El otro día, hablando con un amigo sobre españoles que han dejado su impronta en la cultura universal, eso que la gente patriota diría “grandes españoles”, nos dimos cuenta de que, a la mayoría, nuestro país los trató, en el mejor de los casos, a patadas.
Aquí va una exclusiva lista que nos da la medida de cómo les ha ido en casa a quienes lograron trascender nuestras fronteras con su obra y talento:
García Lorca: Fusilado.
Antonio Machado: Muerto en el exilio.
Goya: Muerto en el exilio.
Miguel Hernández: Muerto en presidio.
Miguel de Unamuno: Muerto bajo arresto domiciliario.
Picasso: Ni pisó España.
Luis Buñuel: Ganó una Palma de Oro y un Oscar… para México y Francia respectivamente.
Blasco Ibáñez (primer español que apareció en la lista de best sellers del New York Times): autoexiliado por la cuenta que le traía.
Cervantes: Murió pobre como una rata y vituperado por quienes le envidiaban el Quijote.
Isaac Peral: Expulsado del ejército, difamado por los mandos militares que, movidos por la envidia, torpedearon su proyecto de construcción del submarino. Lograron que la idea fuese desechada, evitando así que Peral destacase. Otros países sí supieron aprovechar el invento, como EEUU… precisamente contra España en la guerra de Cuba.
La lista podría extenderse con decenas y decenas de nombres menos universales (Bécquer, Cernuda, Mariana Pineda, Pedro Salinas, Miguel de Molina…), y con tantos anónimos.
¿Por qué les fue así a estas personas? Quizá porque no eran “el buen español” del que hablaba Rajoy. Por supuesto, hoy se utiliza sus nombres para mayor “grandeza” de eso que de repente nos ha dado por llamar “marca España”.
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