Trump, ¿el CEO de Gaza? Propuestas para una gobernanza palestina
El Consejo de Seguridad de la ONU, con la abstención de Rusia y China, ha dado el visto bueno al plan de paz de Trump para Palestina, no solo de Gaza. Desde estas páginas, varios analistas ya hemos advertido de sus deficiencias, y en mi opinión este plan está condenado al fracaso. Lo veremos en los próximos meses, pues no cumple varios requisitos para un buen plan de paz, como evitar las ambigüedades, tener una mediación adecuada, que estén en la mesa todos los actores para que no sean spoilers, abordar los temas de fondo, tener una secuencia con sentido común y realista, dar garantías, diseñar un buen proceso de desarme, acabar con los incentivos para que vuelva a continuar la guerra, y tener una buena verificación sobre el cumplimiento de los acuerdos. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha dado también su aprobación, aumentando aun más su desprestigio entre los palestinos. Si a muy corto plazo no hay un real cambio en la gobernanza de los palestinos, en plan tendrá a sus teóricos beneficiarios como un estorbo. Para evitar que eso ocurra, creo que se podrían hacer nuevas propuestas, y aquí avanzo una.
Hamás ha manifestado que, si se mantiene el alto al fuego de forma estable y verificable, está listo para entregar la administración de la Franja de Gaza “a un comité palestino temporal formado por tecnócratas independientes”, pero también ha dicho que no se desarmará mientras haya tropas de Israel en el territorio y solo lo haría ante unas nuevas autoridades palestinas. Ya veremos cómo se gestiona este punto tan delicado, y más conociendo el resultado de una encuesta de finales de octubre en la que el 55% de los palestinos de Gaza ha manifestado que se opone a su desarme.
De momento, el presidente Abbas ha emitido un decreto para celebrar nuevas elecciones al Consejo Nacional Palestino (CNP) antes de finalizar el año. El CNP no es el parlamento de la ANP, sino el parlamento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creado en 1964, mucho antes de la ANP, con 350 miembros. Desde 2022, su dirección también corre a cargo de Mahmud Abbas, quien ha afirmado que se celebrarán elecciones generales (presidenciales y legislativas) dentro de un año tras el fin de la guerra en Gaza, aunque no está clara la interpretación de cuándo se ha terminado la guerra. La CNP, en cualquier caso, podría exigir al presidente Abbas acelerar el ritmo de los cambios, para celebrar lo antes posible las elecciones presidencias y legislativas, reactivando de este modo el Consejo Legislativo Palestino (CLP), y volviendo a poner en marcha con anterioridad la Comisión Electoral Central Palestina (CEC), con representación paritaria de Gaza y Cisjordania.
¿Es eso posible, en un contexto tan complicado como el Gaza? Si en el próximo año la técnica y logística electoral lo permiten, se podrían celebrar las esperadas elecciones para la presidencia y el parlamento palestino (CLP), con candidaturas plurales convencidas de que hay que realizar cambios, acabar con la corrupción, gobernar para toda la población palestina y garantizar la seguridad (incluida la de Israel). Este nuevo Gobierno, con un liderazgo representativo y menos personalista, sería el encargado de nombrar una delegación robusta y descentralizada para Gaza, que no estaría bajo la tutela del presidente estadounidense, sino de la nueva Autoridad Nacional Palestina (ANP). Sus prioridades serían un programa de reconstrucción, reconciliación y reforma institucional.
A nivel logístico, en primer lugar, habría que actualizar el registro electoral de Gaza, y quizás ACNUR podría colaborar en ello, junto a la Comisión Electoral Central Palestina. ACNUR no es “la autoridad electoral”, pero sí es uno de los pocos organismos de la ONU con experiencia directa en convertir listados de refugiados y desplazados en padrones electorales válidos en contextos postconflicto. En la práctica, quien tiene la base de datos poblacional más exhaustiva de Gaza es la UNWRA, pero para participar deberá superar las acusaciones de Israel de que ha sido refugio de combatientes de Hamás, concretamente de 12 personas. Hay que tener en cuenta que este organismo de la ONU contaba con un equipo de 13.000 personas en Gaza, por lo que alguna posible infiltración, que además ha investigado, no puede desmerecer la extraordinaria e insustituible labor que ha desempeñado durante tantos años en la Franja, en Cisjordania y en los campos de refugiados palestinos en los países vecinos.
Para celebrar estas elecciones se podría contar con el Departamento de Asuntos Políticos y de Consolidación de la Paz de Naciones Unidas (DPACP), que tiene una División de Asistencia Electoral capacitada para contextos como el de Gaza, y despliega equipos de apoyo técnico al censo, registro de votantes, logística, arreglos para voto adelantado de personas desplazadas, capacitar al personal electoral local, etc. El DPACP, que también podría dedicarse a la observación y verificación de los resultados, junto a otros organismos (UE, Liga Árabe, Centro Carter, etc.), podría contar igualmente con la colaboración del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que tiene presencia en Palestina y que suele establecer proyectos electorales integrados ONU-Gobierno.
Un aspecto que habría que consensuar, no obstante, es si Hamás, aunque no pueda participar en las elecciones, podría desempeñar sus funciones policiales durante su celebración, manteniendo una total neutralidad, siempre que no se haya creado antes un cuerpo policial, lo cual requerirá de más tiempo. Para ello, Hamás debería haber entregado a una comisión internacional sus armas pesadas, aspecto que acaba de confirmar recientemente. Una formación policial suele durar seis meses como mínimo, aunque en Sudán del Sur, Liberia, Afganistán o Haití, con apoyo de la ONU o la UE, se han hecho cursos de ocho a 12 semanas para desplegar rápidamente policías locales. Antes de la guerra, en Gaza había 8.000 policías, una tasa superior a la media mundial. Ya que en Cisjordania la Autoridad Nacional Palestina dispone de un ingente número de policías -17.000-, podría encargarse, junto a otros dos países, quizás Egipto y Jordania, de la formación del nuevo cuerpo policial para Gaza, en el que podrían participar personas que antes ya estaban en el cuerpo. De hecho, este cuerpo policial podría sustituir a la Fuerza Internacional de Estabilización mencionada.
Otro aspecto a considerar sería cómo realizar una campaña electoral en la situación de Gaza, con tanta destrucción, sin medios de comunicación y separada de Cisjordania. En este sentido, recuerdo que el punto 7 del plan de Trump hablaba de que, una vez iniciado el alto al fuego, liberar rehenes y presos (hechas ya ambas cosas) y conceder una amnistía a los miembros de Hamás (cuestión todavía pendiente), se empezaría a rehabilitar las infraestructuras (agua, electricidad, alcantarillado, hospitales, panaderías), retirar escombros y abrir carreteras. Esto puede incluir habilitar instalaciones para votar (carpas, escuelas, hospitales, iglesias, mezquitas, etc.), aunque sean temporales, habilitar radios comunitarias, plataformas digitales, y espacios seguros de reunión, además de generadores y redes satelitales para transmisión segura de datos electorales. Los materiales electorales (urnas, papeletas, etc.), podrían ser suministradas por la ONU. Como es obvio, se necesitará la financiación de las elecciones, aspecto en que con toda seguridad habrá muchos países que puedan ayudar a crear un fondo fiduciario para este fin. El Banco Mundial ya ha dicho que está dispuesto a colaborar.
Finalmente, Israel debería completar el proceso de amnistía, retirar totalmente sus fuerzas militares de toda Palestina, y empezar con un nuevo proceso de diálogo global con las nuevas autoridades palestinas que surjan de las elecciones, un nuevo proceso a manera de Oslo III. En este sentido, la propuesta que presento aquí es solamente una “hoja de ruta”, no un plan detallado, y no tiene más valor que añadir ideas a las que ya se están proponiendo desde diferentes espacios, pues la decisión final de su futuro político e institucional, es una tarea que solo debería decidir la población palestina, no Estados Unidos, con Trump ejerciendo de CEO de Gaza.
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