Estimado Abascal,
Le escribo esta carta, porque soy inmigrante, y como consecuencia, afectado por todas las afirmaciones que ha estado haciendo en los medios de comunicación, sobre el colectivo inmigrante al que pertenezco, y en especial, sobre la comunidad musulmana, de la que también provengo.
Le escribo para comentarle que, cuando decidí venir a España, no lo hice por un 'efecto llamada', sino por, en primer lugar: el efecto 'real gana' ya que pienso que no debo explicarle a usted por qué decido vivir en un lugar o en otro, y, en segundo lugar: porque estoy enamorado de la cultura española.
Sí señor Abascal, lo puede usted creer, soy inmigrante, magrebí y musulmán, y siempre le he tenido a la cultura española un cariño especial. Pero no a su España, sino a la de los valores democráticos, a la España europea que lucha por la igualdad de género, por la igualdad de etnias y de clases, a la España que ha conseguido pasar de una dictadura a una democracia en tiempo récord, que avanza económicamente sin olvidar a los que más necesitan ayuda, a la España de Cervantes, la de García Lorca o Machado, la del 15M y la del Aquarius.
Le escribo para comunicarle que soy inmigrante, legal, sí, pero también fui 'ilegal'. Que pasé años siendo 'culpable': culpable de existir, de andar por la calle, de trabajar, culpable de haber nacido en otro suelo, culpable de soñar, de querer mejorar mi vida, de creer que tengo el mismo derecho que tienen otros a viajar y a trabajar, culpable por pensar que nací libre y legal.
Usted habla de los inmigrantes en situación irregular como si fueran escoria, que no tienen derecho a sanidad, ni a trabajar, parece que le molesta hasta la existencia de estas personas, como si los 'legales' fuesen mejores personas. Usted, lo que no quiere entender es que, el matiz que hace que una persona sea legal o ilegal no es su comportamiento o actos, sino el número que marcan sus billetes.
Le escribo para pedirle que se quede tranquilo, que nunca pedí ninguna ayuda social, que he trabajado siempre, incluso cuando estaba en situación irregular, explotado y sin garantías. He trabajo mientras usted vivía de los chiringuitos que ahora, curiosamente, critica, he trabajado no cuarenta horas, sino 60 y 70 horas semanales, me he levantado a las 4, 5 y 6 de la mañana, no sabía lo que significaba un fin de semana libre, he trabajado a pesar de todo, y todo eso mientras usted vivía de las arcas públicas ganando miles de euros al mes. Usted no le puede dar lecciones de trabajo a los inmigrantes.
Le escribo para contarle, también, que, aunque le pesa a usted, he conseguido muchos sueños en este maravilloso país: legalizarme, trabajar y mejorar mi nivel de vida, volver a estudiar después de tantos años trabajando, conseguir terminar una carrera, un máster, y ahora, cursando un Doctorado al mismo tiempo que trabajo de profesor.
Pero también le digo que yo lo conseguí gracias, en parte, a España y a su gente, pero también, a pesar de todo, a pesar de la xenofobia y racismo institucional y personal que he podido vivir durante el camino. Así, pues, le aviso, señor Abascal de que, con sus ataques, estigmatización, violencia verbal y mentiras, conseguirá que muchos no puedan conseguir su sueño, y hará de posibles buenos ciudadanos trabajadores, unos delincuentes resentidos por su discurso.
Le escribo para informarle de que las personas no son violadoras, delincuentes o criminales dependiendo de su nacionalidad, etnia u origen. Usted y sus compañeros afirman que los inmigrantes, por el simple hecho de serlo, son más propensos a delinquir que los autóctonos. Han afirmado que el 70% de las violaciones las cometen los inmigrantes. Pues bien, si usted cree que por ser blanco y cristiano es usted un ángel, le recuerdo señor Abascal que, los actos más criminales de la historia no han sido cometidos por inmigrantes, negros o latinoamericanos, sino por el hombre blanco: Más de 18 millones fusilados por el nazismo; incalculables muertes en las colonias africanas; miles de muertos de la Guerra Civil Española; muertes de la colonización del continente americano; miles de muertos en Irak y millones de desplazados provocados por la guerra de 2003; más de 50 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial. Si es cuestión de porcentajes, créame, tiene usted las de perder.
Finalmente, le escribo para que sepa que, mientras en el país en el que he nacido estamos luchando para conseguir lo que se ha conseguido en España, en materia de democracia, libertades, derechos sociales, igualdad, etc., usted me recuerda a los que ahí precisamente están en contra de ese progreso y que dificultan ese avance, avance en derechos, en libertades. Me recuerda a los extremistas, me recuerda a los políticos nacionalistas con tintes xenófobos, me recuerda, en definitiva, a los que en mi país llevan instalados toda la vida luchando contra el progreso. Por lo tanto, para mí, usted no es una novedad, es el pasado, el más negro y rancio pasado.