Brujería antes de Zugarramurdi: un trabajo en Navarra muestra posibles persecuciones previas
El caso de cacería de brujas en Zugarramurdi es el más famoso en toda Navarra y quizás allende sus fronteras. Sin embargo, 80 años antes ya se había llevado a cabo una caza de gran relevancia en la misma zona. Así lo explica Jesús Moya Mangas en su último libro 'Antes de Zugarramurdi', publicado recientemente por la Universidad Pública de Navarra (UPNA) como parte de la colección Henningsen. “Estamos hablando de uno de los grandes episodios de la historia de la Inquisición, de la historia de la brujería”, explica también Roldán Jimeno Aranguren, secretario general de la UPNA.
El libro es parte de una colección creada en honor al historiador y antropólogo danés Gustav Henningsen, quien fue un experto en el área de la cacería de brujas reconocido mundialmente. El trabajo de Henningsen fue retomado y ampliado por Jesús Moya, profesor jubilado graduado en estudios eclesiásticos (Humanidades y Lenguas, Filosofía, Teología, Historia y Derecho). Como resultado, surge un libro que explica los sucesos ocurridos entre 1525 y 1526 impulsados por el entonces miembro del Consejo Real de Navarra Pedro de Balanza. Este periodo histórico fue testigo de lo que describe Moya como “la caza más notable en la historia de España por su importancia, por su momento histórico y su desenlace”.
Brujas demoníacas en Navarra
Moya comenzó su investigación cuando Henningsen le entregó unas cartas y manuscritos del vicario de Pamplona durante el periodo de 1525 y 1526, Juan Rena. Entre ese conjunto de documentos se muestra las conversaciones entre Rena y el auditor del Consejo Real de Navarra, Pedro de Balanza. Según muestran las cartas, entre ambos hombres inicialmente se entabló una amistad a través de la cual Balanza le solicita a Rena una licencia oficial para que su capellán pueda hacer absoluciones de cualquier pecado. ¿Qué quería lograr Balanza con esa solicitud? “Una quijotada increíble” explica Moya.
“Quería hacer el primer auto de fe de forma civil y sin intervención de la Inquisición”. Balanza “había anunciado lo nunca visto, el descubrimiento de brujas demoníacas en Navarra”, añade Moya. La distinción entre brujería natural y la brujería demoníaca recae en que la primera no implica ningún pacto con Satanás, según los pensamientos de la época. En otras partes de Europa, en la zona de los Alpes y en Italia, se había extendido esa pretendida brujería demoníaca. La Inquisición en España como tal nunca había negado la existencia de este segundo tipo de brujería, sin embargo, tampoco consideraba que se hubiese demostrado. Como cualquier auto de fe tenía que pasar a través de la Inquisición, y como Balanza no era parte de esta institución, inspirado por lo que Moya denomina como “la conexión boloñesa”, tomó la idea de la brujería demoníaca y denominó a su campaña una “cruzada” contra las brujas y no una “cacería”, puesto que esta última solo podía ser llevada a cabo por la Inquisición.
De esta manera, Balanza se encaminó en su cruzada en el norte de Navarra sin autorización de la Inquisición. Esto fue posible a su vez por coincidencias históricas del momento. En esa misma época, tuvo lugar la batalla de Pavía, uno de los enfrentamientos más importantes durante el reinado de Carlos V. Con la victoria de los Habsburgo, el monarca dentro de sus planes políticos posteriores a Pavía, solicitó la presencia del Consejo Real de Navarra en Toledo, reunión a la cual Balanza no asistió. “Este cambio fue muy importante porque dejó campo libre a Balanza para seguir especulando y seguir haciendo sus faenas con los que quedaban”, añade Moya.
Aprovechando ese vacío de poder, y la poca falta de vigilancia por parte de las autoridades correspondientes, el auditor del Consejo emprendió su campaña con el primer auto de fe de manera civil en Burguete, una población al norte de Navarra. “Con las potestades que le dio Rena, monta una quema de brujas, cuatro mujeres y un hombre. Además, fue anunciando que serían más”, comenta el autor del libro.
Pedro Díaz de Temiño, el alguacil que acompañaba a Balanza, ya se daba cuenta de que aquello que se estaba haciendo carecía de fundamento y derivaba de los intereses de su superior. “En una carta advertía a su jefe de 'haber errado en su lance'”, añade Moya sobre la preocupación de su subordinado. Como se esperaba, la Inquisición al enterarse de las andanzas de Balanza, lo apartaron de su labor civil de cacería de brujas, y lo enviaron a la baja Navarra a realizar otras misiones para el Consejo Real. Finalmente, “se retiró y murió en el año 1527, probablemente de pesadez y amargura”.
¿Qué movió a Balanza a inventarse la brujería demoniaca en Navarra? “Es una caza de brujas que desde principio a fin es un ejemplo de interferencia política constante; es pura política”, esclarece Moya. El pesudo inquisidor navarro iba “en defensa del foralismo navarro frente a la Inquisición española y su postura intransigente”.
La Junta de Granada
Como consecuencia del caso de cacería de Balanza, se trató el tema de la brujería demoniaca en la Junta de Granada en 1526, convocada por la Inquisición. En aquella reunión se discutía incluso si las brujas llegaban a los aquelarres volando gracias a pactos con el diablo. Entre los participantes se encontraban miembros de la Inquisición y consejeros de Carlos V. La votación terminó con seis votos a favor de que efectivamente así llegaban las brujas y cuatro en contra. Los votos en contra provinieron de los inquisidores, mientras que los consejeros apoyaron la moción. Esto último se debe a la “conexión boloñesa” mencionada por Moya. El Papa Adriano VI en su momento había dado visto bueno a la persecución de la brujería demoniaca, y debido a los intereses políticos entre Carlos V y el Papa, sus consejeros no votaron en contra de la agenda papal.
Moya considera que la importancia de esta conferencia recae en que abrió la puerta para que las personas se denunciasen entre sí de brujería, puesto que los maleficios y los pactos con el diablo entraban en la subjetividad del denunciante y según la coyuntura social. “La gente se aprovechó para añadir un motivo más para deshacerse de su vecino”. “Los predicadores empezaron a hablar de brujas demoníacas de las que no se había leído nunca, y la gente se convirtió en expertos brujólogos”. Los efectos de la cacería de Balanza, y las determinaciones de la Junta de Granada presentadas por Moya en su libro contextualizan el caso de Zugarramurdi como la continuación de un proceso ya iniciado décadas antes.
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