Vamos a reírnos para alejar a los fantasmas
Una peculiar situación en redes sociales con una conocida escritora, a cuenta de un muñeco de nieve con aspecto de Totoro, me ha traído a la memoria una de las frases más conocidas de la mítica película de animación de Miyazaki, 'Mi vecino Totoro': “¡Venga, vamos a reírnos para alejar a los fantasmas!”.
Reírse, quizá esa sea una de las claves para sobrevivir (y quién sabe si vencer) a este temporal de crispación que arrecia con fuerza desde que la derecha descentrada perdió las elecciones ahora hace un año y que, a cuenta de la pandemia y la virulencia del odio que inoculan sus amigos de extrema derecha, empieza a ser insoportable en términos no solo de salud democrática sino también mental. Entre los que cada día están (estamos) más enfadados y los que están (estamos) empachados de tanta crispación, hay un riesgo grave y serio de que la fractura social y emocional tenga consecuencia directa de daño neurológico difícilmente recuperable con medidas económicas o sociales.
Un deterioro cognitivo que me recuerda al libro de Andreu Domingo, Demografía Zombi (altamente recomendable), en el que este habla de cómo, en una demodistopía, las políticas neoliberales impactarán en la población dividiéndonos entre supervivientes y zombis. Precisamente, la imagen de los zombis fue la que me evocó la entrada de los seguidores de Trump (supremacistas blancos) en El Capitolio, completamente ausentes y convencidos por las mentiras y la manipulación de un sátrapa multimillonario cuyo perfil psicológico se acerca mucho al de un psicópata.
Un ejército de zombis dispuestos como si estuvieran programados, a matar a sus vecinos, familiares, legisladores, etc... Abducidos por las teorías conspiranoicas de Trump de que hubo un fraude electoral. Han visto y escuchado tantas veces esa (des)información errónea desde distintas fuentes que creen fiables e independientes que sus cerebros se han rendido a lo que los investigadores llaman “el efecto de la verdad ilusoria”. Aparentemente no hay forma de competir con tal grado de persuasión, realmente creen que están haciendo lo correcto. Son zombis.
Teorías muy similares a estas son las que se escuchan machaconamente desde el PP y Vox (y fluctuantemente desde Ciudadanos) sobre el gobierno de Sánchez. Se lo tacha de ilegítimo por contar con el apoyo de formaciones políticas elegidas democráticamente pero que, en la España franquista que añoran, eran consideradas los enemigos políticos de España: los comunistas y los nacionalistas. Estos mensajes nada inocuos no solo dejan en entredicho la sinceridad democrática de la derecha y la extrema derecha en nuestro país, sino que resultan enormemente inquietantes porque vemos que calan y potencian el extremismo entre sus votantes a los que no les importaría ver caer al actual gobierno antidemocráticamente sin esperar a las próximas elecciones.
El actual contexto, con una pandemia en su tercera ola, tras un temporal no visto antes y en el horizonte un escenario geopolítico incierto con la salida de Trump de la Casa Blanca y la extrema derecha global clamando venganza contra el cierre de su red social, igual va a requerir algo más que resiliencia. Al menos para los que queremos ser supervivientes en esta distopía en la que estamos inmersos y no zombis. Y es aquí, aunque pueda sonar frívolo, que lo de reírse y usar el humor sano puede ser una alternativa, no solo para sobrevivir a la ansiedad o fortalecer vínculos, sino también para salvaguardar la salud de nuestros cerebros.
Aclaración: reírse no significa superficialidad y desentenderse de la realidad, significa cuidar el humor como si en ello nos fuera la salud. De hecho, entre otros, un estudio de la escuela de medicina de la Universidad de Loma Linda en California señala que “el humor involucra una experiencia total en el cerebro similar a la meditación haciéndonos capaces de pensar con mayor claridad, tener pensamientos más positivos y conciliadores y ser capaces de tomar decisiones clave en nuestra vida de una forma más serena”. Quizá sea por esto por lo que nos quieren crispadas y enfadados quienes desean llegar al poder sin respetar las reglas del juego democrático. Por eso, quizá tenga razón Totoro: riámonos más (y juntos) para alejar los fantasmas (fascistas).
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