“Tal vez la sumisión de la víctima a 'la manada' le salvó la vida”
Helena Taberna, alsasuarra de nacimiento, vive ahora a caballo entre Madrid, en invierno, y Zarauz, en verano. Dedicada en exclusiva al cine desde 1994, con largos y cortos premiados y reconocidos en su haber, su documental 'Nagore' vuelve a estar de actualidad por el reciente juicio celebrado en Navarra contra los cinco integrantes de 'la manada' acusados de violar en grupo a una joven. Los paralelismos entre ambos casos son evidentes y el documental de Taberna vuelve a programarse y reponerse. La cineasta ha seguido muy de cerca este asunto y, por una vez, se permite la excepción de opinar con sus palabras y no con su cine.
Después de rodar el documental 'Nagore' sobre el juicio a José Diego Yllanes por el homicidio de la joven de Irún, ¿se ha sentido especialmente vinculada para seguir la actualidad del juicio a 'la manada' por la violación en grupo a una joven en San Fermín?
Sobre estos asuntos, a mí me gusta más hablar a través del cine. No suelo opinar abiertamente en entrevistas. Pero haremos una excepción, porque para mí es evidente la relación entre lo que ocurrió a Nagore y lo que le ha ocurrido a esta chica. De hecho, el documental se está viendo muchísimo de nuevo, se está tratando como una suerte de referente del horror del juicio que tuvo. A Asun, la madre de Nagore, le hicieron una serie de preguntas como que si su hija era muy ligona. El documental sirve para reflejar cómo ha evolucionado en estos ocho años o nueve la sociedad con respecto al feminismo.
¿Y cómo observa usted esa evolución?
Creo que la sociedad ha dado un salto importante hacia delante y las feministas que estábamos ahí desde el principio, las pioneras, podríamos decir, nos sentimos muy contentas y muy reforzadas.
Siempre ha llevado a gala definirse como feminista.
Claro que lo llevo a gala. Me parece que el feminismo es el gran avance del siglo XX y tiene que protagonizar el gran avance del siglo XXI. El feminismo ha perdido esa connotación negativa que algunos le dieron en sus orígenes, cuando se asociaba a mujeres amargas, oscuras, tristes. El patriarcado es tan enorme y su huella tan profunda, que sigue incrustado en muchas miradas, prejuicios y comportamientos. Lo básico para avanzar es, un poco como hacía Oteiza, mirar desde el otro lado, colocarte en el otro sitio. Cuando te colocas en la piel del otro, cambian muchas cosas. Y si este ejercicio de empatía es fundamental para el avance del feminismo, es también muy importante para otras disciplinas como la política o lo social.
El objetivo es avanzar hacia sociedades más justas, más igualitarias, más ricas. (Se ríe) Llámame egoísta, pero yo aspiro a vivir en una sociedad más rica, más estupenda. ¿Para qué nos vamos a perder lo que tiene que aportar la mitad de la población? Tenemos que superar esos límites para no perdernos nada, porque sin feminismo perdemos la mitad del talento. De todas maneras, estamos asistiendo a un momento apasionante en el que aflora la solidaridad entre las mujeres. El feminismo es cada vez más universal.
Sin embargo, cada vez parecen más frecuentes episodios como el de 'la manada' o el más reciente de tres futbolistas acusados de agredir a una menor.
Ante estos casos, yo me pregunto qué educación estamos dando a nuestros jóvenes. ¿Qué clase de monstruos estamos creando? Da la casualidad de que, documentándome para un proyecto, me hablaban del incremento de ingresos en las cárceles por casos de violencia de género. Y de que los agresores se están agrupando. Esto es peligroso. Siempre se ha dicho que el objetivo principal de la pena de cárcel era la recuperación del preso para la sociedad, pero a mí me parece que más bien juegan un papel para tener a los presos recluidos a buen recaudo, no para reeducarlos. Y lo que me da miedo es el reagrupamiento que se produce de presos acusados de violencia de género, que lejos de reflexionar sobre el mal que han hecho -que viene, desde luego, de la errónea creencia de sentirse superiores a sus compañeras-, en lugar de reeducarse, se refuerzan en su comportamiento y se instalan en el discurso de que las mujeres somos inferiores y estamos locas si les denunciamos.
Los cinco integrantes de 'la manada' no han sido precisamente mal acogidos en la prisión de Pamplona, según cuentan otros reclusos.
Es tremendo, sí, lo había leído. Y a este hecho no me parece ajeno que dos de ellos sean parte del Ejército y de la Guardia Civil. Que este es un aspecto en el que apenas se ha puesto el énfasis, pero la gravedad de lo que hicieron se multiplica por diez mil, porque se supone que son dos personas que supuestamente nos van a proteger.
¿Cree que se ha ocultado su condición de militar y guardia civil?
Creo que se ha silenciado, supongo que habrá habido algo de autocensura en algunos medios, pero sí, este tema me parece muy relevante y no se ha hablado mucho de ello. Son, o lo eran cuando cometieron los hechos, miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Es decir, ¿en manos de quién va a estar nuestra seguridad? Yo estoy convencida de que esta condición les ha propiciado una mejor acogida en la cárcel. Y este es un fenómeno creciente, muy peligroso y para el que las feministas también nos tenemos que ir preparando, no vaya a ser que nos creamos que lo tenemos todo conseguido…
Sin embargo, han sido los medios quienes han publicado que el asesino de Nagore, Diego Yllanes, se encontraba trabajando para un centro médico sin haber terminado de cumplir su condena.
Cierto, y la reacción de la sociedad ha sido instantánea. Ahora denunciamos sin miedo las atrocidades. No tenemos miedo a decir que no queremos que este señor trabaje en un centro médico porque, aunque haya ido a la cárcel por lo que hizo, lo cierto es que mató a Nagore a sangre fría, la mató porque Nagore dijo no. Nagore dijo no y eso le costó la vida: ¿quién puede exigir ahora a la víctima de la manada que dijera no a sus agresores? ¡Tal vez su sumisión le salvó la vida! ¿Quién se cree alguien para juzgar a una víctima? No podemos consentir esta peligrosa visión del mundo.
Frente a este y a otros peligros que corren las mujeres, han brillado con luz propia las manifestaciones de mujeres en solidaridad con la víctima de 'la manada', por ejemplo.
Sí, sí, qué hermosura, las calles llenas de jóvenes y adolescentes convencidas, fuertes y llenas de radicalidad. Hay vídeos en internet que son deliciosos. Algo hicimos bien para que las generaciones siguientes a nosotras estén tan concienciadas, tan plenas, tan conscientes de que la lucha sigue y de que lo van a tener un poquito más difícil que nosotras.
¿Por qué más difícil?
Mi madre, aunque nunca utilizó esa palabra, ya era feminista. Nosotros éramos dos chicas y dos chicos, y a ellos siempre les decía: “Vosotros con vuestros hermosos sueldos”. Mi madre supo enseguida que la independencia económica es imprescindible para desarrollarse en la vida. Y eso que ella no tenía mala vida, quiero decir, no le faltó nada excepto esa dignidad extrema que supone no depender de un hombre. Recuerdo que a ella le gustaban los bolsos y mi padre solía reprenderle, ¡otro bolso! No son más que detalles, pero en el fondo encierran una especie de reproche del hombre hacia la mujer, que le pide cuentas de en qué se está gastando el dinero que él gana. Nosotras crecimos respirando este argumento escondido bajo la normalidad diaria de una casa normal, de una familia normal.
Ahora que las cosas han evolucionado tanto, corremos el peligro de creer que los avances son normales y perder el empuje, la fuerza, la lucha. Es importante no sólo denunciar las atrocidades, que también hay que hacerlo y es fundamental, sino también poner atención en las cosas positivas, tal vez pequeñas, que vamos alcanzando. Muchas mujeres educan a sus hijas en el feminismo, pero también hay que educar a nuestros hijos en el feminismo. Es fundamental ser conscientes de nuestra fuerza. Debemos encontrar motivación en esa fuerza, es muy difícil la satisfacción que produce haber nacido en un mundo y un entorno en el que hemos podido avanzar, hacer nuestro trabajo y obtener reconocimiento por ello, y que ese trabajo, estoy pensando en Nagore, puede servir a los demás para avanzar en este camino.
¿En alguna ocasión ha pensado hacer alguna escena, proyecto o película en torno a los micromachismos?
Sé que es un término que está muy de moda, pero no termino de entender el concepto. Hay teatro de micromachismos, pero nunca lo he visto. ¿Qué son?
Pues son pequeños gestos que derivan del sistema patriarcal pero los tenemos tan asimilados e interiorizados que no nos damos cuenta de que perjudican la igualdad entre hombres y mujeres. Un ejemplo: señor que pregunta a su pareja “¿en qué te ayudo con las tareas de casa?”, atribuyendo a la mujer el cuidado del hogar.
Vale. En el momento en que una mujer se pone a escribir, a dirigir o a hacer cine, es porque automáticamente ha tomado conciencia de esos micromachismos que se dice ahora, esos déficits que se producen a diario en la vida normal. Hay una manera de estar en el mundo con lucidez de género, y yo creo que hay que estar ahí y no agotarnos tampoco en pequeñas batallas, sino ir hacia objetivos más grandes.
A veces, esas pequeñas batallas diarias te agotan y te quitan toda la energía, te quedas ahí, atascada, sin fuerzas para aspirar a nada más. No nos podemos dejar laminar por los micromachismos, tenemos que elevar la altura de nuestra mirada. Cada cual debe hacer un análisis inteligente de su situación para no quedarse en ese desgaste. Que yo no digo que no sean parte de la batalla, pero también es posible superarlos uniéndose con otras mujeres por objetivos más grandes y generosos y tomar conciencia de la fuerza que tenemos para poder afrontar mejor después esos micromachismos.
¿Cómo propone usted hacerlo?
Pues, por ejemplo, en la educación. Una clase semanal dedicada a analizar los micromachismos que se han producido en el entorno de cada chavala y de cada chaval. Y de ahí podemos pasar a mayores, como la tarea de concienciación de que la violencia de género es una especie de terrorismo ejercido contra las mujeres. Y de ahí, a exigir a los poderes públicos que se mojen, que vayan a los funerales, que hagan visible este fenómeno y no lo dejen fuera de sus agendas porque esto es algo menor que no concierne más que a mujeres. También tenemos tareas pendientes entre nosotras. Deberíamos leer cada libro escrito por una mujer, deberíamos ir a ver cada película que se estrena dirigida o escrita por una mujer, debemos conocer la visión femenina que del mundo nos ofrecen otras mujeres.
Han sido casi 11 años al frente de la asociación de mujeres cineastas, ¿cómo ve su evolución?
Más que de la evolución, a mí me gusta hablar de los nuevos retos. El otro día estábamos reunidas comentando que los ciclos de las mujeres directoras no tienen nombre. Yo ya no voy a hacer ningún ciclo de mujeres directoras. Quiero que se hagan ciclos de nombre y apellido, porque las mujeres no somos algo genérico, tenemos cada una nuestra propia identidad. Ahora vamos a hacer un ciclo con la Red de Bibliotecas de Navarra que va a estar muy bien. Incluye los cinco largometrajes y algunos cortos y, cada mes, iré a una de las bibliotecas a hablar un día de Nagore, otro día de Yoyes, otro día de La buena nueva…
Hablando de Yoyes, que introduce la perspectiva femenina en el mundo del terrorismo de ETA, ¿está de acuerdo en que a los jóvenes que agredieron en Alsasua a una pareja de la Guardia Civil se les juzgue por terrorismo?
El tema de Yoyes lo abordé en un momento muy complicado y tuve el acierto, creo, de tratar los hechos con rigor para dejar que el espectador juzgue. Para mí, es evidente que juzgar una pelea de bar, sean quienes sean los participantes en esa pelea, como terrorismo es una barbaridad. La agresión es una agresión y hay que valorar qué castigo merece. Pero aquello fue en fiestas de Alsasua y fue una pelea de bar, no terrorismo. Algún agresor lleva más de un año en la cárcel y se piden para ellos penas tremendas.
Habiendo estado tan cerca del caso de Nagore, con una condena por homicidio de solo 12 años y medio de cárcel, o habiendo seguido tan de cerca el juicio a 'la manada', en el que los abogados de la defensa piden la libre absolución, las penas que se les reclama a los jóvenes de Alsasua por pegarse con los guardias civiles me parecen una barbaridad. Y es muy peligroso el silencio que estamos generando en torno al asunto del terrorismo, cuando hace ya años que no hay atentados y, sin embargo, se sigue juzgando por terrorismo. Hay casos claros de abuso de poder. ¿A quién beneficia que se siga hablando de terrorismo? ¿Quién necesita mantener vivo a un enemigo que ya no existe? Eso es lo que tenemos que preguntarnos.
Las sociedades que de verdad hemos padecido el terrorismo estamos deseando pasar página a través del reconocimiento a las víctimas, a todas, y la reconciliación. Y esto no ayuda a ese reencuentro social. Y también debemos ser conscientes de qué tipo de poder nos gobierna, qué sensibilidad tiene este poder que pide penas extremas a unos chavales por pegarse en un bar con dos agentes, y luego no tiene la misma dureza para pedir penas similares a quienes violan en grupo. Y dos de ellos eran defensores del orden. Pero eso no es terrorismo.
¿Puede explicar alguno de sus próximos proyectos?
Hay una teoría que dice que es mejor no hablar sobre los proyectos en los que estás trabajando, porque si los desvelas, no se hacen realidad. Es que, además, hay muchos proyectos, y me gustaría poder realizarlos todos. En el cine, a diferencia de lo que ocurre en la literatura, el guión no tiene esa magia que tiene un relato que puede permanecer escrito durante años hasta que alguien lo descubre y puede ser una obra maestra. En el cine, un guión no es más que un proyecto que será una película distinta en función de qué director la haga. Pero si no hay película, el guión desaparece.