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Las redes de apoyo entre mujeres y matronas salvan a las madres primerizas del abandono y la soledad en confinamiento

Val, con su hija recién nacida.

Patricia Gea

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La pandemia lo ha paralizado casi todo, pero en las salas de parto de los hospitales ha seguido abriéndose paso la vida. Justo antes de la cuarentena, el 8 de marzo, Val, de 24 años, daba a luz a Paula en el Hospital de Torrejón, uno de los más castigados por el virus en Madrid. Pocos días después, pero ya en pleno estado de alarma, Marina, 36 años, tenía a su primer hijo en Madrid entre mascarillas y equipos de protección. El 9 de abril, en Santander, a María, 35 años, le hicieron de urgencia una cesárea porque se había complicado la llegada de Beltrán, un bebé que ahora es despierto y risueño.

La irrupción de la COVID-19 aceleró los protocolos, así que solo unas horas después del parto todas estas mujeres ya estaban saliendo del hospital y abriendo de nuevo la puerta de casa con su primer hijo en brazos y un pensamiento en común: iban a tener que afrontar los primeros días de maternidad confinadas, lejos del apoyo profesional y de sus seres queridos, llenas de dudas sobre el postparto, la lactancia o la crianza, y de miedo por los riesgos de la COVID-19 en ellas y sobre todo en sus bebés. Con el estado de alarma se suspendieron las consultas médicas y los talleres para padres y madres, también los encuentros con familiares y amigos. En este vacío asistencial, las redes de apoyo mutuo de matronas y madres han jugado un papel fundamental en el soporte emocional de estas mujeres: “No sé que hubiera hecho en esta situación sin el sostén de los grupos”, asegura Val.

“La semana que me dieron el alta explotó el estado de alarma. Supongo que por el caos de esos días, al llegar a mi casa no me volvieron a llamar del hospital ni del centro de salud para hacerme seguimiento. Me habían hecho una cesárea, tuve problemas con los puntos, me habían dicho que se caerían solos, pero uno de ellos me lo tuve que acabar quitando yo sola porque no se caía y no dejaba cerrar la herida. Durante un mes pasé muchísimo dolor, necesitaba ayuda para levantarme, ir al baño…, todo. Estábamos en el pico de contagios y me encontraba tan mal y tenía tanto miedo que no solicité ir al centro de salud. Fui por primera vez para ponerle las vacunas de los dos meses a la niña y a mí aún no me ha visto nadie presencialmente. Me hubiera gustado recibir una llamada”, explica Val. Entonces decidió buscar un grupo de apoyo y llegó a 'Entremamás', una iniciativa impulsada por mujeres y pensada para madres.

“Gracias a ellas he logrado, entre otras cosas, llevar una buena lactancia. Tenía problemas para colocar a la niña sin hacerme daño en la herida, por ejemplo, y ellas me han guiado. Escuchar a otras mujeres que han pasado por lo mismo que tú, que saben y te ayudan, hace que te sientas acompañada. Una maternidad solitaria es una maternidad muy complicada”. El nacimiento de Paula, la hija de Val, coincidió con “la orden de que ya no podíamos tener actividades grupales ni consultas presenciales, excepto para las ecografías y analíticas necesarias… De un día para otro, todo pasó a la vía telefónica, el volumen de trabajo era tremendo”, apunta Matilde Fernández, matrona en San Sebastián de los Reyes, Madrid.

Cuenta que en su hospital se ha hecho un seguimiento semanal a las pacientes embarazadas, algunas de ellas enfermas de COVID-19. “Y ellas también pueden llamar al centro si tienen dudas. Mis pacientes saben mis turnos. Cuando todo va bien y ya no necesitan que nuestro contacto continúe las derivo a grupos de lactancia con los que llevo años trabajando. Tenemos un grupo de WhatsApp de más de cien mujeres que están en contacto para darse todo tipo de apoyo. Si hay algo puntual que necesita de atención sanitaria, nos consultan”.

Como matrona, dice, comprende “lo difícil que ha sido todo esto para las madres. Se han encontrado con que las hemos atendido durante el parto disfrazadas, incluso con que nada más nacer su bebé nos lo hemos llevado. Pero es que, sobre todo al principio, había mucha confusión porque no se sabía nada sobre como podría el virus afectar al recién nacido. Se han tomado decisiones difíciles de explicar a la población, la protección por nuestra parte tenía que ser inmensa y el primer mes ni siquiera teníamos los medios. Asistir esto también ha sido muy, muy duro”.

Cuando Marina dio a luz en Madrid, el 30 de marzo, tuvo la impresión de que los protocolos seguían sin estar claros. “Sentí mucho abandono los primeros días: las visitas médicas eran muy limitadas y había una matrona para cinco embarazadas”. Marina tuvo que afrontar además una vuelta a casa sin su hijo, que se quedó ingresado en el hospital. “A mí me dieron el alta al día siguiente del parto, pero él bajó mucho de peso y después tuvo la bilirrubina alta, se quedó una semana más. No nos dieron la opción de quedarnos con él y me dijeron que si quería empezar la lactancia tenía que ir allí cada tres horas. Decidí hacerlo y, efectivamente, cada tres horas iba y volvía con mi pareja en el autobús. Fueron días muy difíciles, me estaba reponiendo y ni siquiera me enteraba de mucho. Cuando el niño llegó a casa, volvimos a encontramos solos”.

“Entonces me di cuenta de que había cometido el fallo de centrarme mucho en el parto, ahora creo que es más importante informarse sobre el postparto. He tenido muchas dudas con la lactancia. Solo tuve una cita con la matrona que pedí cuando el niño ya tenía un mes para revisar el peso. El resto del tiempo me he apoyado en el grupo de Entremamás, hemos estado asesorándonos por videollamada; hay cosas que necesitas que te miren. Además el contacto con otras madres es importante para no sentirte aislada y, sin los talleres del centro de salud, no hubiera podido tenerlo de otra forma”, explica Marina.

Acompañamiento al móvil

El simple acompañamiento de otras mujeres a través del teléfono móvil ha sido fundamental para el bienestar de aquellas que se han convertido en madres durante el confinamiento, pero también para las que, como Silvia, atraviesan etapas más avanzadas de la crianza. “Mi hijo tiene seis meses, está empezando con la alimentación complementaria, los sólidos… Sé algo de base y podría tirar de redes sociales, pero me daba miedo introducir ciertos alimentos, temía una reacción alérgica o cualquier cosa que nos obligase a ir al hospital. Mi pareja pasó la COVID así que también me daba miedo ponerme mala yo y que me separasen de él. Me daba miedo todo”.

Silvia vive en Madrid, pero es de Valladolid y toda su familia está lejos. “Mis amigas no tienen hijos, no comprenden que todo lo que me pasa ahora es mi hijo, así que pensé: tienes que hacerte una pequeña tribu aquí. La maternidad trae por un lado un sentimiento maravilloso, pero tiene otra parte muy dura y solitaria, sobre todo al principio, de no saber, de sentirte mal, tener poca información pero mucho opinólogo alrededor. Tienes que contar con grupos donde estemos todas con la teta fuera, se hable de cesáreas, pañales e incluso de volver a tener relaciones sexuales con tu pareja”.

Las redes de apoyo mutuo entre madres ya existían antes del confinamiento, pero la distancia social impuesta por la pandemia ha hecho surgir otras nuevas por toda España y ha revelado ante el personal sanitario la necesidad de invertir más recursos en este tipo de alianzas. María José Ramón es matrona en una zona rural de Aragón: “A la sociedad entera nos benefician las redes, pero para las mujeres son especialmente importantes porque pasas por muchos ciclos en los que tienes que empoderarte, desde la primera regla hasta la menopausia. Y ese empoderamiento te lo van a dar otras mujeres y profesionales con herramientas que te van a permitir superar los procesos de forma autónoma. El poder del grupo es vital”.

Para dar esta asistencia emocional, las matronas de Aragón han trabajado con el correo corporativo y el teléfono. “Solo algún centro tenía ordenadores con webcam y desde allí se han podido hacer grupos virtuales de educación sanitaria. Hemos potenciado por otra parte las redes sociales, como Facebook, donde hemos creado el grupo 'Matronas de la Rivera' al que subimos información y vídeos sobre alimentación, lactancia o crianza para que las madres tengan recursos con los que desenvolverse o distinguir, por ejemplo, la normalidad de la patología”.

Otra iniciativa similar se ha llevado a cabo en la provincia de Alicante, donde el colegio de enfermería junto con matronas de todos los centros decidieron aunar fuerzas desde el pasado 1 de abril para lograr atender todas las consultas de madres en un plazo de 24 horas. “Hemos atendido a más de 200 mujeres”, apunta Teresa Martínez Moya, matrona en el centro de salud Santa Faz de Alicante. Moya trabaja además formando a residentes, un espacio que ha aprovechado para “intercambiar información con profesionales de hospitales y asociaciones. Han sido jornadas duras de trabajo porque en un mismo día podían llegar tres protocolos diferentes y otros tantos estudios nuevos”.

“Pero el mayor caos se produjo cuando la Consellería de Sanidad indicó que las madres tenían que entrar al parto sin acompañante. En ese momento nos pusimos en pie de guerra, el apoyo en el parto es fundamental para que vaya bien, hay evidencia científica. Hicimos muchísimos escritos a todos los niveles, desde colegios, asociaciones, centros de salud… incluso un change.org”. Entonces, en algunos hospitales de España ya se estaban produciendo estas situaciones aunque el Ministerio de Sanidad no se había pronunciado en ningún sentido al respecto. El primer protocolo, publicado en marzo, no incluía una referencia específica y no fue hasta pasada la polémica, a mediados de mayo, cuando introdujo una modificación aclarando que “no hay por qué restringir el acceso al acompañante de la mujer en el parto si se toman las debidas medidas de protección”.

María estuvo a punto de ser una de esas madres en dar a luz a su primer hijo, Beltrán, sin la compañía de su pareja. Finalmente estuvieron separados porque tuvieron que meterla a quirófano para practicarle una cesárea. “Me había seguido una ginecóloga del Hospital Montepríncipe y una semana antes de la fecha de parto nos dijeron que según el protocolo del hospital los padres no podían entrar”. Buscaron entonces otras opciones: “Hablé con otras maternidades públicas y me dijeron que estaban hasta arriba y que, de hecho, estaban derivando pacientes a otros centros. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos demasiado encima de la fecha programada y decidimos quedarnos en Montepríncipe. Decidieron provocarme el parto porque me dijeron que tenía poco líquido, pero salió mal y tuvieron que llevarme de urgencia a hacerme una cesárea. Mi pareja estuvo conmigo hasta ese momento, pero vi a mujeres parir solas mientras los padres se quedaban en la sala de espera”.

“Es cierto que me hubiera gustado que las cosas fueran diferentes, pero creo que también tengo que ser consciente de la situación en la que estábamos. Entiendo que parte de todo esto ha sido provocado por el contexto”, lamenta. Las matronas consultadas creen que, si bien el colapso sanitario ha venido precipitado por el coronavirus, es necesaria una reevaluación del número de recursos humanos y materiales. “Sin medios tecnológicos para hacer intervenciones perdemos nuestra función de empoderamiento”, concluye Matilde Fernández. “Empoderamos a las mujeres cuando creamos redes sociales a su alrededor que les permiten ser autónomas, así que si algo hemos aprendido es que los grupos de apoyo deben fomentarse también después de la pandemia. Las embarazadas no pueden quedar solas nunca”.

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