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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Todas las Chicas de Oro

La fiebre por la serie "Las chicas de oro" revive en Nueva York 30 años después

Antonio Chumillas González

“Imaginaos. Sicilia, 1920…”

El Congui (mote mágico donde los haya) me envía WhatsApp de mierda.

No me malinterpretéis: no es que el contenido no me guste, sino que su valor informativo es nulo. O casi nulo. Me explico:

No conozco mucha gente que a las 2:39 de la madrugada decida que es un buen momento para enviar una foto de un muñeco troll caracterizado como Donald Trump. Así, sin anestesia. Tú vas por tu cuarto o quinto sueño (por no decir vídeo de clasificación X) cuando el móvil vibra enérgicamente porque alguien a kilómetros de ti ha pensado que te gustaría recibir una imagen de, REPITO, un troll caracterizado como Donald Trump.

Y sonríes.

Sonríes porque, que se acuerden de uno, siempre es bonito.

Pero que se acuerden al ver semejante porquería es UNA P___A MARAVILLA.

Es por ello que, acostumbrado a este absurdo y cómico sinsentido que es nuestra vida, sabía que el próximo mensaje estaría a la altura de mis reducidas expectativas.

Y el Congui (cuyo nombre completo evitaré para economizar mis 700 palabras), se superó a si mismo.

Martes, 9 de octubre. En mitad de la cena por el cumpleaños de mi madre, me vibra el teléfono. Aprovecho un despiste general para echarle un ojo y sorprenderme con tan escueto pero mágico mensaje: “Existe un Cluedo versión Las Chicas de Oro. De nada”.

Y, de golpe y porrazo, la vida se vuelve más mágica.

Sonrío ante la estúpida idea de que un directivo de una juguetera diera un golpe en una mesa mientras gritaba en plena reunión: - ¡Un Cluedo de Las Chicas de Oro! ¡Eso es lo que la gente necesita! Y, obviando el oscuro planteamiento criminal del juego combinado con la naturaleza adorable y sexagenaria de Dorothy, Rose, Blanche y Sophia, hay una gran verdad oculta en todo esto: todas necesitamos a las Chicas de Oro. Y las necesitamos por la sencilla razón de que todos somos 'chicas de oro'.

Ahora que todo el mundo tiene en boca maravillas feministas de la televisión como Girls, El Cuento de la Criada, Jessica Jones, Las Chicas del Cable o La Otra Mirada, sería esta blanca sitcom la que sentaría las bases del desarrollo femenino en ficciones de máxima audiencia. Al comienzo de los ochenta, la guionista, productora y comediante Susan Harris asumió la terrible realidad de que las series de televisión y películas de gran presupuesto desatendían las necesidades de un sector femenino cada vez más envejecido.

Fue entonces cuando Harris planteó a la cadena NBC algo inaudito. Y así surgió una serie protagonizada por mujeres de la tercera edad en horario de máxima audiencia. La idea en si misma no era nueva. La NBC y Warner Bros filmaron un especial para la televisión sobre una pareja de señoras que vivían en Miami, Florida. Rápidamente, y atendiendo al potencial de la historia, Harris recibió el encargo de escribir el proyecto y tomó una arriesgada decisión: Susan aumentaría la edad de las protagonistas hasta los 60 años a pesar de que la NBC quería centrar las edades en torno a los 40 años. A pesar de las primeras negativas, el productor Warren Littlefield se enamoró del primer guion calificándolo como un clásico instantáneo.

Y con razón. La serie presentaba en clave de humor blanco y naif a un grupo de mujeres aceptando la madurez sin renunciar a su independencia. Al contrario que otras series protagonizadas por personajes femeninos cuyos objetivos últimos eran el matrimonio o la maternidad, estas cuatro señoras hablan abiertamente del trabajo, el sexo, sus sueños, suicidio, embarazo adolescente, discriminación por edad, acoso laboral, sus relaciones fracasadas o hasta chistes escatológicos. Sí, las abuelas también se tiran pedos… ¡y es fabuloso!

Harris usa las formas teatrales y artificiales de las 'comedias de situación' para presentarnos personajes altamente humanizados. Nos reconocemos en la lasciva Blanche, en la infantil Rose (y su eterno Saint Olaf), en la desvergonzada Sophia y en la sufrida Dorothy. Porque si algo hace la difunta Beatrice Arthur es enamorar con su rudeza y su aparente sequedad.

Dorothy se convirtió en el primer personaje de ficción en sufrir el Síndrome de Fatiga Crónica. Aquello pasó a finales de los años 80. En países como España, el Síndrome de Fatiga Crónica no sería considerado enfermedad hasta el verano del 2017. Violento y JUSTO (así, en mayúsculas) es el momento en el que Dorothy 'celebra' su enfermedad y se encara con uno de los médicos que fue incapaz de diagnosticarla y le dijo que todo eran figuraciones suyas y que mejor sería que fuese a la peluquería. Cuando Dorothy le responde, lo hace en nombre de TODAS LAS CHICAS DE ORO. Y somos millones.

A través del humor, Las Chicas de Oro evidenciaron lo poco que sabemos sobre el envejecimiento y su trágica inevitabilidad. O lo poco que nos importa y lo mucho que nos queda por hacer.

Tras leer el mensaje de El Congui, levanto la vista y miro a mi madre, nuestra auténtica 'Chica de Oro'. Y pienso en todas las historias que cargan todas las mujeres día a día y que aún no sabemos (porque no queremos saber). En cómo acallamos el envejecimiento como si fuese un tema tabú que nos consume en silencio porque, para reírnos de él, primero tendremos que aceptarlo. Y una sociedad que perpetúa absurdamente la juventud no es país para viejos.

Y sobre mi y Las Chicas de Oro, dos cosas: Primero, que afortunadamente para nosotros, el Cluedo de Dorothy, Blanche, Rose y Sophie no gira en torno a un asesinato, sino sobre quién se ha comido un queso a escondidas (aunque a veces los lácteos puedan ser mortales).

Y segundo, que al igual que hacía la irreverente Sophia, siempre que puedo comienzo mis historias con un socorrido: “Murcia, 1990…”

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