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Un día nublado para el futuro

Los seguidores de Clinton, en la noche electoral del 8 de noviembre.

Carmen Montón

Consejera valenciana de Sanidad Universal y Salud Pública —

Un hombre que presume en público de acosar a las mujeres y denigrarlas será presidente de los EEUU en el siglo XXI. Dicho así estremece. Una pesadilla que la legitimidad de las reglas democráticas no alivia. Las mujeres, como auguraba la candidata Hillary Clinton, no han podido parar a Trump. La pregunta es si alguien podrá hacerlo y cuáles serán las consecuencias de no lograrlo. Denuncias por abusos, vídeos en los que se incluyen comentarios sobre niñas, humillaciones públicas… Machismo, misoginia, homofobia, racismo, xenofobia. Esta larga lista no ha bastado para evitar su triunfo.

En la lucha por la igualdad, tan intensa y larga, la figura del nuevo presidente ensombrece las conquistas que tanto han costado. ¿Qué pasará ahora cuando se despida a un mujer por estar embarazada si el propio presidente lo ha defendido? ¿Qué pasará con aquella mujer violada cuando el propio presidente se ha mostrado tan tibio en su postura y tan explícito en considerar a las mujeres un objeto sexual? Basta releer esa antología de exabruptos y barbaridades para hacernos una idea de quién ocupará a partir de ahora la Casa Blanca.

El perfil político de Trump no resulta novedoso, en Europa hemos tenido y tenemos ejemplos, pero ha elevado a la enésima potencia la caricatura del populismo más retrógrado. Su advertencia, en ese tono fanfarrón que ha caracterizado su campaña, parece ahora todo un presagio con visos de credibilidad. “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida, dispararle a alguien y no perdería votantes”, llegó a decir.

Los análisis de urgencia, superado con dificultad el estupor, atribuyen su victoria a la América blanca y rural, de ideología ultraconservadora, que después del mandato del primer presidente negro consideraban intolerable tener en el despacho oval a una mujer. Quizás sea así. Pero los retrocesos no dejan de serlo por muy abrumadora que sea la mayoría que los respalda.

A partir de hoy, dada la inmensa influencia del país en el rumbo del mundo, hemos perdido todos y, principalmente, todas, incluso aquellas que hayan depositado en él su confianza. Esta ola de populismo retrógrado que se abre hueco y hasta gobierna en países democráticos pese a poner en cuestión el sistema debe abrir un intenso y amplio debate. Dicen que cuando la política fracasa llega la antipolítica. Y ya sabemos qué rostro tiene y cómo piensa. Sin perder la esperanza en él hoy ha amanecido un día nublado para el futuro.

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