El impacto político de los escándalos
Los escándalos vuelven a estar en el centro de la vida pública española y han dejado muy apartada del mismo a la inquietud por la crisis política que sufre este país. La gente, toda suerte de gente, no habla de otra cosa y la indignación que las noticias producen marcan otra vez el tono de la opinión pública. Se han equivocado quienes creían que se había apagado la agitación ciudadana que en los años pasados produjo la corrupción. Ese sentimiento es de nuevo el factor dominante en el escenario político, al menos en estos momentos. Eso va a tener consecuencias que pueden modificar significativamente las perspectivas políticas. Las elecciones que parecen inevitables pueden deparar grandes sorpresas.
Para empezar, en el voto a la derecha. Porque también los electores del PP pagan impuestos y más de uno puede alejarse de ese partido tras comprobar cómo su élite y sus amigos defraudan a Hacienda y encima se benefician de una amnistía fiscal. Para colmo, han aparecido nuevos casos de corrupción pura y dura y se ha vuelto a instalar la sensación de que habrá más.
Habrá que esperar a que los sondeos indiquen algo en esa dirección, aunque también cabe que por uno u otro motivo no detecten nada al respecto. Pero no se puede olvidar que más de un tercio de los votos que el PP obtuvo en 2011 abandonaron el barco el pasado 20 de diciembre y que la corrupción fue el principal motivo de esa deserción. El mantra sobre la fidelidad del electorado de derechas se vio entonces seriamente puesto en cuestión. Esa tendencia podría prolongarse al 26 de junio. Sería lo más normal, aunque su intensidad fuera menor que la de hace 4 meses.
Pero, además, las noticias de los últimos días van a condicionar seriamente la campaña electoral del PP. Mariano Rajoy no va a poder repetir sin más la consigna de que su partido está haciendo todo lo posible para luchar contra la corrupción, que nadie se cree pero que sus más fieles dan por buena porque no pueden hacer otra cosa. Ahora va a tener que explicar por qué el ministro Montoro perdonó miles de millones de euros con su amnistía fiscal.
No se sabe quién ha desvelado las irregularidades fiscales de José María Aznar, pero quien haya sido ha hecho un gran daño al PP. Porque el argumento de que el sistema obliga a cumplir a todo el mundo que ha aducido el gobierno no contrarresta la indignación que la noticia ha producido. Ni apaga los rumores, los que surgen porque sí y los que propalan algunos especialistas en la materia, que dicen que la cantidad evadida por expresidente es bastante mayor que la figura en los papeles. Rajoy va a tener también ese peso sobre su espalda durante la campaña.
Más allá del PP, la vuelta de la iniquidad y del saqueo al primer plano de la actualidad va a condicionar asimismo las posiciones de las demás fuerzas políticas. Porque la corrupción va a ser de nuevo un tema central de la campaña electoral, incluso con bastante fuerza que en la anterior. Esa es la novedad que han aportado los nuevos escándalos. El conjunto de noticias de estos últimos días tiene una consistencia económica superior al de los casos Gürtel, Bárcenas y al de los Eres andaluces. Pero además, y eso puede ser lo políticamente importante, ha subido de golpe muchos grados la intensidad de la indignación ciudadana, cuando eso ya no se creía posible y cuando los partidos implicados de uno u otro modo en la corrupción creían que eso era ya agua pasada.
Por decirlo suavemente, el texto del pacto PSOE-Ciudadanos no es particularmente ambicioso en materia de lucha contra el fraude fiscal ni sobre la imposición al 1% de los ciudadanos más ricos en el que figuran todos los personajes de los 'papeles de Panamá'. Uno y otro partido tendrán que darle más de una vuelta a sus programas en ese capítulo si no quieren quedarse muy alejados de las demandas de la mayoría de la gente. Y, además, tendrá que modificar el orden de sus prioridades en sus mensajes electorales, colocando la corrupción en su frontispicio. No es tarea fácil. ¿Cuánto pesarán sus afinidades con el establishment y su pasado a la hora de abordar esa tarea?
La situación que se ha creado en los últimos días es también un reto para Podemos, IU y las demás fuerzas que se colocan en su mismo espectro. De entrada, porque constituye una ocasión para mejorar sus posiciones electorales. Siempre y cuando sean capaces de convertir en votos la renacida indignación ciudadana. Y eso no va a producirse de una manera automática. Tendrán que demostrar que votar a esas formaciones va a servir realmente para cambiar las cosas y no va a ser únicamente la expresión de una protesta. Para eso tendrán que afinar su propuesta, los planteamientos genéricos de denuncia no serán suficientes. Lo que está claro es que la unidad electoral de esas fuerzas reforzaría claramente su capacidad de acercamiento al electorado también en esta materia.