Ser murciano está de moda. Seguramente es una de esas modas que uno preferiría no protagonizar, pero que nos puede ayudar a identificar un espacio de discusión política nuevo. La invisibilización tradicional de nuestra región en Madrid, junto a la ampliamente denunciada falta de independencia y personalidad de nuestros políticos, se unen a una especie de transmisión del hecho diferencial murciano que antes parecía no existir.
Entre chiste y chiste de “El Mundo Today” tenemos la oportunidad de articular un bloque popular políticamente útil para la transformación social y económica que necesita nuestra tierra. Como habrán podido leer miles de veces, vivimos en el tiempo de los relatos pequeños, donde el Estado-nación ha dejado de ser un sujeto político articulador de sentidos compartidos. Frente a los grandes Estados, parecen impulsarse comunidades de ciudadanía más pequeñas que corren el riesgo, hay que decirlo, de rozar el totalitarismo cultural, pero que se constituyen en una oportunidad única de democratización y activación de la participación ciudadana en los procesos de decisión.
La Región de Murcia tiene dos grandes retos. El primero es el de recuperar un proyecto colectivo que nos permita contarle a España qué queremos ahora que el proyecto del Partido Popular se cae a pedazos. El segundo es unir a sus propios municipios, con frecuencia sometidos a la tiranía de quien piensa que la Región empieza y termina en la calle Platería. Por esta segunda razón el regionalismo de izquierdas debe ser, de forma distintiva a cualquier otro, defensor de la biprovincialidad.
El regionalismo como dialéctica política es un elemento estrictamente instrumental, porque, ante todo, más que reivindicarnos en la cohesión territorial, que también, necesitamos recuperar la cohesión social, dañada por el monopolio neoliberal con tintes patrimonialistas que nos ha gobernado desde antes de que yo naciera. Buscar lo que nos une es el primer paso para conseguir agregar demandas dispersas en una sociedad fragmentada e individualizada. Y lo que nos puede unir a los murcianos es un proyecto nuestro. Un proyecto nuestro que puede adquirir entidad dentro del marco de un partido nacional, pero siempre de forma, cuanto menos, estratégicamente enfrentada a él. Este planteamiento no escapará a las críticas de quien, con razón, deteste la visión schmittiana de la política, pero el momento histórico de disolución política hace indispensable su utilización.
La incapacidad de innovación ideológica izquierdista puede regalar la falla populista en la Región de Murcia a los conservadores. Porque, si Mouffe dijo que vivíamos el “momento populista”, hay que decir con claridad que aquí se vive el “momento regionalista”. Ambos son fallas estratégicas dispuestas a ser rellenadas de cosmovisiones diferentes y hasta contrapuestas. Es la responsabilidad de quienes se identifiquen con la izquierda decidir si este interesante espacio se regala para su significación.