente o no su despliegue, se hable de la superioridad moral de la izquierda (y esto al margen de que luego las personas concretas estén a la altura de este planteamiento).

Ésta posición moral hace que sus representantes sean acreedores de una especial exigencia moral y que cuando, en términos de Orwell, los cerdos se ponen a dos patas, merezcan una reprobación extraordinaria. Mucho más censurable resulta violar la ley en nombre de la justicia que hacerlo en nombre de la competitividad del homo homini lupus.

Todos somos iguales ante la ley, merecedores de las mismas penas si cometemos los mismos delitos, pero aquellos que se erigen en referentes morales, como la iglesia, la izquierda y algunos otros, se hacen acreedores a una mayor vigilancia y exigencia. Desde el punto de vista moral no todos somos iguales.

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