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1º de mayo de 2020, Año Cero

Manifestación en Santander del Primero de Mayo del año pasado. | ANDRÉS HERMOSA

Miguel Ángel Cilleros

Secretario general de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT —

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Este 1º de mayo los trabajadores y trabajadoras no llenaremos las calles de nuestras ciudades. Celebraremos esta fecha en una situación sin precedentes en la historia reciente, un contexto de crisis sanitaria, económica y social que está poniendo a prueba la capacidad de respuesta no sólo de los gobiernos, las instituciones y la ciudadanía sino, también, de nuestro modelo económico.

En la reacción conjunta de todas las partes, se han revelado las fortalezas y debilidades de cada una de ellas. En este sentido, hay que aplaudir el ejemplar comportamiento de los ciudadanos y ciudadanas, asumiendo medidas muy duras destinadas a reducir el impacto de la pandemia provocada por la COVID-19. Aplaudimos, también, la profesionalidad de todos los hombres y mujeres que han estado en sus puestos de trabajo desarrollando tareas esenciales para el interés general, tanto desde el ámbito público como desde el privado, atendiendo las necesidades de la sociedad en momentos muy complicados y de gran dificultad. Sin embargo, no podemos aplaudir -más bien todo lo contrario- la capacidad de respuesta de nuestro modelo económico que, en muchos aspectos, ha mostrado su instinto ratuno, abandonando el barco al primer síntoma de hundimiento. “Es el mercado, amigos”, que diría aquel.

Este 1º de mayo seremos aún más reivindicativos, si cabe, que en años anteriores y aunque no se escuche nuestra voz en las calles, sí se escuchará en las redes sociales y en los medios de comunicación -radio, televisión, prensa escrita- porque, en esta ocasión, se ha visto claramente cuál ha sido el elemento disonante en esa capacidad de respuesta conjunta: un modelo económico ultracapitalista y globalizado que ha demostrado su debilidad ante un desafío mundial como el que sufrimos. Una vez más, aunque de forma asimétrica, han sido los Estados, con los servicios públicos más o menos eficaces tras años de desmantelamiento, los que han hecho frente a la crisis. Sí, el Estado, el gran enemigo del Mercado.

Antecedentes: la Gran Recesión

En el año 2008 el mundo conoció un crack económico, bautizado como la Gran Recesión, que hizo que se tambalearan los cimientos de la economía de mercado al tiempo que destruía el concepto de Estado de bienestar tal y como lo conocíamos en Europa. Entonces se pensó que aquella crisis supondría el final del modelo económico imperante hasta la fecha, habiéndose demostrado no sólo su ineficacia –pues era un perfecto generador de burbujas: financieras, inmobiliarias, hipotecarias, etc– sino su pernicioso efecto sobre la economía real y social, engullidas por la vertiente más agresiva del libre mercado: la economía especulativa, de casino, basada en el elemento financiero y bursátil, y no en la riqueza generada por los sectores productivos. Lo cierto es que no fue el final del capitalismo, no hubo tal cambio de paradigma, sino todo lo contrario: el modelo neoliberal se asentó y fortaleció aún más, el Estado de bienestar quedó en pura anécdota y los trabajadores y trabajadoras de las sociedades modernas vieron cómo sus empleos quedaban precarizados, sus salarios reducidos y los servicios públicos descapitalizados (menos recursos económicos y humanos).

¿Y después del Covid-19, qué?

No podemos consentir, bajo ningún concepto, que esta crisis, sobre la que ahora se afirma, con rotundidad, que ha evidenciado la fragilidad de nuestro modelo económico, cuya incapacidad para proteger a la sociedad ha sido dramática, vuelva a fortalecer este sistema fallido cuando se nos pase el susto, el disgusto, el trauma, el estado de shock masivo. Este modelo económico de la preponderancia del mercado, la precarización del empleo, los salarios a la baja, la precarización de los servicios públicos, la demolición del Estado de bienestar, la economía especulativa, la globalización, la insostenibilidad medioambiental, la destrucción de recursos naturales, la fragmentación social y la pérdida de valores en favor de un único referente en todos los ámbitos de la vida, la competitividad, no puede salir indemne, otra vez, de esta batalla que estamos librando hoy.

Este Primero de Mayo de 2020 tiene que ser un punto de partida, el inicio de algo nuevo, una nueva etapa para el cambio. Ya no vale resetear el modelo de libre mercado para que autocorrija sus errores de funcionamiento, eso no va a suceder, ya lo vimos con la crisis de 2008. Este Primero de Mayo es un “Año Cero”, un punto y aparte, una reentrada –tras la pesadilla– en el devenir de nuestra propia historia, de la Historia de la Humanidad.

Empleos que el Sistema despreciaba

En el libro “El club de lucha” –del escritor Chuck Palahniuk–, llevado a la gran pantalla en 1999 por David Fincher, el alter ego del protagonista toma del pescuezo a un pez gordo que podría representar a la élite del sistema capitalista, de la sociedad de consumo, para susurrarle a la cara: “Puteáis a la gente de quien dependéis: preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambulancias, y os protegemos mientras dormís, así que no te metas con nosotros”. Pues bien, parece que esta crisis que vivimos nos ha revelado muchas cosas: una de ellas que los representantes de las élites del libre mercado no han servido para mucho y que los trabajadores y trabajadoras de aquellos empleos que el Sistema despreciaba se han revelado estratégicos para la supervivencia de la sociedad en un momento de extrema dureza. Que esto sirva como punto de partida para cambiar las cosas.

No podemos volver a dejar que nos engañen: necesitamos un nuevo modelo económico y social que proteja a las personas, que haga del trabajo el elemento central de la economía y que refuerce el Estado de bienestar como instrumento esencial de una sociedad moderna, avanzada, solidaria y con valores. Cualquier otra opción volverá a ser una trampa, un timo, un engaño masivo. Hay que construir sobre lo destruido, sobre las cenizas de lo viejo, de lo caduco. La destrucción ha llegado de manera sobrevenida, en forma de pandemia; la reconstrucción la tendremos que hacer nosotros, los trabajadores y trabajadoras del mundo moderno. No volvamos a permitir que nos arrebaten el futuro.

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