La economía está ayudando a Pedro Sánchez. ¿Hasta cuándo?
La buena marcha de la economía española había sido noticia durante los últimos días. Incluso en los medios de derecha y en alguno internacional. Hasta el jueves, cuando se supo que el PIB había crecido la tercera parte de lo previsto (con todo, un 1,1%). Ese fallo de las previsiones ha debido caer como un jarro de agua fría en las filas socialistas que, según todo indica, fían casi todo a la economía para seguir en La Moncloa tras las futuras generales. Porque más de uno debe de temer que esos fallos puedan repetirse y que el andamiaje esté montado sobre bases no muy sólidas.
Tratar de entender algo en medio del amasijo de propaganda que impregna la información no es tarea fácil. Aunque sus protagonistas digan lo contrario, la política española está en campaña electoral, casi nada se escapa a esa lógica y es, por tanto, casi imposible vislumbrar un discurso que responda a la realidad de los problemas en medio de tanto gesto destinado únicamente a la galería.
Sin embargo, hay algunos datos difícilmente contestables. Uno es que el paro ha dejado de crecer e incluso que se reduce poco a poco. La decisión del Gobierno de mantener e incluso de ampliar los ERTE va a contribuir a ello. Otro son las previsiones macroeconómicas que han hecho distintos organismos. La más optimista, la de la OCDE, que pronostica que el PIB español crecerá un 6,8 % en 2021, el aumento más alto entre todos los miembros de la organización. Y todas esas previsiones coinciden en que esa marcha positiva continuará en 2022, en porcentajes sólo ligeramente más cortos.
Otro es que las bolsas españolas están muy pujantes. Otro, que muchas grandes empresas y bancos se preparan para distribuir sustanciosos dividendos. El del Banco Santander será del 6,2 %, el más alto de toda Europa. Otro es que crece sin parar la venta de viviendas: un 34,5% entre enero y julio. Todas esas noticias indican que el mundo del dinero está animado. Que cree que la recuperación va a en serio. O, por el contrario, que piensa que el momento es bueno, después de tantos meses de penurias, y que hay que aprovecharlo, no vaya a ser que se acabe.
Luego están las sombras. Una es el aumento de la morosidad, que algunos pesimistas temen que si sigue creciendo puede llegar a parar el crecimiento. Parece ser que el principal responsable de ese problema es el Estado, que no paga en los plazos acordados, poniendo a algunas empresas al borde del abismo. Eso ha ocurrido siempre, pero si se ha agravado puede ser porque el Estado ha asumido, y sigue asumiendo, demasiados compromisos de gasto y ahora no tiene efectivo para hacerle frente.
Otro problema que por ahora no es grave, pero que puede serlo si las cosas se tuercen, es la inflación, la subida de precios. La inflación está por encima del 3% en buena parte de los países occidentales y aunque se multiplican las voces que dicen que el problema es temporal, algunos empiezan a temer lo contrario. En Estados Unidos se empieza a hablar seriamente de que a no mucho tardar subirán los tipos de interés. Si eso ocurre, la decisión terminará por ser imitada por los países del euro y con ello, más tarde o más temprano, las dinámicas de recuperación económica se verán afectadas.
En definitiva, que la economía va bien y el Gobierno tiene motivos para alegrarse. Pero no debe confiar excesivamente en que eso va a seguir ocurriendo hasta la víspera de las elecciones. Por otra parte, ¿quién garantiza que una buena marcha de los datos macroeconómicos se va a traducir automáticamente en buenos resultados electorales para el Ejecutivo? La reciente historia política europea está llena de ejemplos de lo contrario. De situaciones de optimismo económico que han abierto la puerta del poder a la oposición, porque ese clima hacía menos traumático el cambio y animaba a mucha gente a apoyarlo.
Así las cosas, vayamos a lo concreto. Y lo de ahora mismo, son los precios de la electricidad y los Presupuestos. Sobre lo primero da la sensación de que el asunto ha perdido impacto. Por la decisión del Gobierno de quedarse con los intolerables beneficios que las compañías eléctricas obtenían del marasmo de los precios, que ha debido de caer muy bien a unos cuantos ciudadanos, y de distintos colores políticos; porque el Ejecutivo ha debido convencer a no pocos de que esos desaforados crecimientos no iban a repercutir en sus facturas de la luz; y porque todas las noticias van perdiendo fuelle a medida que se repiten día tras día.
Sobre los Presupuestos, creamos a Pedro Sánchez cuando dice que los habrá y dentro de pocas semanas. Él sabrá por qué lo dice. Seguramente porque ya ha decidido qué concesiones hará a aquellos partidos, empezado por su socio de gobierno, cuyo apoyo necesita para aprobar las cuentas públicas.
Todo indica que está vez no habrá cicatería, que la ministra Nadia Calviño tendrá que bajar la cabeza. Porque la aprobación de los Presupuestos supondrá que el Gobierno seguirá al menos un año más en La Moncloa. Y ese es un premio demasiado gordo como para hacerse los estrechos. Otra cosa será cuando haya que hacer frente a las subidas de gastos y de deudas. Pero esas cosas son secundarias para los políticos para los que lo prioritario es ganar elecciones. Dentro de unos meses, tal vez a la vuelta del próximo verano, las cosas pueden empezar a oscurecerse. Esperamos que no sea antes.
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