Demasiados corazones de piedra en lugares de responsabilidad
Leo en El Salto que ha fallecido un hombre de 59 años en el parque en el que dormía. Hacía más de un año que había sido desahuciado de su casa sin recibir ayuda ninguna por parte de los obligados a ello. El ayuntamiento de Collado Villalba (Comunidad de Madrid), del que depende ofrecer ayudas de emergencia para situaciones como esta, tiene el vergonzoso honor de haber recibido ya en dos ocasiones “el premio” Corazón de piedra por ser uno de los municipios que menos inversión social realiza. A esto se une, entre sus muchas carencias sociales, que cuando ha tenido pisos del IVIMA los ha vendido al fondo de inversión Goldman Sachs.
La última de las premiadas por la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales con un Corazón de piedra fue, en 2019, Rocío Monasterio por su retórica cruel e injusta “acusando a menores de origen extranjero tutelados por las Comunidades Autónomas, de ser causa de inseguridad, y acudir a la puerta de su domicilio en un claro intento de provocar la ira vecinal contra ellos. Por hablar en tono despectivo e insultante...”.
Lamentablemente, este año 2020 que acaba, el premio va a estar muy reñido entre las propias filas de la extrema derecha. Si hay algo que caracteriza al partido de Abascal, Espinosa de los Monteros, Ortega Smith, Monasterio, Olona, De Meer... (la lista es larga) es su duro corazón. Incluso cuando quieren mostrar un lado más amable y solidario lo hacen deshumanizando a alguno de los grupos sociales y colectivos que están en condiciones de vida más precarias y sobre los que, históricamente, el fascismo ha tatuado estigmas y prejuicios para que fueran considerados enemigos del orden patrio, religioso, cultural y político.
Lo cierto, es que revisando el listado de nombres 'galardonados' por los premios Corazón de piedra, no sé si sorprende o no que la mayoría –hasta la llegada de Vox– sean representantes o instituciones vinculadas al modelo de gobernanza del PP. La primera en inaugurar los premios fue Ana Mato en 2013. La que fue ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y que ha sido condenada a título lucrativo por beneficiarse de la trama de corrupción de la Gürtel recibió el premio de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales “por su personal insensibilidad y porque su único cometido al frente del Ministerio ha sido recortar, destruir y demoler políticas sociales, sin un solo impulso o innovación”. Toda una incongruencia para alguien que tiene una responsabilidad pública.
En relación a esto, llama la atención, en estos tiempos de pandemia, la desmemoria selectiva. Poco se habla de que, además de por una de las numerosas tramas de corrupción en las que están implicados miembros del PP, Ana Mato fue la responsable de haber cambiado el modelo sanitario por razones estrictamente ideológicas parapetándose en la crisis económica y de las primeras, dentro del partido de Rajoy/Casado, en nombrar la violencia machista como violencia en el entorno familiar.
Si no me equivoco (y si es así que me corrijan los que saben), parece que la Teoría Política tiene un nombre a esto que le pasa a las personas que, dedicándose a la política, actúan solo en su propio interés sin asumir con honestidad su responsabilidad y función social. Se dice que el “síndrome de Pilatos” contamina a los políticos cuya labor “se caracteriza por la omisión, disimulo, negación del Derecho, del dolor y de la historia de los demás”. Tal y como lo entiendo, serían personas anti-valores y anti-derechos, parapetadas en ideologías deshumanizantes y neoliberales, que se dedican a la política de forma instrumental al tiempo que, de forma arrogante, devalúan principios éticos y elementales de una democracia como la justicia, la equidad, la solidaridad y la dignidad del ser humano, sin importarles las consecuencias que eso tenga en la vida de personas concretas.
Un reciente y dramático ejemplo del 'Sindrome de Pilatos' entre políticos de primera, con firme candidatura al premio de este año 2020, es la caótica gestión del Gobierno de Díaz Ayuso en las residencias de mayores de la Comunidad de Madrid en lo peor de la pandemia. Un relato que pudo escucharse hace unos días en la Asamblea de Madrid a través de la responsable que, sin ninguna experiencia en este tipo de actuaciones de emergencia humanitaria, dejó estupefactos a todos por su dureza. Miles de ancianos y ancianas ya habían muerto en condiciones inhumanas cuando dicha operación comenzó, pero muchos miles más murieron ante la negligencia, falta de medidas y de respuestas adecuadas de quienes adoptaron aquellas decisiones sin ninguna cabeza y corazón de piedra. Algún día habría que hacer una estadística de los muertos y el sufrimiento que dejan los políticos y políticas que se lavan las mismas manos con las que tan fácilmente cogen sobres, donaciones y asignaciones. Ese es su legado, bien lo saben las familias de sus víctimas.
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