La opción entre el continuismo y el saneamiento
Hasta ahora, el debate y las opciones electorales eran votar, básica y casi exclusivamente, por un partido de centro derecha o por otro de centro izquierda, sin obviar a otras opciones minoritarias a las que el sistema electoral penaliza.
Ahora el escenario, que parecía irremediable, no es ese. El cambio es muy grande. Por un lado, tenemos un partido cuyos tres años de gobierno se ha destapado muy a la derecha, absolutamente alejado del centro, con tics autoritarios y con un enfoque regresivo de valores democráticos como “libertad, justicia, igualdad y pluralismo político” (artículo 1 de la Constitución).
Por otro lado (o en el mismo lado) un partido que ya en su anterior etapa calamitosa de gobierno dejó de ser lo que era, se difuminó y perdió sus esencias sin que fueran sustituidas por otras. Se convirtió meramente en un aparato sin identidad. Desde la izquierda perdió afectos igual que desde sectores de centro progresista.
Pero uno y otro, el PP y el PSOE, representan básicamente hoy lo mismo: puros instrumentos de poder, sin apenas ideología, con total acopio partidista de las instituciones y con unos comportamientos éticos muy reprobables. Los partidos que configuraron el modelo basado en su alternancia (o reparto) se han convertido, ellos mismos, en antisistema en la medida en que han pervertido el modelo o sistema constitucional que, aún con sus fallos, era un modelo de convivencia. Otra cosa es lo que hicieron después.
Pero ahora, decía, el debate no es por optar entre izquierda y derecha (en términos simplistas) sino votar por el continuismo de una realidad putrefacta (que representan de modo reducionista los dos partidos antaño hegemónicos pero, sin duda, mucho más el PP) o hacerlo por el saneamiento a fondo.
Hace muchos años, cuando las encuestas decían que la corrupción era el tercer problema según los españoles, algunos, muy pocos, escribíamos encendiendo luces rojas de advertencia y de escándalo. Cuando pasó a ser el segundo problema (el primero y el tercero eran el desempleo y la economía) y el cuarto, los partidos políticos, advertimos ya que era verdaderamente el primero pues una parte importante de la crisis financiera y social tiene su origen en la desvergüenza, el despilfarro y la mangancia abundante.
Aunque éramos pocos, algunos seguiríamos hace más de un lustro escribiendo diatribas contra todos los actores perversos, autores de lo que puede calificarse como “crimen de Estado”, advirtiendo que entre la corrupción y los partidos políticos había una gran conexión y era una bomba que podía cargarse el sistema. Insistíamos en que la corrupción era verdaderamente el más grave problema de España pues ese funcionamiento deficiente y corrupto agravaba notablemente los problemas cotidianos de empleo y economía.
Lo tremendo de la corrupción era y es la impunidad y la permisividad y amparo de los máximos dirigentes (“aguanta, Luis. Sé fuerte”) porque todo estaba podrido. Y los políticos que no lo estaban eran más que silentes: cómplices o encubridores de una realidad. A base de hartazgo, hace muy poco se produjo un punto de inflexión donde el sentimiento de indignación, por fin, se ha generalizado e generalizado y es muy intenso.
Ante esa realidad de país, decía que la opción no es la simplista y antaño clásica, ahora oxidada, sino otra muy diferente: continuismo de lo que hay o bien saneamiento en profundidad.
Muy pocos pueden representar una opción diferente de hacer política. Desde la derecha, acaso Ciudadanos podría representar un cierto aire fresco, diferente, presentándose a las elecciones generales y no siendo simplemente una opción antinacionalista. Desde planteamientos de izquierda pero bastante más trasversales (consiguen votos de todas os sitios) está Podemos.
Esta última opción es la que verdaderamente va a ser un fuerte viento que va a disolver algunos de las abundantes porquerías que han ido larvando los dos principales y sucesivos ocupantes de la casa. Las cañerías del sistema institucional están atoradas de detritus que en este momento resulta fundamental limpiar y sanear. Esto para muchos es, sin duda, lo prioritario.
Desconozco en qué posición quedarán tras las elecciones. Pero es claro, y aunque queda mucho tiempo, que van a tener un excelente resultado. No sé si para gobernar (no vuelva P. Iglesias, por Dios, a mentar la mayoría absoluta que espanta a la hipotética feligresía) pero sí para tener una posición muy determinante. En el supuesto de que gobernase el PSOE, la posición de precario de este (y de cualquiera), hará que Podemos sea absolutamente fundamental para realizar esa limpieza y esos cambios en la forma de hacer política.
Es indudable que no es lo mismo predicar que dar trigo. Es claro que no es lo mismo ser crítico frente a una realidad depravada y una economía y una sociedad muy maltrecha que levantar el país hundido. Pero ello no será posible sin ese saneamiento institucional y regeneracionista y ahí (sin perjuicio de que pudiera haber alguna sorpresa en las primarias socialistas) esta fuerza nueva, joven, inexperta y emergente puede y debe jugar un papel tan necesario como relevante.
Saben estos que tomando votos de todos los caladeros, tienen que ser prudentes en sus compromisos, diferenciando bien entre los saltos y compromisos valientes que hay que dar y que son posibles y aquello que son tan utópicos como irrealizables. Este Estado necesita claramente recuperar valores sociales y democráticos pero no es un país para revoluciones, salvo la revitalización democrática y el saneamiento de la corrupción que nos han dejado muy dañado el sistema. ¡¡¡¡¡Y no es poco !!!!
Es muy revelador cómo en los últimos tiempos está padeciendo una dura campaña de erosión, de desprestigio y de escrutinio constante, buscando fallos o temas puramente personales o equívocos en sus ideas (todavía no es tiempo de programa electoral). Esa actuación en la que los poderes facticos, económicos, mediáticos están intentando dañarles revela que, verdaderamente, tienen grandes opciones.
Pero no olviden esos difamadores que aunque en algunos hagan mella la idea de trasmitir que los nuevos son iguales que la casta (lo cual es una mentira), en otros, esa campaña de medios gubernamentales puede generar el efecto contrario: reforzar la convicción de que Podemos, en la posición que tengan, es indispensable para regenerar el sistema democrático.