Ayusismo para intentar no perder Madrid
Si algo tienen claro en el PP es que no pueden perder Madrid. Lo sabe el partido y todo el entramado de poder del que forma parte. Las elecciones de la primavera de 2019 les asestaron un duro golpe. No solo habían perdido el gobierno de España, sino que el PP de Pablo Casado se quedó con 66 diputados en abril –perdiendo tres millones de votos y 257.430 euros al mes en ayudas públicas–, y con un cúmulo de deudas, por tanto, y de pesos pesados sin colocar. Las municipales y autonómicas de mayo le dieron al PP en Madrid los peores resultados de su historia pero despiertan la esperanza de poder ver desbancados, frente a todo pronóstico, a Carmena y Gabilondo, los ganadores de los comicios.
La comunidad es esencial. Las alfombras esconden debajo polvos de un cuarto de siglo, y los cajones deben tener dobles y triples fondos. No puede haber más pérdidas de ingresos, el PP podría entrar incluso en bancarrota. La maquinaria se mueve y las derechas ultra y presuntamente centrista se unen como una piña. Se lo hacen sudar, pero Isabel Díaz Ayuso es presidenta. Almeida, también sale alcalde.
La oportunidad de oro llega, aunque resulte brutal hasta decirlo, con la pandemia de coronavirus y es así por todas las trágicas evidencias a las que hemos asistido. Algunas de enorme coste humano. Casado no tiene poder de gestión en sus propias manos, todos se vuelcan en Ayuso. Ha despuntado en su táctica al intentar, en febrero, quitarle a Barcelona nada menos que el Mobile World Congress, cuando las precauciones sanitarias empiezan a manifestar la necesidad de suspenderlo.
El 30 de marzo, a los 15 días de Estado de Alarma, ya anda Ayuso izando la bandera de España a media asta con escenificación militar en ese IFEMA que ha convertido en hospital propagandístico y que perfeccionará con el Zendal en ese propósito. Ayuso convierte al Madrid del que se apropia en una especie de Estado paralelo a España. Dando satisfacción al ultranacionalismo español descontento del gobierno salido de las urnas, con el que compite.
Ayuso llegará a escribir dos cartas a la presidenta de la Comisión Europea , Ursula von der Leyen, del PPE, como si la política alemana fuera en razón de su cargo la jefa de Pedro Sánchez. Una vez en octubre, para solicitar más controles en el aeropuerto de Barajas al que culpa de los contagios; y otra en noviembre, para que autorice los test de Covid en las farmacias. No hay constancia de que Bruselas le contestara. Hoy sabemos que Madrid también se ha saltado a la Unión Europea y su normativa al hacer gestiones por su cuenta para intentar comprar la vacuna rusa que no está autorizada todavía. Ayuso se ha convertido en una especie de Estado soberano independiente en sí misma.
Ayuso amenaza al gobierno: “Esperen a que la gente salga a la calle, porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”. Compara la masacre perpetrada en los geriátricos bajo su competencia, bajo sus protocolos impunes, con la ley de la muerte digna en frases tremendas que no levantan revuelo alguno. Se pregunta “cómo se alteran tanto por la muerte de los ancianos si Unidas Podemos y el PSOE son partidarios de la eutanasia”. Ha hablado de madrileñofobia, del “ensañamiento” del coordinador de Alertas Sanitarias con su Madrid, cuando Madrid es varias veces epicentro de la pandemia y cuando sus resultados reales dejan unas cifras que evidencian sus prioridades: no sitúan en primer lugar la salud de los ciudadanos.
Una pura estrategia trumpista, con los mismos tintes de bulos, mentiras, exageraciones e insultos del magnate norteamericano. En donde su sorprendente discurso de Madrid es España y España es Madrid suena a un Haga España grande otra vez. El lema de toda ultraderecha añorante de pasados de esplendor que chocan con una realidad mucho más modesta de la que son responsables incluso.
La campaña es secundada –como es fácilmente comprobable– por los medios habituales. Más que información es propaganda descarnada, como aquella portada del 10 de mayo que, cumpliendo su pasión por los posados, nos la ofreció El Mundo como La Dolorosa, mientras no se apiadaba ni de los ancianos, ni de los enfermos, ni de los profesionales de la sanidad extenuados por la precariedad de medios.
Ayuso protesta y asombrosamente Pedro Sánchez le brinda en septiembre la foto que busca. El presidente del gobierno se desplaza a su sede de la Puerta del Sol. Y se presentan ambos rodeados de banderas de España (veinticuatro y de gran tamaño). La prensa afín lo ve como un triunfo de Ayuso. Desde luego se le deja hacer lo que le parece por más irresponsable que sea, siempre a contracorriente incluso de otros presidentes del PP. Sus fans se entusiasman, quienes mueven los hilos de este espectáculo aterrador se frotan las manos y millones de ciudadanos nos vemos inundados de sensaciones de peligro e indefensión.
El tratamiento informativo de la Fiesta del 12 de octubre reproduce en TVE y en otros muchos medios “la tensión entre Ayuso y Sánchez”, como si fueran gobiernos equivalentes. Y no mediara la salud de los ciudadanos en el pulso que ella mantiene. Ella, no al revés como asegura, según los manuales de manipulación ultras.
La partida de ajedrez de la que hablaba alguno de sus medios marcha con múltiples ayudas pues o sin la menor cortapisa. Con sus voceros mediáticos entregados.. Con la justicia de Madrid, de la que este lunes presumía, de su lado: “la justicia siempre nos da la razón”. Menuda suerte, ¿eh? Con el lawfare. Con el ataque o ninguneo a los rivales. TVE que otra vez se come en su “información” del Telediario a Pablo Iglesias entre los candidatos, en técnica experimentada por otras cadenas en ocasiones anteriores. No estamos en campaña todavía aunque lo parezca y ni siquiera rigen los ominosos tiempos de “noticias” según resultados electorales.
Las proyecciones del CIS dan empate entre los bloques. Las encuestas son ya como piedras arrojadizas o pedestales de plata maciza pero siempre acierta alguna como coartada. Y aparece Ángel Gabilondo apelando ¡a los votantes de Ciudadanos! Otra vez. Es lo que hay, la izquierda, mejor el centro-izquierda, habrá de entenderse si los hados de mayo no cumplen la amenaza de los sondeos y Ayuso sucumbe de éxito al subsumir a Vox y no tener suficientes votos.
Quizás todo tiene una explicación. En Madrid fijan su sede las principales empresas del país, las poderosas empresas. Y Madrid es un paraíso fiscal con el PP. No tocamos la fiscalidad dice Ángel Gabilondo. Luego, ya se pelean los programas de las coaliciones o apoyos. En la derecha, difunto Ciudadanos según los pronósticos, gobernarían si les dan los votos PP y Vox juntos, con lo que implica. La futura vicepresidenta de ultraderecha oficial, ya tiene planes muy acordes con su ideología. Muchos coinciden con la de Ayuso en la legislatura que acaba, secundados por Ciudadanos y con el apoyo de Vox.
No sé si llegan a ser conscientes de nuestra desolación, votantes madrileños y ciudadanos de todo el Estado, porque esto es un trampolín o una tumba. Y no solo para los residentes en el Madrid de Ayuso. Y pende probablemente de un hilo, de una tertulia más, de media docena de encuestas más, de unos cuantos datos reales de menos. De los golpes de efecto para la sociedad del espectáculo.
Lo que sí parece cierto es que el resultado no está decidido y que la lucha por el voto no solo se ejerce a través de las malas artes. Pero sabiendo lo que sabemos, viendo lo que hemos visto, existiendo las pruebas que existen, solo el hecho de que nos estemos planteando la posibilidad de seguir con lo mismo dos años más es delirante. Desde el punto de vista humano, ya ni siquiera ideológico.
Pero, perdonen que insista, el PP sabe que no puede perder Madrid por lo mucho que se juega y eso, visto lo visto, puede derivar en un enorme problema para la ciudadanía.
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