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Poder Judicial: Endgame

Placa de la fachada de la sede del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

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No existe una sola razón que justifique la continuidad de uno solo de los llamados vocales progresistas en esa institución en estado de incautación llamada Consejo General del Poder Judicial. No queda un solo motivo que impida a los ocho vocales seguir el ejemplo de Concepción Sáez y negarse a seguir siendo cómplices necesarios de un filibusterismo judicial y constitucional que ha sobrepasado todos los límites soportables.

Sostienen algunos que supondría un gesto sin capacidad efectiva de liberar a la institución de la requisa que practican los vocales conservadores amotinados y el Partido Popular, dado que podía seguir funcionando a través de la Comisión permanente y obviar así la falta de quórum en el Pleno. Que lo hagan. Que se haga evidente la situación de secuestro institucional y ocupación del CGPJ. La continuidad de todo vocal que quiera la renovación del Poder Judicial únicamente ha servido para legitimar a quienes la bloquean y se niegan a cumplir la ley. Además, las decisiones de verdadero calado siempre tienen que ser ratificadas por un pleno del Consejo que no podría volver a convocarse hasta que fuese renovado.

Se argumenta también que la responsabilidad obliga a permanecer en el puesto y evitar el colapso del CGPJ. En primer lugar, cabría discutir si no se halla ya colapsado desde hace meses e incluso años. Preservar la ficción de que sigue funcionando tiene el mismo sentido que mantener tapada y sin limpiar una herida infectada: extender la infección hasta que el daño sea irreparable. En segundo lugar, cabe preguntarse aun con más razón qué sentido tiene prorrogar esta situación hasta unas elecciones que únicamente la desbloquearán si las gana y gobierna la derecha.

La dimisión en bloque de los vocales progresistas causaría, en cambio, un efecto inmediato: acabar con el discurso del todos son iguales y todos quieren lo mismo: controlar a los seres de luz que pueblan nuestra inmaculada justicia; el gran argumento al cual siempre recurren los vocales conservadores y la derecha para justificar su estrategia de bloqueo hasta que la mayoría sea suya. Su tesis de que todos hacen lo mismo y lo que molesta es que ellos lo hacen mejor, al garete.

Resta otra razón aún más poderosa para animar a los vocales progresistas a poner fin a esta patraña y exponer públicamente a quienes quieren prolongarla porque les conviene. Es lo más inteligente: la carga de la prueba de la legitimidad de su amotinamiento recaería única y exclusivamente sobre quienes se aferren al cargo, contraviniendo tanto el ejemplo de quienes hayan dimitido como el espíritu y la letra de la ley. Cualquier jurista que se respete a sí mismo sabe que esa razón puede más que ninguna otra. 

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