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Cristina, lo entiendo, sé fuerte

La infanta Cristina, a su llegada a los juzgados de Palma. / Efe

Antón Losada

Sincronicen sus relojes. Estamos a horas de que Felipe VI demuestre durante su primer mensaje de Navidad si sabe comerse los marrones como debe hacerlo un rey o solo posar en las retratos vestido de gala. Si solo menciona el encausamiento de su hermana, malo. Si lo ignora, peor. No le queda más remedio que repasar el vídeo donde su padre pedía disculpas en tres frases tan estudiadas como astutas. Los Borbones van a tener una mala noche en el WhatsApp por culpa de un cuñado, como casi todas las familias españolas en estas fechas tan señaladas.

Mientras, la infanta cuenta las horas para sentarse en en banquillo como si fuera el plebeyo de su marido, solo que a ella no le piden veinte años de cárcel. Arrecian las presiones públicas y privadas para que renuncie a sus derechos sucesorios. Todo aquel que es alguien en España se lo ha demandado en nombre de la institución, de la democracia o del espíritu navideño.

Aun a riesgo de perder su aprecio, estimado lector, debo decir que ni se lo he pedido, ni se lo pediré. Antes al contrario. Si tuviera su móvil, como el 'pequeño Nicolás' guardaba el privado de Juan Carlos I para las grandes ocasiones, le mandaría un mensaje poco original pero alto y claro: “No lo hagas Cristina, lo entiendo, sé fuerte”.

Si yo fuera la infanta, tampoco entendería por qué tengo que desistir en mis derechos sucesorios si la mayoría de las autoridades y gobernantes que recibían al plebeyo Urdangarin y cerraban negocios con él continúan en su puestos como si no hubieran firmado sus contratos, ni hubieran malgastado miles de euros públicos. Es más, incluso esperaría que la ciudadanía me diera las gracias por no ponerme faltona como Rita Barberá, o macarra como su vicealcalde, Alfonso Grau.

Tampoco vería la urgencia de renunciar si el presidente del Gobierno y del partido que me lo sugieren se hallan implicados en el mayor caso de corrupción de la historia de nuestra democracia, tienen a todos sus tesoreros imputados, un juez les acusa de haber pagado su sede en negro y tampoco dimiten, ni renuncian, ni siquiera se les ve muy afectados.

Tampoco me preocuparía en exceso la opinión de unos medios de comunicación que, al igual que los partidos, solo ven necesario luchar contra la corrupción de los demás y solo reclaman dimisiones cuando no son de los suyos.

Si fuera la infanta, aguantaría y sería fuerte. En España, el que resiste gana. Antes o después, siempre aparece alguien que no es de los tuyos a quien pedirle la dimisión sin tener que predicar con el ejemplo.

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