Ella no se equivoca, es el mundo
Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso.
Si, como me dice una jurista, próxima a las redactoras de la llamada Ley del Sí es Sí, “esto es una guerra”, entonces hay que asegurar que se ha perdido. Discrepo de que legislar sea ir a la batalla, lo haga quien lo haga, pero si tu estrategia es redactar y forzar la aplicación de una ley y ni tú mismo conoces ni asumes las consecuencias que pueden derivarse de ella, entonces tienes un problema. Fíjense que ni siquiera digo que tu ley no pueda tener consecuencias ni que no pueda tener incluso alguna nefasta y transitoria, lo complicado es no haber sido capaz de anticiparla y, sobre todo, atribuir a todo el mundo menos a ti mismo la responsabilidad de ese daño colateral.
El Código Penal es como un ecosistema que debe permanecer en armonía, primero interna y luego, con el resto de la legislación. Antes de intervenir sobre él, conviene analizar todas y cada una de las derivadas que puede tener la decisión. Decidir acabar con las avispas y las abejas, por ejemplo, por el daño mortal que a veces producen a los alérgicos, sería un tema delicado. Todos sabemos que eso puede acabar con la polinización y, por tanto, con la vida. Si traes visones o cangrejos americanos para bajar los costes de productos muy demandados, puede que se te escapen y acaben con las especies autóctonas y creando graves daños ecológicos. A veces, las consecuencias no son ni siquiera fáciles de prever a primera vista. Precisarían de un análisis pausado en profundidad, y con multitud de expertos para detectar carambolas insospechadas. No es sino una metáfora para aproximarles sin tecnicismos a lo que ha pasado con la llamada Ley del Sí es Sí.
Varios tribunales han aplicado una norma irrenunciable del Derecho Penal que es la preeminencia de la ley mas favorable al reo. No es discutible que si una nueva norma penal es más favorable a los ya penados, las sentencias deben ser revisadas. Así que la cuestión sería por qué la nueva ley es más favorable y si ese resultado es buscado, insospechado o si se podía haber previsto y corregido con técnica jurídica. Esta es una cuestión de técnica jurídico-legislativa. A alguien le ha salido el tiro por la culata y a lo mejor, solo a lo mejor, ha sido por no querer hacer caso a nadie, por limitar la redacción de la norma a un sanedrín y rechazar las sugerencias llegadas de fuera. A eso le unes la voluntad de política de “sin tocar una coma e inmediatamente” y ya tienes el cirio.
Cuando la ministra de Igualdad, Irene Montero, solo puede salir al paso de las consecuencias no deseadas de su ley diciendo que “el machismo puede hacer que haya jueces que la apliquen erróneamente o que la apliquen de forma defectuosa”, algo falla y mucho. Y es que resulta que entre los jueces que han efectuado las revisiones de condena favorables a reo se encuentran desde conocidísimos magistrados progresistas de Jueces para la Democracia a juezas que han destacado en su carrera por su preocupación por la violencia de género. Un juez tiene que aplicar la ley y un juez penal tiene que aplicar la más favorable al penado, sí o sí. Convertir la cuestión en una cosa de guerras feministas o de jueces machistas es reconocer que se tienen muy pocos argumentos para explicar lo que ha pasado y que no se quiere bajo ningún concepto reconocer que se ha podido cometer un error ni por supuesto enmendarlo. Tal vez esto último sea lo peor.
Hacer leyes es dificilísimo y hacerlas bien es cosa de gran maestría. No creo que haya jurista en este país que no me reconozca que hace décadas que se legisla con brocha gorda en España. Leyes en las que se utiliza el lenguaje de forma tosca, en las que la técnica legislativa es deficiente y de las que no se prevén todas las consecuencias en el ecosistema que pueden producir. Luego están las leyes veneno hechas a propósito. Un ejemplo de estas es la reforma realizada por el PP para acotar el tiempo de las investigaciones penales. Una ley que se hizo -y se dijo y se denunció- para beneficiar a sus corruptos y que en los últimos meses ha dejado desbaratadas las mayores operaciones contra la mafia rusa en nuestro país. A mí me duele ese desbarate y me duelen tanto o más las leyes que intentan mejoras para las mujeres y por prisa o por cabezonería o por ideologización contienen fallos que les dan bazas a los guerreros patriarcales.
Son cosas mías, claro, porque la ministra de Igualdad no se equivoca nunca. Es el mundo entero a su alrededor el que enloquece contra ella. Le va a pasar lo mismo con la llamada Ley Trans, que va a tener problemas importantes en el Constitucional por no querer hacer caso a los que saben y no porque los jueces sean fachas. Los que saben y mucho ya dijeron que en la Ley del Sí es Sí se debería haber incluido derecho transitorio para regular cómo actuar con los casos anteriores que se pudieran ver afectados. No se hizo. Eso solo puede llamarse torpeza técnica o testarudez.
El presidente del Gobierno dice que habrá que esperar a que el Tribunal Supremo unifique doctrina y, dada la situación, es lo que queda. Yo pregunto ¿no se hizo la nueva ley porque se alegó que había demasiada discrecionalidad de los jueces en la aplicación de la anterior? Porque si ese era el problema hemos hecho un pan como unas tortas, con una nueva norma que va a dejar que la Sala Segunda interprete y traduzca lo que quería decir el legislador ¡Oiga, que lo acaban de escribir! ¿No podían escribirlo claro? He personalizado en Irene Montero porque ella se empeñó en patrimonializar el proyecto como su gran empeño, pero lo cierto es que si hay errores deben ser asumidos también por el Consejo de Ministros que la hizo suya y por los diez partidos que la votaron en el Congreso y en el Senado, porque las leyes pasan por las Cortes para ser mejoradas.
Esto no es un partido de fútbol y es algo más sutil que estar en un bando. Yo les he contado decenas de veces las tropelías que le hicieron a Victoria Rosell. Nada tiene que ver eso con que si Rosell dice públicamente que hay “una interpretación voluntarista judicial contra el avance del feminismo” “, hay que responderle que todo juez penal tiene que ser voluntario para aplicar la ley más favorable al reo y que el feminismo solo puede estar y ser y avanzar con la técnica más depurada y la excelencia en la forma de hacer las cosas. Porque incluso aceptando, como ella dice, que estos malvados jueces -varios de la asociación a la que ella pertenecía- están usando ”resquicios“, la obligación del legislador era no haberlos dejado. Si al reformar tu casa dejas rendijas no puedes quejarte de que el viento se cuele por ellas.
Cuando no encuentras una forma de explicarle a la sociedad lo que está pasando y solo puedes argumentar que el mundo está contra ti -los jueces, por machistas; los que te avisaron, por machistas; los que proponen correcciones, por machistas; los que propusieron mejoras, por machistas y los que te critican, por machistas- y, además, no te atribuyes ni la más mínima responsabilidad, ya has perdido la batalla pública y has debilitado al feminismo, que es lo que más quieres defender, dando armas a sus detractores.
Es el mundo, no soy yo. No siempre puedes cantar “y la culpa no era mía”. No cuando redactas las leyes y las impones en tiempo y forma. Puede ser la hibris, conviene pensar en ello.
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