Los beneficios de la banca no caen del cielo
Lluvia de millones en la banca española, para variar. Digo “lluvia de millones” usando la frase publicitaria de la lotería, porque la presentación de resultados de las entidades se parece cada vez más al día del Gordo. Los telediarios nos cuentan el chorreo de millones que ha caído en cada banco como si cantasen los premios, y solo falta que un reportero en la sede central nos muestre cómo abren la botella de cava y se abrazan los agraciados. Hagan la prueba a cantar los beneficios del último año con sonsonete de niño de San Ildefonso, verán qué risa:
“8.019 millones para el BBVA, un 26,1% más que en 2022”
“11.076 millones para el Santander, un 15% más que en 2022”
Lo que pasa es que los beneficios disparados de los bancos –muy disparados, pues ese aumento lo es sobre un año, el 2022, en que ya habían batido récords– no son resultado de un sorteo de lotería. La lluvia de millones tampoco ha caído del cielo, como dice la expresión que suele usarse al hablar de beneficios extraordinarios de las energéticas o de la propia banca cuando se deben a coyunturas excepcionales como la guerra de Ucrania o la política antiinflacionaria del BCE: “beneficios caídos del cielo”.
En el caso de la banca, los beneficios récord no caen del cielo –los de las energéticas tampoco, por cierto–. No es un fenómeno de la naturaleza que solo podamos admirar o lamentar como quien ve llover tras la ventana, aunque los hayamos naturalizado tanto que hablamos de ellos como si en efecto fuese meteorología. Lo de las metáforas de la naturaleza para hablar de economía viene de lejos –recordad cuando en la última gran crisis se hablaba de terremotos e incendios–, y siempre contribuye a ocultar el origen nada natural de los beneficios.
No caen del cielo ni de los árboles: los beneficios récord de los bancos europeos, y particularmente de los españoles, salen directos de nuestros bolsillos. Así, tal cual, no le demos más vueltas. Como aquel timador de tebeo que te pagaba con un billete atado a un hilo, y cuando te alejabas confiado le daba un tironcito al hilo y recuperaba su billete. Suena burdo, pero se parece bastante a lo que está pasando con la banca en los últimos años: como si cada vez que pasases junto a una sucursal se te escapase el dinero del bolsillo y se lo chupase el cajero.
Solo hay que mirar con detalle las cuentas de los grandes bancos. En el caso del Santander, por ejemplo, que se ha llevado el premio gordo de la lotería bancaria, la mayor parte del beneficio viene por el aumento de un 12% en el margen de intereses, que es la diferencia entre lo que el banco te cobra por prestarte dinero, y lo que te paga cuando tú se lo confías. Y como los bancos están beneficiándose mucho de la subida de las hipotecas y préstamos, pero no están remunerando tanto sus depósitos, les sale a ganar.
Pero es que si bajas más al detalle, descubres que en la filial española del grupo, el margen de intereses aumentó un 46,3%. Te lo repito, y si quieres ponle musiquilla de San Ildefonso: “El margen de intereses del Santander en España aumentó un 46,3%”. Traducido: gracias a que tu hipoteca ha subido y te cuesta más pagarla, el banco gana como nunca. ¿Se entiende, o hace falta un dibujo?
Que las hipotecas y préstamos se encarezcan, y con ellas los beneficios de la banca, tampoco es un fenómeno de la naturaleza, aunque a veces lo parezca. Los tipos de interés y el Euribor no cambian con el viento o las estaciones, sino que responden a las decisiones de política monetaria que toman las autoridades financieras europeas.
Sabido todo lo anterior, léete ahora las palabras de los máximos responsables del Santander o del BBVA criticando el impuesto a la banca justo el día en que presentan sus resultados históricos. Un impuesto temporal, y que es tan modesto que incluso pagándolo tienen beneficios récord, reparten dividendos récord a sus accionistas y pagan sueldos y bonus récord a sus directivos -no así a sus trabajadores-. Venga, vuelve a cantar los beneficios bancarios con vocecilla de niño de la lotería, que da mucha risa.
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