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La falacia de la moderación

El presidente del CGPJ, Carlos Lesmes, preside un pleno.

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Parece que la equidistancia está de moda en ciertos círculos intelectuales. Últimamente no paro de escuchar declaraciones y leer artículos que exaltan las virtudes del aristotélico término medio frente a los odiosos “extremos”. Por lo general, sus autores utilizan para expresarse un tono afectado, como el de los niños de mi generación que destacaban en la asignatura de urbanidad y buenos modales, quizá para realzar la sinceridad de su compromiso con la cultura de la moderación.

El término medio resulta apropiado en ciertas circunstancias, sin duda. Tras fabricar unas alas para huir del laberinto de Creta, Dédalo aconsejó a su hijo Ícaro que mantuviera una línea de vuelo equidistante entre la tierra y el cielo, para evitar que las alas se estropearan por el contacto con el mar o que el sol derritiera la cera con que había pegado las plumas. Lo que ocurre es que, en demasiadas ocasiones, la equidistancia se invoca como argucia para eludir posicionamientos incómodos o como artificio para perpetuar embelecos bajo el disfraz amable de la mesura y el equilibrio. Así, entre una persona que afirma que el cielo es azul y otra que dice que es amarillo, vemos a algunos sentenciar que es verde, por ser el color resultante de la mezcla de los dos en disputa. Es lo que en el terreno de la lógica se conoce como “falacia de la moderación”. 

El lunes pasado, la mayoría de los medios de comunicación presentó como un paradigma de ecuanimidad el discurso del presidente del CGPJ Carlos Lesmes, en el acto de apertura del año judicial, en el que “urgió” a los dos partidos mayoritarios a alcanzar un acuerdo para la renovación del órgano rector de los jueces. En estos tiempos de propensión a la nostalgia por el pasado, el también presidente del Tribunal Supremo fue dibujado como aquel padre ejemplar de antaño que, cuando se producía una trifulca entre sus hijos, tiraba de la oreja a todos por igual, sin tomar partido en favor de ninguno, para que entrasen en bloque en vereda. En realidad, la intervención de Lesmes fue un caso de manual de “falacia de la moderación”. El magistrado, de quien se comenta que es persona inteligente y culta, sabe muy bien que no estamos ante un caso de dos extremos situados a la misma distancia del punto de equilibrio. Que el Partido Popular –bajo cuyas siglas desempeñó diversos cargos políticos y recibió el aval para ocupar su actual puesto al frente del poder judicial- constituye hoy el principal obstáculo para el acuerdo. La estrategia del partido de Pablo Casado es tan burda como descaradamente inconstitucional: consiste en torpedear, recurriendo a los más variados pretextos, cualquier posibilidad de solución hasta las próximas elecciones, con la esperanza de que entonces se produzca un vuelco en la aritmética parlamentaria que permita a los conservadores controlar el proceso de designación de los nuevos vocales del CGPJ. El resultado de este golpe de Estado institucional, como lo denominan sin tapujos reputados juristas, es que los actuales vocales se encuentran desde hace casi tres años en situación de interinidad, con las consecuencias que ello tiene para el normal funcionamiento del aparato judicial.

Mediante su llamado en apariencia ecuánime para que el poder judicial “desaparezca del escenario de la lucha partidista”, lo que hizo en realidad Lesmes fue parcializarse con el PP, al diluir la responsabilidad del partido de Casado en un lío del que es el principal culpable. Pero no se detuvo ahí: en otro apartado de su intervención, criticó que los poderes políticos “pongan en entredicho” las decisiones de los tribunales cuando estas “se contraponen a sus designios, dificultan sus estrategias o, simplemente, no son de su agrado”, y por lo visto no encontró otro ejemplo que los indultos que concedió el Gobierno de Pedro Sánchez a los condenados por el procés, cuando pudo haber citado las virulentas descalificaciones del PP a los jueces que han investigado sus escándalos de corrupción. Precisamente, uno de los obstáculos para la renovación del CGPJ es el veto conservador a uno de los candidatos del PSOE, José Ricardo de Prada, un prestigioso magistrado cuyo pecado es haber firmado la sentencia del caso Gürtel; pero esto no parece importar demasiado a Lesmes.

El presidente del CGPJ lleva tres años “urgiendo” la renovación del órgano de los jueces ante el deterioro que la falta de acuerdo está provocando en la administración de la justicia. Tal como van las cosas, es muy probable que el próximo año le veamos de nuevo apremiar, con aire equidistante, a los dos grandes partidos para que busquen una salida y dejen a los jueces al margen de sus grescas. En realidad, Lesmes tiene desde hace tres años en su mano la llave para forzar ese acuerdo: dimitir, junto al resto de los vocales. Pero ello despejaría el camino para que las fuerzas progresistas que hoy son mayoritarias en el Congreso controlasen el proceso de renovación, y eso no le gustaría ni al PP ni a la mayoría conservadora del poder judicial. De modo que seguimos en las mismas: en la falacia de la moderación.

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