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Lo que podría contar Isabelita

El candidato presidencial  argentino Javier Milei.

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¿Qué pensará de todo esto María Estela Martínez Cartas? Parece que a sus 92 años, tras varias enfermedades y recluida en un chalé cercano a Madrid, no está en las mejores condiciones para pensar. Pero si alguien puede opinar sobre Javier Milei, el ultraliberal que ganó las primarias argentinas y aspira a la presidencia, es ella. Fue ella, cuando se la conocía como Isabelita Perón y se había convertido en la primera mujer en la historia mundial al frente de una República, quien efectuó el ensayo inicial de lo que luego se llamó neoliberalismo: hablamos del “rodrigazo”, el plan de ajuste presentado el 4 de junio de 1975 por su ministro de Economía, Celestino Rodrigo.

Como los asuntos argentinos suelen resultar ambiguos, fue ella y no fue ella. Quien ejercía el poder real no era la pobre viuda de Perón, una antigua bailarina que se casó a los 24 años con un dictador en el exilio ya sesentón, sino José López Rega, 'El Brujo', servil hasta la abyección cuando ejercía como secretario de Perón en Madrid, tiránico e infame cuando en 1973 se convirtió en ministro de Bienestar Social y, tras la muerte del viejo mito, en “hombre fuerte” del gobierno.

López Rega, que se permitía abofetear a la presidenta Isabelita, fue un auténtico pionero. Creó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo terrorista de ultraderecha que mantenía parte de su arsenal en dependencias gubernamentales y utilizaba automóviles Ford Falcon, sin matrícula, para secuestrar y “desaparecer” a los montoneros, la facción izquierdista y violenta del peronismo. Y aplicó por primera vez en el mundo las recetas neoliberales de la Escuela de Chicago, encabezada por Milton Friedman. La Junta Militar, a partir de 1976, no hizo más que proseguir hasta el fondo la senda abierta por 'El Brujo', desde los secuestros con Ford Falcon a los recortes presupuestarios y el desastre final.

Cayó la dictadura y en 1983 llegó el radical Raúl Alfonsín, un presidente tan honorable como fracasado. En 1989 le sucedió el peronista Carlos Menem, un viejo conocido de Isabelita (era el jefe del peronismo en La Rioja, la provincia natal de la viuda, y había visitado a Perón y esposa en el exilio madrileño), que aprovechó la favorable coyuntura internacional (fin de la guerra fría, euforia en los mercados financieros) para recuperar el camino de López Rega: estableció la paridad entre el peso y el dólar (la dolarización de la que habla Milei), acabó con la inflación y presidió una década de vino y rosas. Que, lógicamente, acabó mal. Le sucedió otro radical, Fernando de la Rúa, que mantuvo la política económica menemista e incluso al ministro de Economía, Domingo Cavallo, hasta que el déficit fiscal y la deuda externa reventaron el país. De la Rúa tuvo que huir en helicóptero de la Casa Rosada. Argentina se hundió en la peor de sus crisis, que ya es decir.

Lo demás es conocido. Del fondo de la Patagonia apareció otro peronista, Néstor Kirchner, con una política económica radicalmente distinta: el peronismo puede ser muy de derechas o muy de izquierdas, según convenga. Kirchner triunfó. Le sucedió en la presidencia su mujer, Cristina, que enviudó al poco tiempo y, como Perón, suscitó adoraciones delirantes y odios desenfrenados.

No se le puede preguntar a Isabelita, la reliquia oculta y silenciosa de la historia reciente argentina. Es una lástima. Ella, encarcelada durante cinco años por los militares (a los que durante su breve presidencia concedió licencia legal para exterminar sin medida), humillada y vejada hasta que le permitieron refugiarse en Madrid, conoce bien la ambivalencia peronista. Estaba con Perón en el chalé de Puerta de Hierro cuando éste elogiaba por igual a Mussolini y al Che Guevara, según quién fuera el visitante. Sabe que hay un peronismo K, por Kirchner, y un peronismo M, por Menem. Y que muchos peronistas, al igual que muchos conservadores antiperonistas que ahora siguen a Patricia Bullrich (antigua montonera de ultraizquierda, así son las cosas), podrían votar a Milei si ese globo no se deshincha de aquí a octubre.

Todo está en el aire. Salvo un hecho seguro: el peronismo K desaparece (de momento). Y otro hecho seguro: nada es seguro, ni siquiera la desaparición del kirchnerismo, porque hablamos de Argentina.

(Por rematar el asunto: José López Rega murió en 1989, días antes de que Menem asumiera la presidencia, en una cárcel de Estados Unidos).

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