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El populismo me mata

Antón Losada

Después de ir a Antena 3 a confesarle a Gloria Lomana que el Estado de las Autonomías era “un lío”, el nuevo líder socialista se plantó ante el Comité Federal de su partido para denunciar “la gran coalición que se está produciendo entre los extremos, porque hay un partido que se frota las manos ante el auge del populismo en España: el Partido Popular”. No lleva ni un par de meses y ya vuelven por donde tanto les gusta a los socialistas: todo lo que no sea votar PSOE, es ayudar al PP. Alguien debería advertirles que ese truco ya no funciona y además resulta irritante.

Ya lanzado, el nuevo secretario general arengó a los suyos anunciándoles que su misión era enfrentar el populismo de “un proyecto que se construye sobre el descrédito del otro, sin aportar soluciones, ni futuro a la sociedad española, o mejor dicho, con propuestas que provocarían frustración y un pobre futuro para España”.

Resulta sonrojante escuchar a socialistas o populares imputar el cargo de populismo a Podemos. Uno debería escoger mejor sus palabras cuando habla en nombre de un partido que bajó el sueldo a los funcionarios porque eran privilegiados con un trabajo fijo mientras le recortaba un poco más los impuestos a gente como Emilio Botín. O enterró miles de millones de dinero público rescatando bancos y cajas para que dieran más crédito sin tocar un céntimo de las indemnizaciones millonarias de sus directivos.

Después de haber gastado más de cincuenta mil millones en rescatar nuestro sistema financiero y haber recortado otro tanto en nuestra paupérrima inversión social en sanidad o educación, hay que manejar una concepción muy elástica de la economía para sostener que implantar la renta social básica, la jornada laboral de 35 horas o adelantar la edad de jubilación suponen medidas que no nos podemos permitir ni pagar. Al parecer, no sólo han conseguido convencernos de que debemos pagar las deudas de nuestras élites políticas y financieras porque son culpa nuestra. Ahora pretenden que nos traguemos que la riqueza no se reparte, sólo se gasta en lo que importa a la gente importante y no hay dinero para que la mayoría pueda vivir un poco mejor.

Tras toda la pobreza y el sufrimiento inútil causados por los gobiernos de Zapatero y Rajoy, socialistas y populares deberían mostrarse un poco más humildes en sus discursos y mostrar algo más de respeto por los votantes, propios y ajenos. Tratar de asustarnos otra vez con los mercados a estas alturas, con todo lo que hemos visto, resulta patético y estúpido. Ni la deuda es sagrada, ni cada familia tiene que entregar un hijo para pagarla, ni se cae el cielo por cuestionarla y auditarla.

Podemos representa una fuerza política emergente con muchas cosas para criticar. Desde esa forma de organización aparentemente abierta pero con una querencia preocupante por el viejo y conocido “centralismo democrático”, al monocultivo de un discurso sobre la “casta” que lo simplifica todo, pero no lo explica todo. Sus portavoces suelen ser contundentes cuando critican a los demás y es bueno que les paguen con la misma moneda. A ver si así llegamos a tener por fin una política donde se hable claro de lo que pasa. Pero para eso resulta imprescindible que se empiecen a emplear ideas trabajadas y argumentos solventes, no consignas de tertuliano de guardia en la TDT party.

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