Hay documentos históricos que le saltan a uno al ojo por motivos espurios: finas ironías involuntarias, escritos que acaban diciendo lo que no querían decir, luces del pasado que iluminan el presente sin querer, porque quienes los escribieron hace 65 años no querían ni denunciar ni retratar nada, tan sólo pedir algo (o mucho). Y, de manera involuntaria e inopinada, a nosotros, los lectores que miramos desde el futuro esas viejas hojas mecanografiadas nos acaban diciendo otras cosas distintas después de décadas amarilleando en cajones y carpetas de archivos, porque el tiempo y los sucesos transcurridos caen sobre esas palabras de una manera implacable y la foto que vemos acaba explicándonos cosas distintas a las pretendidas.
Sirva esta parrafada inicial para poner en contexto algo que me sucedió el otro día al ver un documento histórico de 1960, tampoco hace tanto tiempo. Resulta que el Archivo Municipal de Cartagena está haciendo una labor magnífica rescatando viejos documentos de sus fondos, y todos los días nos deleita a los aficionados con algún descubrimiento de lo más interesante, que publican a diario en sus redes sociales. Eligen a diario uno que, por lo que sea, les choca, y siempre aciertan. Chapeau por el archivero o archivera que hace unos días sacó este, porque es maravilloso sin querer haberlo sido, seguro.
Yo lo leí y enseguida mi mente conectó esa lectura con esa moda tonta que hay ahora entre muchos desinformados de echar de menos el franquismo. El documento, fechado en julio de 1960, lleva por título Mejoras necesarias en Cabo de Palos, para hacer este lugar acogedor a turistas y veraneantes. Por si leyera esto alguien de fuera de nuestra región y lo ignore, conviene recordar que hoy, en esta democracia tan terrible y tan mala en la que según algunos malvivimos, Cabo de Palos es uno de los lugares turísticos más importantes de la comarca de Cartagena, lugar de residencia de veraneantes más bien ricos que pobres. Pero hacia el año 1960, en mitad del franquismo -aquella Arcadia feliz para la actual joven generación de bros desinformados-, esto no era así en absoluto.
El documento es corto y no tiene desperdicio. Básicamente se trata de un breve informe de situación que parece redactado por algún concejal, algún pequeño funcionario o político local destinado a que la superioridad le hiciera algo de caso a lo que se necesitaba en ese lugar para lograr la anhelada prosperidad, atraer al turismo y salir de la miseria.
Un pueblo costero que no tenía nada de nada
Quien eche de menos el franquismo, lo que supongo que echará de menos es todo eso que se puede leer ahí: un pueblo costero sin agua corriente, sin teléfono, con cables por los aires, un lugar sin escuelas, policías, basureros, seguridad, limpieza de playas... (Con Franco no se pagaban impuestos, ¿a que lo habéis oído últimamente?). Por no haber, no había ni iglesia, y al menos 20 pescadores no tenían casa, al parecer. Ni el maestro tampoco. Un pueblo costero que quería ser turístico y que no tenía ni cine de verano, ni paseo marítimo, ni un puerto en condiciones para los barcos ni asfalto en las calles.
Esa es la España de 1960, un país que aun después de que hubieran pasado 20 años desde el fin de la guerra civil, seguía hundido en un subdesarrollo vergonzante que se prolongaba en una posguerra interminable. Así era en realidad la España de la dictadura de Franco que anhelan ciertas personas que no la han conocido, y que no resistirían ni un día ninguna de todas esas penurias si tuvieran que vivir así.
Retirada de cerdos de las calles de Cabo de Palos
Me he dejado para el final la guinda del documento. Porque estoy seguro de que vosotros también habréis sonreído al haber leído el renglón en el que se expresa la necesidad de retirar a los cerdos del pueblo. Yo me imagino el actual Cabo de Palos con cerdos sueltos por las calles y de la sonrisa paso a la risa. Y como estamos en modo irónico, me pregunto si en serio el triste concejal franquista aquel se refería únicamente a los cerdos de cuatro patas, o quizá también a los de dos.
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