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Sean capaces de confiar

Sánchez y Feijóo, antes de su reunión del viernes.
23 de diciembre de 2023 22:23 h

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El que tiene esperanza simplemente tiene confianza a pesar de la incertidumbre"

N. Luhmann

Les deseo que sean capaces de confiar.

A estas alturas les habrán deseado, paz, amor, vuelta al hogar, feliz solsticio, que pasen buena noche y todos los tópicos de las fechas. A mí, claro, también. Muchas veces a través de videos anodinos, frases hechas, despersonalizadas y masivas. Aprovecho esta tribuna para reiterar, como cada año por estas fiestas, el horror que me produce ser incluida en un envío así. Nunca contesto a esos mensajes. No es viejunez sino sensibilidad. Prefiero felicitar a pocos y poner algo de esfuerzo personal en ello, así que no voy a desearles que pasen feliz noche ni que el árbol esté lleno de regalos ni que soporten con donosura a la familia: yo voy a desearles, a cada uno y a todos, que sean capaces de confiar, que recuperen la confianza, porque es lo que más falta nos hace para encarar el futuro y mejorar este presente que a casi ninguno nos gusta. Este presente de mediadores, intermediarios, facilitadores, vigilantes, notarios, que es el espejo de esa desconfianza triunfante. Sin confianza no hay pacto y sin pacto no hay sociedad.

Sólo la confianza permite la cooperación, ese gran invento humano que nos trajo de las cuevas a sociedades cada vez más sofisticadas. Todo en nuestra vida depende de la confianza. Aunque no reparemos en ello, nuestro día a día es un devenir confiado en los demás sin el que no podríamos sobrevivir. Sin esa confianza innata no saldríamos siquiera de la cama envueltos en miedos inaprensibles y, tal vez, ni podríamos quedarnos en ella si no confiáramos en que ésta podrá sustentarnos y nuestra casa cobijarnos, porque confiamos también en que el carpintero la ensambló a conciencia y en que el arquitecto hizo bien los cálculos y los obreros siguieron sus indicaciones.

Confiamos en que el panadero no va a envenenarnos, en que cumple las normas de salubridad; confiamos en que los conductores seguirán su ruta y no irrumpirán en las aceras, en que respetarán los semáforos y los pasos de cebra; confiamos en que nuestros conciudadanos no pretenderán asesinarnos a cada paso y en que la policía velará por ello; confiamos en el piloto del avión y el maquinista del tren y ponemos nuestra vida en sus manos como en las del médico; confiamos en que al abrir el grifo saldrá agua; confiamos en que al empresa nos pagará el sueldo y en que las leyes nos protegen de lo contrario; confiamos en nuestras parejas y nuestros hijos; confiamos en que millones de personas a nuestro alrededor desean, como nosotros tener una vida feliz y tranquila y que por ese motivo no amenazan la nuestra. Confiamos de la mañana a la noche, porque una sociedad humana no se puede construir de otro modo.

En esa pequeñísima enumeración se encuentran ejemplos tanto de confianza emotiva como de confianza racional. La confianza emotiva nos sale de dentro, de nuestras emociones más íntimas, y entronca con la necesidad humana de creer en el otro a sabiendas incluso de que esa confianza puede verse traicionada. De ese confiar surgen las familias y el amor y la amistad y tantas cosas que se celebran precisamente en Navidad. La confianza racional se deriva de procesos lógicos, se sustenta en la razón, se apoya en el pacto y es la que nos permite crear sociedades, ser sujetos políticos, vivir en sociedad y, cómo no, haber desarrollado el concepto de democracia. La democracia no puede existir sin esa confianza.

Quebrar la confianza es un arma destructora del futuro. Hay demasiados ocupados en hacerlo. Unos porque saben que quebrando nuestra confianza –en las vacunas, en los jueces, en los maestros, en los periodistas, en los policías, en...– se acercan cada vez más a la revolución totalitaria que buscan. Otros, porque no han reparado en que la confianza se logra mediante la reiteración del compromiso dado y que cambiar de opinión demasiado a menudo y a tenor de los intereses propios, sólo puede aniquilarla incluso en los que nos la habían depositado. Así llegamos a los partidos que pactan investiduras sin confianza y exigen figuras tutelares para intentar asegurar aquello en lo que no pueden confiar, como hizo Junts y como asumió el PSOE. Y vemos al PP remachar la idea de lo poco confiable que es el presidente del Gobierno pidiendo irónicamente un relator como los que ha denostado y cómo esa desconfianza es asumida por su sujeto. Todo es desconfianza y confianza en que esta pueda regir nuestros destinos. Sin confianza no hay pacto y sin pacto no hay futuro.

La confianza precisa de actores fiables. Ser un socio fiable significa no mandar espías a comprar información y a corromper funcionarios de un aliado pero también no dar marcha atrás y dejar la palabra de tus ministros a la altura del betún cuando ya habían comprometido la participación de tu país en una misión protectora de mercantes civiles. ¿Debido a que te ha doblado la mano un socio o ha sido otro cambio de opinión? ¿Ha sido Yolanda Díaz la que ha forzado a Sánchez a quedar como Cagancho en Almagro y a España como un actor internacional poco fiable? El problema del Mar Rojo nos va a alcanzar. Creo que los electores de todo nivel social confían en que su vida no se encarezca aun mas por ese motivo al que se pretende dar la espalda. Necesitamos confiar en las instituciones y en que las personas que participan en ellas lo harán con la dignidad precisa. Los que rompen esa confianza, los que se comportan como energúmenos en un pleno rompen esa confianza institucional básica y deben ser apartados. Todo lo hace la confianza o la pérdida de ésta.

La confianza nos proporciona esperanza y aleja el miedo, el verdadero corruptor de la libertad. La confianza nos acerca a la felicidad, a la convivencia y a la paz en la que la mayoría queremos existir. Por eso les deseo que sean capaces de confiar, porque es el sujeto el que confía y si confiamos unos en otros no les dejaremos destruir lo que juntos y confiados hemos construido.Que esta noche llamada de paz sea sobre todo noche de confianza. Que seamos capaces de recobrarla y practicarla. Así nos lo deseo, por la cuenta que nos trae.

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