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Las cuentas de la derecha

Rodrigo Rato

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Siempre que a la derecha no le salen las cuentas, los números están mal; alguien lo ha manipulado, alguien está ocultando la verdad. Es un clásico de la política española.

Para Manuel Fraga las cifras de desarrollo económico de los ochenta -la década de mayor crecimiento de renta y salarial del siglo XX- no valían nada al lado del precio de los garbanzos que él mantenía monitorizado al detalle. Rodrigo Rato se cansó de denunciar aquella mítica amnistía fiscal de Felipe González, que nos había costado 200.000 millones de pesetas y había beneficiado a 600 amigos del PSOE. Soraya Saénz de Santamaría descubrió ella sola que, en España, había más de medio millón -520.000- de receptores fraudulentos del subsidio de desempleo. Fátima Báñez anunció que la Seguridad Social había entrado en déficit en 2011 y los cotizantes había caído en tres millones; apenas un mes después Mariano Rajoy nos descubría que, en realidad, el déficit era de 2010 y habíamos perdido 3.3 millones de pensionistas. Santiago Abascal nos sorprende a diario con cifras y datos sobre inmigración o delincuencia cuya validez estadística no superaría el examen de un niño de primaria. Toni Cantó llenó España de falsas denuncias de malos tratos presentadas por codiciosas mujeres en sus divorcios.

El tiempo puso a cada uno en su sitio. Pero ya daba igual. Rodrigo Rato no pudo probar la amnistía porque “los socialistas se había llevado las pruebas a casa”, aunque se metió tanto en el papel que acabó encausado por fraude fiscal. Los defraudadores de Soraya, en realidad, eran en su mayoría casos de problemas administrativos. Las creciente cifras del Gobierno Rajoy sobre las pensiones y la seguridad social fueron la coartada perfecta para el mayor recorte que ha vivido el sistema público de pensiones en España. Los casos de Abascal y Cantó van más allá de los problemas de cálculo para entrar directamente en los campos de la xenofobia y la misoginia.

Ahora le toca el turno a la inflación y al paro. La derecha anunciaba un otoño asolado por la madre de todas las inflaciones en España. Así que no puede ser que España sea uno de los países de la UE con la inflación más baja o que medidas como la excepción ibérica estén funcionando. Las cifras tienen que estar manipuladas. Da igual que la corrección se haya hecho para evitar seguir cometiendo un error denunciado por actores tan poco sospechosos de estar compinchadas con el gobierno rojosatánico como las compañías eléctricas.

Lo mismo con el paro. Desde la derecha se anunciaba el Armagedón del desempleo y llegar cerca de un 35% de paro. Así que no puede ser que el empleo mejore en España, muchos menos que lo haga la temporalidad gracias a una reforma laboral a la que se opusieron y advirtieron causaría, junto a la subida del SMI, un apocalipsis de desempleo. Como siempre, las cifras están mal o están manipuladas. Da igual que los datos los elaboren y validen las comunidades autónomas, o que se computen igual desde una orden ministerial de 1985. Da igual que las denuncias de manipulación vengan de unos investigadores cuya metodología de cálculo desatiende por completo los criterios establecidos por esa misma orden, inalterable bajo gobiernos de unos y de otros y que, como ellos mismos reconocen con ingenua sinceridad, les lleva a comportarse como detectives, no como científicos.

Con los datos del paro sucede algo muy parecido a lo que ya vimos acontecer con las previsiones sobre el impacto en el empleo de las subidas del SMI: el autor del informe tiene una idea previa -el paro es más de lo declarado, el SMI va a destruir empleo- y en función de esa tesis, construye su modelo para darse la razón a sí mismo. Porque, amigas, en España la derecha nunca se equivoca. Es la realidad la que está rematadamente mal. No es la derecha, somos nosotros, que nos engañan como a niños. 

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