El Supremo ha rechazado indemnizar a las víctimas de la Talidomida. Supongo que en este momento lo fácil es insultar un poco a los jueces, tirar algún plato al suelo, desahogarse, empezar a responder los mensajes tan cariñosos y solidarios de tantos amigos -os sorprenderíais del número, la verdad- que me están llegando al móvil y por las redes sociales, y la verdad es que ahora mismo no me apetece nada de eso. Sirva para todos los que me habéis mandado un SMS, o un Whatsapp, o un Tweet, este pequeño artículo. Así que gracias. Muchísimas gracias.
Involucrarme este último par de años con la causa de Pepe Riquelme y todos los afectados de la Talidomida para ayudar a que todo el mundo conociera y se sensibilizara con esta historia me ha reportado algunas de las mayores satisfacciones de mi vida profesional y también personal. Sólo en el último par de meses he saludado al Papa y hemos ganado un León de Bronce en el Festival de Cannes. Imaginad.
Pero sobre todo, he tenido la sensación de estar haciendo algo bueno. Muy pocas veces una persona de Murcia, o de Teruel, o de Coruxo, debe tener conciencia de estar haciendo algo bueno para la sociedad en general, contribuyendo para hacer un mundo más justo. Yo la he tenido. Ese ha sido mi privilegio y en estos momentos tengo la sensación de que eso vale más que todo el dinero que Grünenthal podía haberme dado.
Yo no voy a hacer valoraciones jurídicas sobre si es un caso prescrito o si los ocho magistrados que así lo han decidido tienen más o menos razón. Quiero creer que si así lo han decidido alguna razón de peso tendrán aunque yo no la vea ahora mismo.
Sí que pienso en un matrimonio con nombres y apellidos, a quien yo he conocido, que se ven a sí mismos envejecer preguntándose con terror quién cuidará de su hija, que nació sin brazos ni piernas, cuando ellos falten. Hoy la Justicia ha decidido que el daño está prescrito. Que había que haber reclamado antes. Me hubiera gustado haber puesto a esa chica, o a alguno de los 300 afectados que tienen historias similares, frente a esos jueces, y que los hubieran mirado a los ojos y que hubieran conocido su historia antes de tomar esa decisión.
Y ahora sólo espero que, donde la Justicia no ha llegado, llegue la humanidad de las personas que dirigen este país. Que tomen la iniciativa para proteger a esas personas, porque lo necesitan. Porque dentro de muy poco estarán, estaremos, solos, y quién sabe lo que será de ellos.
Justicia no es hacer lo que hacen los jueces. Justicia es hacer lo que es justo. Cuidar de esa gente es justo.
Alejandro F. Romero
Periodista
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